miércoles, 30 de junio de 2010

Dublinesca, de Vila-Matas (2)

Yo creo que Nieztki debe ser Eduardo Lago. Vive en Brooklyn y ha escrito un libro con el nombre de Brooklyn en el título. Con él fue Riba a visitar a Paul Auster a su apartamento. El propio Riba dice haber publicado una novela de Auster, de nombre inventado, la invención de la soledad o algo así. El problema de Vila-Matas es que cuando uno quiere citarlo se encuentra con que todo lo citable pertenece a su vez a citas de otros. Un poco más comedido en este aspecto que en otros libros Vila-Matas termina introduciendo sus numerosas citas una vez más, como el que no quiere la cosa, como de pasada, pero yo lo he calado. En la página 131 Riba se topa de bruces con su verdad oculta que resume en una frase todo el libro: "Prepara un viaje a Dublín, un homenaje y un funeral a una época que desaparece". Es cuando introduce el verbo "monotonizar": "Qué aburrido es todo, menos pensar, pensar que está haciendo algo. O pensar lo que piensa ahora: que hará bien en monotonizar su existencia y tratar de buscar, donde pueda, esas maravillas, ocultas de su vida cotidiana que, en el fondo, si quiere, sabe perfectamente encontrar." Es la idea que dice desprenderse del Ulises de Joyce, perdón, Ulysses, en el texto de Vila-Matas. Buscar lo trascendente en lo cotidiano, o bien, trascendentalizar lo cotidiano, o cotidianizar lo trascendente, yo qué sé, es que no he leído Ulises todavía, ya se lo he pedido a pirlosky. Vuelve a esa idea en la página 151: "Le fascina el encanto de la vida corriente". Y también: "Como futuro miembro de la Orden del Finnegans y supuesto buen conocedor de la obra de Joyce, sabe que el mundo funciona a través de insignificancias". Por cierto, estos de la Orden del Finnegans ya se han montado su libro de relatos, espero poder dar cuenta del mismo próximamente. La primera parte del libro está dedicada a lo que podríamos llamar los preparativos del viaje. Son unos preparativos mentales más que otra cosa. La segunda parte se desarrolla en Dublín. No sé si habrá una tercera parte en otro lugar porque áún me quedan unas 60 páginas para terminarlo. En Dublín la verdad es que el ritmo de la novela -o lo que sea- decae considerablemente. El itinerario de los caballeros por Dublín, leyendo a Joyce, visitando el cementerio, todo ello bajo la amenaza constante del fantasma del alcohol que tienta a Riba constantemente, resulta un poco aburrido. Y no sólo este fantasma retórico aparece si no uno que parece ser de verdad y le habla a Riba. ¿Se estará volviendo esquizofrénico? Entonces aparece por allí la figura Beckett en forma de una biografía que editara Riba años atrás y que aún no había leído. ¿Un ataque al mundo editorial? ¿Debe leer un editor todos los libros que edita antes de editarlos? También hay ataques más directos sobre todo a las novelas de caballerías históricas tan de moda y a cuyos autores tacha de analfabetos. Encontramos deslices en la edición precisamente. ¿Ha leído el editor de Vila-Matas el libro antes de publicarlo? Por ejemplo: "A falta de alguien a quien contárselo, decide anotarlo en el documento world -sic- en el que acumula frases." Otra presencia incómoda en el libro y creo que angustiosa para todo creador y para todo personaje literario: el pc. No es nada literario escribir en un ordenador, recibir emails, hacer búsquedas con el google. Es como el teléfono móvil. Un elemento imprescindible en la sociedad actual y que no ha encontrado sitio en el mundo del cine ni en el de la literatura. Me viene a la memoria la novela más analítica -torpemente analítica en ocasiones- del gran Kenzaburo Oé, Salto mortal, donde el ordenador juega un papel importante -e incómodo. Vila-Matas recorre brevemente la vida de Beckett con la excusa de estar leyendo Riba la biografía antes mencionada. ¡Pero si la lee en una mañana! Por el libro están los de siempre, Walser, Perec, ... también Catherine Deneuve, auténtica obsesión cinematográfica de Riba, y mucho Ulises, claro. Una reflexión acerca de la lucidez que provoca el insomnio -¡semejante a la producida por el alcohol!, pero si el alcohol lo que hace es deprimir el sistema nervioso-:"..que el insomnio escondía una potencia visionaria que no conocía y, al llevarle a comprender el verdadero sentido de aquellas palabras paternas, ha sabido abrirle un amplio panorama." Algún efecto seudo poético me saca de mis casillas:"la camisa con el cuello roto y levantado, aquellos grotescos pantalones cortos, el pelo enormemente aplastado por el agua." Como se entere Javier Marías de que se ha puesto pantalones cortos para salir a la calle, ¡y lloviendo! Pero lo del pelo "enormemente" aplastado me colma. ¿enormemente aplastado? Tiene momentos "ditirámbicos", ayer me reía a carcajadas yo solo cuando intenta seducir a aquella joven hermana de un tal Walter, el que les presta el chrysler, Bev, quien le confiesa que un tal Ragú Candor es su escritor favorito, "¿Y el tuyo?": "Al final, opta por no cometer errores y decantarse también por el tal Candor, al que no conoce de nada." Su amigo Ricardo lo pone en evidencia: "¿No nos habrás hecho venir hasta Dublín para poder convertirte en una metáfora?". Eso de convertirse en metáfora me ha parecido una genialidad. Además es la única forma de sobrevivir. Eso o que Adriana Lima te haga algún caso. Los temas que aborda la Orden de los Finnegans, que, digámoslo ya claramente, son una panda de aburridos intelectuales: "Los de siempre. El pasado ya inalterable, el presente fugitivo, el inexistente futuro." Esto, que parece una evidencia antológica, no es, ni más ni menos, que la tragedia de la existencia.

