jueves, 19 de agosto de 2010

Textos autobiográficos: De qué hablo cuando hablo de correr de Murakami, Vidas minúsculas de Michon y Verano de Coetzee.

No me resulta fácil hacer un comentario de un libro. Siempre tengo la impresión de que dejo escapar lo esencial, lo más importante de cada libro. En definitiva, me queda la sensación de no haber entendido nada, de haber hecho una lectura, digamos, absurda y perjudicial para mi propia integridad como ser humano. Así que la mayoría de los libros que leo no encuentran reflejo en este blog. Cada vez son más los que escapan de mi perspectiva. Así que me dije, uf, voy a hacer un esfuerzo, comentaré el último de Murakami. Entonces me puse a leer el de Michon, y pensé, vaya, también es una especie de autobiografía, a su manera, pero parece un texto memorístico, así lo indica la contraportada: "A través de sus ocho capítulos Michon crea la figura del biógrafo biografiado". Demonios, me dije, ¡Michon ha inventado la autobiografía!", y ¿en 1984? Bueno, Michon dice en la cara interna de la portada -un desconcertante cuadro del, supongo, pintor naif, Piromanis, El puente de los asnos-: "No me gusta inventar totalmente los personajes. Inventar es clonar. Las bibliotecas están llenas de ectoplasma. Prefiero los fantasmas, resucitar a los verdaderos muertos, prefiero los archivos". Así que Michon prefiere los fantasmas. Claro, hay que huir siempre de los ectoplasmas. Yo lo hago. Cuando veo un ectoplasma me digo, hay que pirárselas. Esto no va a ser una autobiografía. Eso de los barbitúricos, el manicomio, parece demasiado novelesco -¿será la parte fantasmal?-. Dejémoslo en biográfico. Una biografía inventada, espectral, en todo caso. ¿Tiene sentido? No podremos saberlo sino le preguntamos al propio Michon. Se lo habrán preguntado infinidada de veces. Nada más fácil, me voy a su entrada de la wikipedia. Ahí se dice claramente que es autobiográfico. Por su lado Murakami reconoce que no le gusta hablar demasiado de sí mismo. En esta recopilación de textos relacionados con su actividad como corredor de fondo intentamos entresacar algo del Murakami escritor. Él escribe en algún momento que este libro habla también del Murakami novelista. Bueno, más bien poco. Uno intenta encontrar la relación entre el momento de preparación de determinada carrera -por ejemplo, el maratón de Nueva York- y su actividad literaria. Salvo una breve alusión a sus dos primeras novelas y a su primer éxito del Carnero salvaje no encontramos nada más. Una anecdótica insinuación entre sus carreras como novelista y como corredor:"Por ejemplo, Dostoievski escribió sus dos novelas largas más significativas, Los demonios y Los hermanos Karamázov, en los últimos años de los sesenta que vivió." Y es que Murakami llegó a su apogeo como corredor a los 45 años. ¿Y qué? No hay nada tras esa idea. Uno quiere saber qué piensa Murakami mientras corre. Murakami piensa en una próxima charla en una Universidad americana que dará en inglés. Vaya, eso está muy bien. Otars veces no piensa en nada, sólo escucha música rock. Pero música rock muy cutre, demonios, Eric Clapton, Rolling Stones... Ponte a los Manowar y te inflas a correr. Quiero decir que yo quería leer: "Pues ese año, mientras corría por el parque de Tokyo se me ocurrió la idea de Kafka en la orilla, vi un reflejo en un rascacielos que me inspiró, o Escuché Norwegian wood un día de entrenamiento y me vino a la cabeza prácticamente toda la historia de Tokyo blues". Pues no, escribe un poco sobre su trabajo en el club de jazz, algo que ya conocíamos de novelas anteriores, pero incluso está desarrollado el tema como con desgana. La verdad es que después de leer este libro de Murakami me queda el regusto de que es una obra inconclusa. No una obra inconclusa en el sentido más literal -aunque también-, sino en el concepto. No sé qué quiere decir Murakami. Vale, se entrenaba, corría un maratón. También iba a Grecia y corría el original maratón pero al revés, es decir, desde Atenas hasta Maratón. En pleno verano. Es muy electrizante la forma de describir el agotamiento, el cansancio, la soledad del corredor,... todo aspectos demasiado típicos como para ser descubiertos bajo un nuevo prisma. Aunque sea el de Murakami. Coetzee ha muerto. Un biógrafo -otra modalidad- entrevista a personas cercanas al escritor que van esbozando una imagen del verdadero Coetzee. Una antigua vecina que llegó a a ser su amante. "Mire, señor Vincent, sé perfectamente que usted quiere que le hable de John, no de mí. Pero la única historia en la que aparece John que puedo contarle, o que estoy dispuesta a contarle, es esta, a saber, la historia de mi vida y el papel que él tuvo en ella, cosa que es del todo distinta, es un asunto diferente, de la historia de su vida y el papel que tuve yo en ella." Coetzee es un buen escritor pero a veces creo que resbala en su ingenuidad. ¿Qué otra manera de enfocar la vida de Coetzee podía tener esta persona sino la que está dispuesta a contar? La verdad es