Allí me encontraba yo, frente al televisor, dispuesto a diseccionar esta peli de Wim Wenders, Falso movimiento, Falsche Bewegung, con guión de Peter Handke (basado en Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, obra de Goethe publicada en 1795), lo que no sabía es que la peli me iba a diseccionar a mi.
Lo primero: es una película excepcional (otra) del cineasta alemán.
Lo segundo: es una película muy literaria (los textos de Handke, la galería de personajes extravagantes, y la voz en off colaboran en esto).
Lo tercero: es una película que trata los temas eternos sin resolver del ser humano, es decir, la soledad, la creación (falta de inspiración), y las relaciones entre las personas (desconocidas).
Primera escena: plano aéreo que se acerca a una ciudad alemana industrial de tamaño medio con la música de Knieper de fondo (gotas de lluvia sobre la lente). Llegamos a una enorme plaza, coches de colores alemanes que circulan -vemos el helicóptero responsable de las imágenes anteriores alejándose-. Nos adentramos en una vivienda -suena música rock-, allí, Vogler -el actor fetiche de Wenders- que encarna a un escritor, Wilhelm, en plena crisis creativa. Se dirige hacia la ventana, mira a la plaza y destroza los cristales con sus propios puños.
Pienso: como no mejoren las cosas este tipo las va a pasar canutas, ¡aún quedan 90 minutos de peli!
Su madre -con rulos en la cabeza- le da un consejo: "No pierdas tu flaqueza ni tu mal humor. Te harán falta si quieres ser escritor", en lo que resulta una genial conjunción de recursos -mal humor y flaqueza-.
Wilhelm es presa de un conflicto personal y existencial de difícil resolución: "Quiero ser escritor pero ¿cómo, si a nadie le importa mi vida?". Este es el primer toque de atención a la génesis de la creatividad: lo autobiográfico.
Pero Wilhelm ha decidido marcharse en un viaje iniciático, ya se sabe, el típico viaje para conocerse a sí mismo -que no sirve para nada, añadamos. La madre le escoje el destino: Bonn. Wilhelm irá en tren y se llevará un par de libros. La educación sentimental de Flaubert y uno de Eichendorff. Una vez en el tren conocerá a dos extraños: una chica que no habla y que es acróbata (Nastassja Kinski) y un señor mayor que dice ser cantante y al que le sangra la nariz, a ambos tendrá que pagarles el billete.
A este peculiar trío se le unirá un cuarto "raro". Un joven poeta vienés llamado Bernhard Landau. Sí, sé lo qu piensan los lectores, que si el personaje está basado en Thomas Bernhard. Bueno, no creo que sea una casualidad el nombre de Bernhard (aquí como nombre de pila) ni que el poema que les recita en un parque a sus nuevo amigos -les ha seguido porque escuchó en el hotel unos versos de Wilhelm y quiere conocer su opinión sobre su obra- sea necrótico, desesperado y altamente pesimista y que culmina con un intranquilizador "¿Por qué debe haber entre yo y el mundo esta diferencia tan abismal?".
Antes Wilhelm ha conocido a una actriz, Therese Farmer (interpretada por la musa de Fassbinder, Hanna Schygulla), y hemos tenido ocasión de conocer algo mejor a este introspectivo escritor -duda a la hora de registrarse en el hotel a la hora de poner la profesión, ¿es realmente un escritor o sólo un fracasado?). En realidad son, pues, un quinteto.
Su objetivo vital parece claro (después del numerito de la ventana más aún, supongo): "Me gustaría escribir algo que fuera absolutamente necesario".
Su recién aparecido amor parece ir descubriendo cosas en el alma de Wilhelm: "Desconoces tantas cosas. Lo que no me gusta de ti es que te crees que eres el único desorientado."
Esta particular -y esperpéntica trupe- decide ir a la casa del tío de Landau, un industrial que seguramente les recibirá a todos con los brazos abiertos. Cuando entran en la casa un señor les recibe en medio de la escalera con una escopeta. Parecen haberse equivocado de vivienda, pero allí se quedan: "Estaba metiéndome el rifle en la boca", les confiesa su inesperado anfitrión. Lógicamente pensamos en El italiano de Bernhard, una referencia más al genio austríaco, y no será la última.
Este industrial les realiza profundas manifestaciones acerca de la soledad: "Ahora llevo ya mucho tiempo solo. Vuelvo a tener ganas de leer los periódicos". Igualito que le pasaba al protagonista de Sí de Thomas Bernhard. Al día siguiente vuelve a la carga: "Quisiera hablaros de la soledad". Este tío es monotemático, demonios. "La soledad no existe, es un sentimiento artificial... Me refugio en mi soledad entusiasta... Es un estado de ánimo teatral, nos sentimos actores de nosotros mismos... La soledad encierra una paradoja... jamás antes había sentido esa impresión de seguridad".