lunes, 28 de junio de 2010

Dublinesca, de Enrique Vila-Matas


Ayer empecé a leer el último libro de Vila-Matas. Tengo que devolverlo este viernes y aún no lo había empezado, así que aproveché la jornada dominical -y descansando para el ver el fútbol y un par de pelis- para avanzar bastante en la lectura y quedarme a mitad del libro aproximadamente. ¿Qué decir de esta nueva entrega del escritor barcelonés? He de confesar que estaba ilusionado por leer este libro si bien temía en cierto modo ser deglutido por una multitud de citas eruditas. Sin embargo me llevé una sorpresa al comprobar que la primera cita, si no se me ha pasado ninguna- no aparece hasta la página 46 (!), es de Jules Renard: "Un joven de Londres dejó el otro día esta carta: "Voy a suicidarme, la comida de papá está en el horno"." Me gustó que fuera una cita de una cita -lo que me ha obligado a doblar las comillas. Hasta ese momento tan sólo se había citado a Monica Vitti en El desierto rojo de Antonioni ("Me duelen los cabellos"), en una frase que parece haberle llamado mucho la atención al protagonista del libro. No debería hacerlo tanto ya que es una expresión popular de uso más o menos frecuente, algo así como "me duele hasta el pelo", lo que pasa es que si lo dice la sofisticada y hermosa Vitti todo es más enigmático y surrealista. Precisamente en la página 48 encontramos una interesante reflexión sobre el carácter de su amiga artista Dominique González Foerster: "Es una gran amante de las citas y muy concretamente del procedimiento de Godard en su primera época, cuando insertaba citas, palabras de otros -reales o inventadas- en medio de la acción de sus películas." ¿Y de qué va el libro? El protagonista, Samuel Riba, es un editor jubilado que pasa sus días navegando frente al ordenador, al borde de convertirse en un auténtico hikikomori. La narración está en tercera persona, a muchos nos hubiera gustado una primera persona, más valiente y creíble, sobre todo porque en determinado momento del libro se especula sobre la propiedad del yo narrativo, del "nosotros" en una novela de Peter Handke. El libro comienza con la visita a sus padres de Riba. Acababa de volver de un viaje extraño a Lyon. Riba siempre visita a sus padres los miércoles y después de cada viaje editorial. Pero esta vez ha ido a Lyon a dar una conferencia. La editorial ya no existe, aunque oculta esta realidad a sus padres, que están mayores. Desde este punto temporal Riba da un salto hacia atrás y explica su estancia en Lyon, no a sus padres, sino al lector. Allí termina enclaustrado en la habitación del hotel elaborando una teoría de la novela que tomará como base a una antigua propuesta de Julien Gracq. De esta visita a sus padres nace su próximo viaje: a Dublín. Vila-Matas, digo Riba, no sabe por qué debe -¿quiere?- ir a Dublín ("No sabe por qué quiere ir a Dublín", pág.54). Finalmente, y tras hablar con algunos amigos escritores parece encontrar dos razones: dar el salto inglés -pasarse a la literatura anglosajona después de años de lecturas francesas, estimulado por su amigo Javier-; y celebrar un Réquiem por lo que él llama la galaxia Gutenberg, y que hace referencia a la muerte del libro en papel a causa de la era digital. "Tal vez quiere ir a Dublín por todos esos motivos y también por otros que se le escapan y se le escaparán siempre" (pág.55); para salir de la rutina, para no entumecerse en casa y convencerse a sí mismo de que aún puede salir, tener vida social -a pesar de su abstemia obligada-. Vila-Matas parece querer exorcizar sus miedos literarios a través de la figura del editor. Recurre al llamado Mal de autor -nada que ver con el Mal de Montano, ¿o sí?-, en la página 44: "editores que preferirían publicar libros que no los hubiera escrito nadie, pues así verían, cómo la gloria de lo que han contado sería sólo para ellos.".
