miércoles, 14 de abril de 2010

Los comebarato, de Thomas Bernhard


Die Billigeser. Traducción de Carlos Fortea.


Debe ser ésta una de las pocas ediciones de un libro de Thomas Bernhard que no esté traducido por Miguel Sáenz. La verdad es que no percibo gran variación entre el estilo Bernhard-Sáenz y el Bernhard-Fortea, lo cual me lleva a la conclusión, por así decirlo, de que estamos ante, simplemente, el estilo Bernhard, naturalmente. Los comebarato es una novela corta en la que aparece el genio de Bernhard en todo su esplendor. Para situarla un poco dentro de su producción diremos que los datos de la primera edición son Suhrkamp Verlag, Frankfurt Am Main 1980, Alle Rechten Vorbehalten, y el ejemplar que tengo es de 1989, editado por Cátedra y la ilustración de la cubierta es de Dionisio Simón. Digamos pues que es posterior a su obra maestra Correción, de 1974, pero anterior a sus obras maestras El malogrado de 1983, y Tala, de 1984. Encontramos entonces a un Bernhard en el momento más genial de su obra. Los comebarato son un grupo de comensales que se reúnen diariamente en el comedor denominado CPV (Comedor Público de Viena) y escogen siempre el menú más barato. A ellos se les une el protagonista de la novela, un tipo dedicado a la vida espiritual únicamente y que se llama Koller. Koller perdió una pierna en un incidente con el perro de un vecino. Desde entonces disfruta de una pensión vitalicia que le permite dedicarse a su vida espiritual y a la elaboración del trabajo de su vida, Fisionomía. Para Koller el acercamiento a los comebarato, que son cuatro y de los cuales sólo se hablará uno por uno al final del texto, supone la culminación del capítulo más importante de los cuatro de los que se compone su tratado Fisionomía y que se llamará, naturalmente, Los comebarato. De tal forma que los otros tres capítulos quedan absolutamente eclipsados por el capítulo Los comebarato, y de tal forma que se desconoce por completo el contenido de esos otros tres capítulos de su estudio Fisionomía. Es una idea recurrente en Bernhard el que sus personajes se dediquen por completo a la elaboración de un estudio, tal y como apunta acertadamente el propio Fortea en el suculento prólogo de esta edición (unas 50 páginas que constituyen la tercera parte del libro) y que es uno de los pocos textos biográficos que he podido leer en los libros de Bernhard -por no decir el único. Así, que yo recuerde, Konrad en La calera realiza un estudio infinito sobre el oído humano, y Roithamer en Corrección, intenta crear un cono perfecto en el medio geométrico del bosque, Rudolf un estudio sobre Mendelssohn en Hormigón. Pero resulta que después de un buen número de páginas la voz narradora en primera persona toma posesión de la novela y se refiere a Koller como su amigo y relata el momento en que éste le invita al comedor habitual del narrador, el Auge Gottes, que Koller odia, pero al que no tiene más remedio que acudir para contar a su amigo el narrador el contenido del capítulo de Los comebarato de su obra Fisionomía. Koller es una persona básicamente espiritual, una persona "con el que con el tiempo ya sólo se podía constatar, total y exclusivamente, el interés por el pensamiento. Hay que decir que, naturalmente, el trato con una persona semejante es imposible a la larga." Y habría que añadir que el trato con cualquier otra persona es igualmente imposible a la larga, en una declinación del pensamiento de Bernhard que deja absolutamente indefenso a todos sus seguidores frente a la vida diaria y frente al drama humano de la existencia.
Y eso puede suceder porque nadie en realidad pretende ser entendido, nadie pretende en realidad ser soportable a la larga: "él no era un hombre al que otros pudieran aproximarse de forma natural, él mismo fue durante toda su vida un impedimento fundamental para cualquier relación humana, y existía por este hecho, lo contrario habría tenido que debilitarle inevitable y sensiblemente, y en última instancia, le habría aniquilado."
Bernhard no parece estar muy conforme con el sistema educacional austriaco, o bien mundial. Ya uno de los comebarato presumirá en ocasiones de tener estudios superiores sin ser cierto, de hecho el narrador alude a una secreta ilusión que contiene todo ser humano y que nunca se llevará a cabo, de forma que esta ilusión secreta terminará dándole la vida o bien aniquilándolo. Así Koller ha dedicado gran parte de sus energías a "defenderse del Insitituto y de sus mecanismos de destrucción, de la escuela en sí, que, dirigida contra la naturaleza de cada individuo, sólo destinada a disgregar la naturaleza de cada individuo y a destruirla y a la larga aniquilarla." Yo sospechaba que esto era así, que el Instituto pretende aniquilar nuestra existencia, de ahí los sueños recurrentes con exámenes nunca preparados y frente a profesores siempre odiados -así Kovalski.
La vida como regalo indeseado, del cual son últimos responsables evidentemente los padres de Koller, es otra de las obsesiones de Koller: "Sus llamados padres nunca habían tenido derechos sobre él, incluso se habían sustraído toda la vida al sentimiento de culpa por haberle engendrado, cometiendo con ello el doble crimen paterno."
Koller tiene claro que es necesaria una inquietud espiritual, en su caso, la elaboración del estudio Fisionomía, para poder subsistir, y de alguna forma le sorprende que no todo el mundo elabore su propio estudio Fisionomía:"Siempre le había horrorizado el hecho de que la mayoría de la gente consumía muy pronto su patrimonio espiritual, y de golpe y de la forma más repentina se encontraba ante la nada y tenía que seguir vegetando el resto de su vida con lo que él llamaba mínimo existencial espiritual."
En definitiva Koller debe dar las gracias de haber sido atacado por el perro ya que este incidente ha provocado su total ruptura con la sociedad y ha facilitado su práctica reclusión humana para poder elaborar su estudio e ir a comer cada día al CPV con los comebarato. Es significativo que el narrador y Koller se conocieran, ya en la época del colegio, cuando un día coincidieran en la farmacia del barrio. Desde entonces Koller siempre estimó la amistad del narrador, quien, en última instancia, era, en definitiva, el único amigo de Koller que lo aguantaba, que aguantaba sus desplantes, sus ataques, por así decirlo, físicos, y sus injurias, de forma que en algún punto de su ser el narrador creía conveniente continuar con la amistad de Koller.
Hay dos escenas de una hilaridad patética. Cuando Koller entra por primera vez después del incidente en el CPV intentando pasar desapercibido, y cuando se dirige hacia el Auge Gottes con el narrador. Es un relato sobre la amistad, sobre la incomprensión humana, sobre la futilidad de la vida de los demás, sobre el prisma absolutamente demencial que nos proporciona nuestra perspectiva de los hechos, de las personas y de los comedores públicos.
El fin no puede ser de otra forma en una novela de Bernhard. Creo que no sorprendo a nadie si adelanto que el estudio Fisionomía nunca será finalizado. El trabajo intelectual permanecerá inacabado, como sucede en todas las novelas de Bernhard. Es Los comebarato una obra magistral de la literatura y del pensamiento humano que nos obliga a tomar notas casi cada página ante la avalancha de ideas geniales y -me temo que resueltamente acertadas- descorazonadoras para con el alma humana.