que con Julia -la vecina-, Margot -la prima- y por último y más cruelmente, con Adriana, la bailarina brasileña, Coetzee sale tan mal parado que el relato pierde credibilidad por momentos. Nadie que acepte realizar una entrevista sobre un personaje famoso con quien ha tenido alguna relación va a dejar en evidencia de una forma tan clara al afectado. Coetzee es tachado de sexualmente neutro -no está casado y vive con su padre mayor-, débil, pelo y barba desaliñados, insociable, torpe, sucio,... y para colmo ninguna de las mujeres prestan ninguna atención a su posible categoría como escritor. Es como si Coetzee quisiera mortificarse, ah, que Coetzee está muerto. Pero hombre Cotzee, ¿cómo se te ocurre dilapidarte para escribir una novela? A todo esto, el libro se llama Verano, y es la tercera parte de lo que podría ser su autobiografía, tras Infancia y Juventud. Coetzee ha vuelto de Estados Unidos, donde ha vuelto tras tener ciertos problemas con la justicia. Recordemos que en Desgracia un profesor es denunciado por abusar de una de sus alumnas y entonces regresa a su Sudáfrica natal. Pero claro, Coetzee no es tonto. Hace tiempo que nos hemos dado cuenta de que Coetzee el de la novela no es Coetzee el autor. A lo mejor sí por los detalles autobiográficos. Puede incluso que esas personas entrevistadas hayan existido en la realidad -no tendría sentido que fuera de otra manera-, de hecho la protagonistas de la novela Foe parece estar inspirada en Adriana, según le confiesa el entrevistador, el tal Vincent, a la propia Adriana, pero a todas luces esas palabras que dejan tan mal a Coetzee son pura literatura. Lo altamente paradójico es que realmente la figura de Coetzee cobra aquí un papel fantasmal. Bueno, esto le gustaría a Michon. Está provista de una alternancia de caracteres definitorios, de sombras, luces, irreglaridades en su comportamiento que casi se nos hace imposible establecer nuestra actitud frente a su personalidad. ¿Es un idiota, un débil, un genio, nos cae bien, mal? El texto de Michon es el más difícl. El más recargado, el más poético, un párrafo al azar: "Nació en Chatain. Es unlugar de vegetación tupida pero pedregoso, de víboras dedaleras y trigo sarraceno, y los helechos son altos bajo arcos de sombra azul. " La primera vez que leí la presencia de las glicinas me recorrió una tormenta eléctrica por el cuerpo. Qué hermoso era ese pasaje. Luego empecé a leer glicinas por todas partes. Ya no me parecían tan especiales las glicinas. Leo una comparación con La lección de anatomía, vaya la vi hace poco, también Alquimista en su ventana, vi un cuadro de un alquimista en La Haya, ¿será el mismo? Ahora empiezo a recordar por qué no puedo escribir comentarios sobre libros. Antes me salvaba la extracción depasajes más o menos representativos. Luego me costaba más y más escoger esos pasajes, luego no pude escoger pasajes, dejé de hacer señales mientras leía, luego fui incapaz de entender las intenciones últimas de los escritores, me era imposible aceptar que olvidaran las páginas ya escritas mientras seguían con las posteriores, ¿no tenían que revisar cada página en cada palabra nueva escrita? ¿no era la acción de escribir una odisea absoultamente improyectable para el cerebro humano? Cuando leía a Michon me decía, pero Michon, todas tus palabras existen al unísono, ¿no te das cuenta? Coetzee optó por el género de la entrevista, pero era una forma falseada, la locuacidad de los entrevistados, la lucidez en sus reflexiones, la exactitud de sus diálogos rememorados, la inteligencia y el orden de sus exposiciones hacían inviable el proyecto de Coetzee para esta novela. Pero algo traslucía bajo la novela de Coetzee, y eso era la realidad de la Sudáfrica de los años setenta. En el Michon leíamos la hecatombre del artista que no emerge, del genio que sabe que lleva algo en su interior y es incapaz de sacarlo a flote. En Murakami vemos al escritor más honesto, en el sentido que no juega con las palabras, ni con el concepto, ni la estructura. Murakami coge sus notas, las ordena, las reescribe, las rectifica, las revisa una y otra vez -hasta hacerles perder la espotaneidad. Obtiene el japonés una obra sin embargo deslabazada, en la que cada frase tiene su ritmo y su presencia exacta pero que falla en el conjunto. Lo leí de un tirón. ¿Qué importaban sus carencias? Entonces me dije, un escritor irregular enseña más que un genio. Murakami no era un genio. Coetzee tampoco. Michon sí. Pero Michon a veces resultaba insufrible -debido a su alta calidad, qué raro, me dije. Coetzee a veces ridículo -las personas no conocen tan bien sus sentimientos como se aprecia en su novela-. Murakami humano -este lo que quiere es correr y que en su lápida pongan Murakami, novelista y corredor-. Si los echáramos a los tres a un ring no sé quién ganaría. Michon ganaría con las palabras y el recuerdo, Coetzee con el orden y la humanidad, Murakami... ¡llegaría el primero en la maratón de Nueva York y además vendería muchos más libros!