Parte de la obsesión por Dublín nace en un sueño. En él aparece Riba rompiendo su particular ley seca, frente a un pub irlandés llamada Coxwold -inexistente, por el momento- y abrazado a su mujer, ambos llorando. En general no me gustan las experiencias oníricas en los libros. Simplemente porque nunca pueden sorprenderte, porque en los sueños vale todo, y cualquier cosa puede significar cualquier cosa. No obstante este sueño no menciona niguna actividad o imagen irreal, y de alguna forma está integrando el pilar fundamental del desarrollo de la novela, es decir, el viaje a Dublín del protagonista.
Aprovecha Riba la visión de una película de Cronenberg, Spider, para escribir una especie de ensayo sobre la película, adentrarnos en la especial relación entre Riba y su mujer Celia, y por último para intentar establecer una posible unión entre Riba y el personaje de Spider, un loco venido a menos que escribe palitos en unas notas minúsculas que recuerdan a los microgramas de Robert Walser. Esta visión de Spider despierta otras referencias culturales como El desierto rojo de Antonioni, y El hombre que duerme de Perec.
El proyecto que llevará a cabo su amiga artista en la Tate Modern de Londres sirve a Vila-Matas para dar rienda suelta a sus predilecciones cinematográficas: "En la pantalla gigante piensa Dominique proyectar una extraña película, más experimental que futurista que reunirá fragmentos de Alphaville (Godard), de Toute la mémoire du monde (Resnais), de Farenheit 451 (Truffaut), de La Jetée (Chris Marker), de Il desserto rosso (Antonioni)". También de sus gustos literarios -escenificados en los autores publicados por el propio Riba-: En cada litera habrá como mínimo un libro. Habrá ediciones inglesas de libros de autores casi todos ellos publicados por Riba". Y salen a colación Dick, Echenoz, Perec, Duras, Sebald...
Me gusta mucho la parte en la que Vila-Matas va en taxi leyendo en el periódico una entrevista a Claudio Magris con motivo de la publicación de su último libro El viajar infinito: "Magris opina que ese viaje circular de un pletórico Ulises regresa a casa -el viaje tradicional, clásico, edípico y conservador de Joyce- ha sido sustituido a mediados del siglo XX por el viaje rectilíneo." Porque ¡ah! se me olvidaba, el auténtico motor de Dublinesca es, por supuesto, Ulyses de Joyce. Una serie de casualidades cronológicas -la edad de su padre, la fecha de publicación de Ulyses,...- no hacen más que confirmar la oportunidad de su viaje a Dublín. Sobre todo asistimos a la gestación de la Orden de los Finnegans. Una Orden a la que pertenece Vila-Matas junto a otros escritores como Antonio Soler, Eduardo Lago, y otros, y que aparecen enmascarados en esta novela, los cuales se reúnen cada 16 de junio en Dublín -día en que se desarrolla Ulyses de Joyce- y leen la frase final del capítulo 6 de Ulyses como juramento para todo nuevo caballero de la Orden.
Tiene su punto de misterio también esta novela. Riba ve en diferentes sitios a un tipo sospechoso vestido con una chaqueta hindú, lo que le hace pensar que está siendo vigilado. Bueno, no cuento más. Aún me queda leer la segunda parte del libro.

sábado, 26 de junio de 2010

Naturaleza muerta con brida, de Zbigniew Herbert


Martwa natura z wedzidlem. Traducción del polaco de X. Farré.