La verdad es que Wenders tenía complicado hacer una comedia con estos mimbres.
Wilhelm reflexiona: "La verdadera necesidad no es escribir, sino desear hacerlo". Theres le invita a su cuarto esa noche pero Wilhelm se extravía y termina yendo al dormitorio de lña adolescente Mignon, la acróbata. Por la mañana se cuentan sus sueños. Therese inventa el suyo, Landau no recuerda lo que soñó, y el viejo cantante -quien constantemente amenaza con contar su secreto- dice que Mignon "cree que los sueños son ridículos". Ya en Alicia en las ciudades la niña dice de la palabra Sueño que no es real. Salen a dar un paseo. El lugar es idílico, pero suenan disparos de caza -volvemos acordarnos de El italiano de Bernhard-. Landau le dice a Wilhelm que ha inventado un haiku, y Wilhelm le contesta que "escribir es observar, no inventar". Sin embargo le reconoce que ha inventado un cuento. El haiku de Landau es estúpido: "Con amor, con amor la madre mira a sus hijos mientras comen". En esta alusión a la cultura oriental el dúo Wenders-Handke especulan sobre lo ridículo que resulta oriente en occidente -o al menos el intento desesperado de afinidad o mimetismo-. Sorprendentemente apreciamos en la conducta de Wilhelm - su introspección, su carácter callado y meditabundo, reflexivo, insociable- un evidente eco de la filosofía zen, y de aquel concepto japonés de la comunicación sin palabras y que Miranda también explicaba en su monografía sobre Kitano. Es decir, lo que para un occidental puede parecer un gesto de incomunicación para un japonés puede significar un síntoma de máxima complicidad, es por eso que el silencio de los personajes de Takeshi Kitano está tan alejado del de Wilhelm - o Printer en Alicia en las ciudades- , pues Wilhelm realmente pretende estar "solo, sin que nadie perturbe mi apatía", tal y como confiesa al final de la película.
Entre Wilhelm y Therese se producen rocambolescos cambios emocionales. "Siempre te he admirado porque nunca te preocupas por nada", le dice Therese en una escena, para algo después confesarle: "Me repugna que nada te afecte". Wilhelm tampoco se queda atrás: "Me molestas. Debería haber escrito lo que decías". Y es que Wilhelm ha entrado en esa extraña e insoportable elipsis por la cual se ve obligado a narrar todo lo que a su alrededor acontece, a transcribir todo a causa de él y a consecuencia de él. Digamos que tanto Wilhelm ("Me pregunto cómo la gente soporta la vida, no sólo aquí, en este país") como Therese ("Repetir esa frase es una humillación", le refiere a Wilhelm acerca de una representación") están a un paso del pesimismo, qué digo, totalmente inmersos en el pesimismo.
El personaje del cantante -que anuncia el secreto de su vida una y otra vez- resulta ser un veterano de la guerra ("yo también salvé a muchos judíos, los que eran útiles") y su postura es tan incierta como indecorosa. Así, el fantasma del holocausto nazi sobrevuela esta figura y por concatenación toda la película. La inquietud -y falta de identificación- de Wilhelm con respecto a la política no hace más que confirmar este hecho.
Wilhelm revela a Therese su recientemente aparecido instinto asesino: "¿Alguna vez has pensado en matar a alguien?". El plan de Wilhelm es definitivo: "Me apetece dar un paseo en barca por el Main". Es en ese paseo donde Wilhelm dará rienda suelta a su incipiente estado de maldad (¿representada?). "¿Cómo vamos a separarnos?", le pregunta al final Therese. "Desde cualquier lugar entre la multitud", le responde Wilhelm.
Finalmente Wilhelm decide ir al Zugspitze en lo que significa un tremendo guiño a Stifter y sus paseos montañosos, y en cuya cima reflexiona sobre la naturaleza de un falso movimiento.
Ficha de la peli.
TÍtulo: Falsche Bewegung.
Duración: 103 minutos.
Año: 1975.
Guión: Peter Handke, sobre Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, de Johann Wolfgang Goethe.
Música: Jürgen Knieper. Habitual de las primeras pelis de Wenders.
Fotografía (color): Robby Müller. Estuvo con Wenders en Alicia en las ciudades, también ha trabajado con Lars von Trier y Jim Jarmusch.
Wilhelm: Rüdiger Vogler.
Therese Farmer: Hanna Schygulla.
Mignon: Nastassja Kinski. En lo que es su primera aparición cinematográfica. Más tarde volverá a colaborar con Wenders en París, Texas y Tan lejos, tan cerca.
El industrial: Ivan Desny.
Laertes, el cantante veterano de guerra: Hans Christian Blech.
Enlaces de video:
1 comentario:
interesante interpretacion, pero no creerias que la joven que conoce en el tren que no habla, podria reflejarse como el movimiento de jovenes escritores o contemporaneos que no tienen vos ni nada que decir?
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