No tenía muy claro si comentar este libro en mi blog de arte (El gran Kovalski) o en éste de literatura. Sigo sin tenerlo claro pero he terminado incluyéndolo aquí por una razón determinante. Subtitulado Ensayos y apócrifos, este libro del poeta polaco Herbert es algo más que una recopilación de ensayos sobre arte y "otras cosas" en la Holanda del siglo XVII. Sencillamente este libro de Herbert es una auténtica maravilla por su sensibilidad, su imaginación, y su virtuosa construcción, lo que convierte a los distintos ensayos en auténticas obras maestras del relato breve. Es decir, este libro más allá del género literario (podríamos encuadrar sus diferentes capítulos en el de ensayos de historia del arte, relatos de viajes, o ensayos históricos).
Conocía a Herbert a través de los ensayos de su compatriota Adam Zagajewski. Éste hablaba de lo apasionado que era Herbert del arte y cómo recorría las diferentes ciudades europeas en busca de un cuadro, de una sensación. Enseguida pensé que yo quisiera ser como Herbert. Después de leer este libro he comprendido que eso se antoja absolutamente imposible. Me limitaré a dar cobertura desde mi humilde atalaya de este libro excepcional.
En El delta Herbert visita Holanda con una intención diferente de como hasta ese momento lo había hecho: "Hasta ahora, todos los viajes que había hecho por Holanda, habían seguido un movimiento pendular a lo largo de la costa; como si dijéramos, usando un símil pictórico, desde El Hijo pródigo del Bosco, en Róterdam, hasta La ronda de noche, en el Rijsmuseum de Ámsterdam. El típico itinerario, por tanto, de alguien que engulle cuadros, libros, monumentos, y que deja todo el resto para los que, a semejanza de la Marta bíblica, se preocupan por las cosas de este mundo." Amén.
Herbert deja algunas pistas ineludibles para todo aquel que visite La Haya: "Mi vagabundeo me ha reportado un provecho inesperado. Binnenhof -es decir, el patio interior- es, desde hace mucho tiempo, mi conjunto arquitectónico preferido en el centro de La Haya. Rodeado por un estanque, en un silencio casi absoluto, la tarde avanzada. Como dice mi maestro Fromentin: "Es un lugar solitario y no carente de melancolía"."
Sin embargo, Herbert termina escribiendo de pintura y más concretamente de Van Goyen y su Paisaje fluvial en el museo de Dahlem de Berlín: "Es una obra llena de fuerza, independiente, de una composición tan simple como un acorde." Me sorprendió que un Van Goyen estuviera en los museos de Dahlem ya que allí están los museos de arte asiático, indio y el etnológico, aunque también el de las culturas europeas, el cual alberga El hombre con yelmo dorado del taller de Rembrandt, y seguramente es donde estará este van Goyen, no obstante no he conseguido averiguar la fecha de escritura de este capítulo.
En El precio del arte Herbert investiga lo que podrían valer esos cuadros de paisajes del barroco holandés. Al no existir crítica de arte que orientara a los compradores, a veces autores poco valiosos obtenían precios más altos que otros grandes de la historia de la pintura. No obstante, gente como Vermeer, Rembrandt o Hals conocieron el éxito en vida. "En la Holanda del siglo XVII los cuadros eran objeto de especulación, de un intenso intercambio, pasaban con frecuencia de unas manos a otras, y se comerciaba con ellos de diferentes maneras, lo que llevó a algunos investigadores a afirmar que en aquel país, los cuadros se habían convertido en algo muy similar al dinero, en un sustituto de los medios de pago; pero si buscamos una analogía más cercana, recuerdan más a las acciones: de cotización variable, caprichosa, difícil de prever."
Tulipanes de amargo aroma explica la fiebre de los tulipanes que arrasó la primera mitad del siglo y que se convirtió en una auténtica burbuja de especulación y cuyo final ocurrió tras la intervención de los precios por parte del Estado, lo que condujo a muchos compradores a la ruina. "Las transacciones de bulbos de tulipán se llevaban a cabo en medio de los aromas de la cerveza, del vodka y de la carne de cordero, es decir, en los mesones, en las posadas, en las tabernas".
En Gerard Terborch: el discreto encanto de la burguesía, Herbert aborda la vida de este pintor contemporáneo de Vermeer: "Terborch creó un tipo propio de retrato, radicalmente diferente de los de Hals, Rembrandt y otros maestros de la época, con una infalsificable marca de fábrica."
Y llegamos a Naturaleza muerta con brida. Dedicado a Josef Czapski es un interesante ensayo sobre la vida de Jan Simonsz van de Beeck, más conocido como Torrentius, un pintor que fue acusado de hereje, impío, ... y que tuvo una vida bastante tortuosa -en su lectura más literal- y del que apenas nos ha llegado el cuadro que da título al ensayo, una auténtcia obra maestra que se encuentra en el Rijksmuseum. "Merece el título y la triste dignidad del precursor; había en él algo del marqués de Sade, y también de los poets maudits del siglo XIX o, buscando una analogía más cercana, de los surrealistas."
El último ensayo, Un tema poco heroico, analiza las razones por las que la pintura holandesa se ha ocupado tan poco de la guerra de los ochenta años contra los españoles y sí mucho de escenas "inofensivas" como paisajes, interiores y escenas domésticas. Habla del sitio de Leiden, de la heroica y agónica resistencia de la ciudad hasta que las tropas de Guillermo de Orange acuden en rescate de Leiden gracias a una ocurrente apertura de canales para conseguir llevar la Armada hasta las puertas de la ciudad donde naciera Rembrandt. Es en Berlín, en una galería mediocre de Grünewald, donde Herbert encuentra al fin un cuadro digamos que conmemorativo del heroicismo holandés, si bien reconoce que es una obra menor. Se trata de Alegoría de la República holandesa, de Jacob Adriaensz Backer, aún así la realización del mismo esconde inesperados sentimientos encontrados: "la contradicción entre el tema elevado y la expresión modesta: un poco como si un drama histórico fuese representado por un grupo de pueblo en una feria."
La segunda parte del libro se titula Apócrifos y recoge diversos relatos breves -apenas de 3 a 6 páginas- historicistas como El indulto del verdugo, El capitán, Gerrit el Largo, La cama de Spinoza, y sobre todo el brilante La carta que ¿imagina? una carta firmada por Vermeer y enviada al inventor del microscopio y padre de la microbiología Antonie van Leeuwenhoek, y en la que Vermeer adopta una faceta premonitoria en cuanto al alcance de los descubrimientos científicos de su paisano: "Nuestros caminos se separan. Sé que no conseguiré convencerte y que no dejaras de pulir lentes ni de levantar tu torre de Babel. Permítemos, sin embargo, seguir con nuestro proceder arcaico, decir al mundo una palabra de reconciliación, hablar de la felicidad, de la armonía encontrada, del eterno anhelo del amor incomprendido".

Vermeer estuvo cerca, pero se equivocó, no es la pintura lo que nos hace felices sino los textos que inspiran esas pinturas, como éstos de Herbert.

domingo, 20 de junio de 2010

El viento ligero en Parma, de Enrique Vila-Matas


Publicado en España por Sexto Piso en 2008 en este volumen se recogen pequeños relatos, ensayos, disertaciones, breves discursos autobiográficos... o nada de esto y todo a la vez. Bueno, en la línea de Vila-Matas. El primero de ellos es Gombrowicz en seis horas y cuarto. En él el autor nos desvela cómo estuvo intentando imitar el estilo de Gombrowicz en sus comienzos literarios sin haber leído ni un solo libro del escritor polaco: "Durante años había estado copiándole imaginariamente y eso me había servido para, sin saberlo, crearme un estilo propio." Esta afición por Gombrowicz nació en el autor a partir de una fotografía del polaco realizada en Argentina y publicada en la revista Quimera. Vila-Matas termina hablando de los Diarios de Gombrowicz, de su gusto por la inmadurez y el surrealismo, recurriendo a citas de Malraux, Walser y por supuesto del propio Gombrowicz, quien al dejar Argentina en 1963 gritaría desde la borda del barco: "¡Maten a Borges!". Mastroianni-sur-mer es uno de los mejores del libro. En ella el autor tiene que dar una conferencia en Barcelona sobre literatura y cine. Escoge la novela de Tabucchi Sostiene Pereira que tendría una versión cinematográfica protagonizada por Marcello Mastroianni, el verdadero artífice de que Vila-Matas se convirtiera en escritor (¿no había sido Gombrowicz?). Todo partió de la visión de la película de Michelangelo Antonioni La notte, en la que el reconocido actor italiano hacía de escritor de cierto éxito y Jeanne Moureau de su esposa. Vila-Matas aspiraba a ser escritor de éxito y a tener una esposa tan guapa como Jeanne Moreau ("Antes tenía ideas. Ahora sólo memoria", cita Vila-Matas al personaje de Mastroianni en la peli). Si Mastroianni después de hacer Sostiene Pereira declaró querer ser Pereira -un anciano profesor que descubre cómo puede seguir sorprendiéndole la vida a esa edad tan avanzada-, Vila-Matas habría declarado querer ser Mastroianni después de ver La notte y reconoce que ser buen escritor es incluso más difícil que tener una esposa tan hermosa como Moreau. Puede que Vila no viera entera la peli, o puede que simplemente olvidara que el matrimonio Mastroianni-Moreau pasaba por una crisis monumental, que Monica Vitti seduce a Mastroianni en la fiesta de unos amigos con un juego de suelo tan ingenuo como patético, que Moreau está a punto de irse con un joven apuesto con quien flirtea en la piscina en una provocativa escena, que Mastroianni a pesar de su logrado éxito no deja de ser un escritor mediocre a juzgar por la sinopsis de su novela -una sinopsis que Vila dice no ser revelada en la peli pero que no es así, ya que en determinado momento, creo que ante el lecho de muerte de su amigo en el hospital, hablan del tema del libro-, es decir, puede que Vila tenga en La notte el punto de ignición de su carrera como escritor, pero también puede que haya olvidado la esencia de la peli de Antonioni y que no haya sido más que el eco de un recuerdo de la peli el que le haya impulsado a su vida literaria . Como siempre la multitud de citas, de personajes de la cultura (Kafka, el propio Tabucchi, amigo de Vila-Matas, mi admirado Magris, Rosellini, Rothko, Válery,...), y las continuas inmersiones de Vila-Matas en la frontera entre la ficción y la realidad construyen un magnífico episodio de narrativa vilamatasiana que concluye con una visita al faro de Cascais en la Boca del Infierno ("Desde el momento mismo en que comencé a preparar esta conferencia supe que hablaría del faro de Cascais", y es que la literatura puede que sólo sea eso, el arte de enlazar sucesos, fotografías, escenas de una película, imágenes de un viaje, recuerdos perdidos en la memoria, para dar lugar a una nueva realidad, una realidad hipertrófica que nada o mucho tiene que ver con nosotros mismos) el lugar más occidental de la penínsuila ibérica -y escenario de una de las escenas de la peli Sostiene Pereira- y donde me enorgullezco haber estado, ¡no sin padecer un tremendo vértigo ante los acantilados!

En El paseo de San Joan en rojo Vila recorre la calle de su infancia, consigue ver un barco flotante sobre el Arco del triunfo barcelonés tras una indicación oportuna de Vicente rojo "actualmente el mejor pintor de México", y me hace pensar en cuando estuve en el Parc de la Ciudatella, esperando que partiera el tren hacia Milán, con el tobillo dolorido y comiendo una pizza congelada ("Yo no sabía que podía verse el mar desde lo alto del territorio de mi infancia", en lo que no deja de ser una auténtica delcaración de lo enigmática y misteriosa que puede resultar la infancia bajo la perspectiva del adulto, quien no termina de reconocer paisajes, caras ni escenas del pasado).

Bolaño en la distancia es una sentido homenaje al autor chileno y un encumbramiento de su novela Detectives salvajes ("Tengo con Bolaño una gran afinidad con todos esos seres errantes que aparecen en su novela: seres que a mi me parecen que vagan en lugares extraños, en unas afueras que no poseen un interior, como astillas a la deriva supervivientes de un todo que nunca ha existido", demonios, es tiempo de la retórica, a veces Vila-Matas sufre el virus de lo crítpico y no se le entiende nada, es parte del juego).

En Viaje al norte de Suiza volemos a encontrarnos con la figura de Robert Walser y con la elaboración de la mejor novela de Vila, Doctor Pasavento. Resulta extraordinario para el lector acceder a los cimientos de la creación literaria. Debemos creer que Vila estuvo en el manicomio de Herisau, donde pasó los últimos veinte años Walser, y debemos creer que incluso le pidió al doctor Kägi, director del hospital, que le dejara ingresar en el mismo durante unos días para así mimetizarse con la figura de Walser sobre el que estaba escribiendo su próximo libro ("El doctor que había escuchado con una sonrisa socarrona la pregunta, respondió con amabilidad, tal vez encantado de haber pasado a formar parte de una trama novelesca: "no, no es posible, dijo".) Vila es un escritor que no rehúye de su propia creación, que la revisita, reflexiona sobre ella, así encontramos en este relato pasajes que encontramos directamente en Doctor Pasavento, es una revisita clandestina de su obra, es lo contrario a la literatura del No que Vila reivindicara en Bartleby y compañía, o al menos que homenajeara. Este relato comienza con la visita inmediata al cabaret Voltaire en Zurich. Cosa que me hizo comprender mi propia estupidez, ya que después de estar una semana en Zurich ni siquiera reparé en la posibilidad de visitar la cuna del Dadaísmo. En otras páginas de El viento... encontraremos a Beckett, Coetzee, Xinjian, Lisboa, Parma y Stendhal, Oscar Wilde y la tarea de escribir ("Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla") y sobre todo el Pitol de Nocturno de Bujara el cual "...hay que multiplicarlo por cinco. Digo esto porque cuando me acerqué a este cuento por primera vez me resultó una interesante experiencia leerlo de golpe cinco veces seguidas, tantos como número de fragmentos (o detalles) tenía. Leyéndolo así, se me convirtió en un cuento que crecía a medida que se multiplicaban las confusas manchas de sus detalles." Vila-Matas es uno de esos escritores que apetece leer cinco o más veces, porque cada lectura puede suponer una revelación -a pesar de su enfermiza manía por las citas.

domingo, 13 de junio de 2010

Jakob von Gunten, de Robert Walser.


Jakob Von Gunten (1909). Traducción de Juan José del Solar.



Ésta es la tercer novela de Robert Walser, tras Los hermanos Tanner (1907) y El ayudante (1908). Quizás sea su obra más representativa y también de las más extrañas. En ella se narran las peripecias de un joven que está interno en el Instituto Benjamenta. En este peculiar centro educativo Jakob von Gunten no parece estar a gusto: "Nosotros los alumnos internos, tenemos en verdad muy poco que hacer, casi no nos dan tareas. Aprendemos de memoria el reglamento que rige aquí dentro. O leemos el libro ¿Qué objetivo persigue la escuela de muchachos Benjamenta?". No se dan muchas explicaciones del contenido de este misterioso libro. Poco a poco nos vamos acercando a la personalidad retraída y asocial del protagonista, como cuando reconoce no tener ganas de escribir a su propia madre: "¿Por qué nunca le escribo? No logro comprenderlo, me es totalmente inexplicable y, sin embargo, no puedo decidirme a escribirle. Ocurre que no me gusta dar noticias.(...) En general no me gusta ser amado ni deseado. Tendrán que acostumbrarse a no ver más a su hijo".
La irrupción en el panorama literario español de Robert Walser debe bastante a la figura del autor barcelonés Enrique Vila Matas, uno de los talentos narrativos más importantes de la península, y a la editorial Siruela, claro está. Si en Doctor Pasavento -para mi, el mejor libro de Vila Matas-, el protagonista buscaba en la figura y vida del escritor suizo una especie de exorcismo de la propia identidad, en Bartleby y compañía nos encontramos a Robert Walser en la primera Nota a pie de página de un libro imaginario. En esa primera Nota ya Enrique Vila Matas cita a Roberto Calasso, quien no cita a Walser pero sí menciona a éste, a su obra Jacok von Gunten, y de paso a Melville y su escribiente Bartleby: "«Para muchos, Walser, el autor de Jakob von Gunten e inventor del Instituto Benjamenta —escribe Calasso—, continúa siendo una figura familiar y se puede incluso llegar a leer que su nihilismo es burgués y helvéticamente bonachón. Y es, al contrario, un personaje remoto, una vía paralela de la naturaleza, un filo casi indiscernible. La obediencia de Walser, como la desobediencia de Bartleby, presupone una ruptura total (...) Copian, transcriben escrituras que los atraviesan como una lámina transparente. No enuncian nada especial, no intentan modificar. No me desarrollo, dice Jakob von Gunten. No quiero cambios, dice Bartleby. En su afinidad se revela la equivalencia entre el silencio y cierto uso decorativo de la palabra.»
Uno de los baluartes de esta enigmática novela es el de la constante interrogante acerca del objetivo de la vida: "La prisa aquí se ha generalizado porque todo el tiempo se piensa que tiene un encanto luchar por conseguir algo, que así la vida cobra un cariz más excitante." El ser humano está automatizado para encaminarse hacia una meta. Esto es absolutamente incondicional. No hay forma de replantearse esta conducta. Walser -o mejor dicho, Jakob von Gunten- intenta rebelarse, ¿lo conseguirá?
Encontramos una interesante alusión a los judíos (la novela fue escrita en 1909) que retrata un poco el perfil que tenían asignado éstos en la época anterior al genocidio nazi: "Por fastidiarme, Kraus dice que parezco un judío. (...) Disputamos sobra la valía o no de los judíos, lo cual nos divierte extraordinariamente." Supongo que esto no podría haberse escrito ni publicado a partir del año 1945.
El territorio que el lector recorre es más sinuoso que otra cosa. No hay una línea narrativa definida. De momento estamos ante un episodio perfectamente encauzado como nos topamos con la descripción de un sueño, o las reflexiones del joven von Gunten, presa de multitud de dudas existenciales. Uno de los momentos más divertidos se encuentra en la redacción del currículum vitae que el protagonista debe entregar al director Herr Benjamenta. En él aparecen datos de su época escolar anterior: "En su casa el infraescrito ha vapuleado a su profesor de historia, el respetable doctor Mertz, infamia de la cual se arrepiente." ¿Acaso von Gunten ha llegado al instituto Benjamente como castigo? ¿Es un internado de chicos conflictivos?
Resalta la velada -o no tan velada- crítica al ejercicio de escritor: "Que este señor se quede más bien en casa. Esos que no hacen sino estudiar, pintar y hacer observaciones son una tira de trápalas. Vivamos primero, que las observaciones vendrán luego por sí solas." En múltiples ocasiones Walser cuestionará su actividad escritora a lo largo del libro. ¿Es Walser un "escribiente"? ¿Es realmente un Bartleby como pronosticará Vila Matas? Desde luego la forma de escribir de Walser es de lo más impulsiva. Nos da la impresión de que va a sucumbir a la indolencia de un momento a otro, de que entre párrafo y párrafo ha transitado por dominios frenéticos, de que ha sido vapuleado -como von Gunten ha vapuleado al doctor Mertz- por una montaña rusa de estados anímicos. Tal es el desequilibrio estilístico que predomina en la novela. ¿Es éste entonces el estilo walseriano? Con unos altibajos mucho más acusados que en Los hermanos Tanner el lector teme con frecuencia por la salud no ya del protagonista sino del propio autor.
Absolutamente geniales son los encuentros con su hermano Johann, una artista que ha triunfado en la vida. Los consejos de éste a su hermano menor Jakob son de gran sabiduría: "Sobre todo: jamás te sientas marginado. La marginación, hermano, no existe, ya que en este mundo no haya nada, absolutamente nada digno de desearse. Y, no obstante, has de tener aspiraciones, y hasta diría que apasionadamente. Aunque no para consumirte de deseos, métete esto en la cabeza: no existe nada, nada a lo cual valga la pena aspirar." Es decir, hay que tener aspiraciones pero sabiendo que estas aspiraciones no son más que parte de un teatro necesario para seguir con vida. En realidad uno concluye que hay que inventarse las aspiraciones y los objetivos en la vida. Una idea que Walser termina por ridiculizar por lo absurda -¿inventar algo para creer en ello?- que ésta termina siendo.
Gándara se refiere a Los hermanos Tanner y a Jakob von Gunten como "grandes novelas y a la vez textos sobre el límite: la transparencia había sido perdida en origen". No querría caer en el tópico de citar a Kafka pero no me queda más remedio. La extrema racionalidad, al borde de la locura, que ronda todo Jakob von Gunten, está al borde del surrealismo kafkiano, si bien aquí no leemos situaciones surrealistas, y cuando las hay pertenecen al mundo de los sueños.
No se reniega de las intenciones lícitas de todo ser humano, llevar a cabo empresas mayestáticas, pero con cierto orden: "Las empresas grandes y audaces han de realizarse con la máxima discreción y en silencio, de lo contrario se corrompen y desvirtúan, volviendo a extinguirse el fuego que ya empezaba a brotar."
De repente Walser nos sorprende con ideas propias de una mente psicótica. Walser terminó sus ideas en un manicomio, escribiendo a lápiz en diminutas notas de papel -Microgramas- en los que plasmaba sus pensamientos. Así, la consecuencia que depararía la posibilidad de ser rico no es la típica: "Quisiera ser rico y que me destrozaran la cabeza. Dentro de poco ya no me apetecerá comer nada."
En un pasaje a Walser se le courre que si fuera rico repartiría su dinero entre la gente de la calle, sin dar ni recibir explicación alguna. Esto me recuerda a una novela de Paul Auster en la que un magnate que tenía empelado al protagonista le encarga esta misión altruista: "Abriría mi cartera, sacaría diez mil marcos en diez mil billetes de mil y le entregaría esa suma."
Yo leo este libro y no sé qué pensar. Me gustaría hacer una crítica o un comentario lúcido, poniendo el acento en los pilares del texto, pero me veo incapaz. A menudo he estado tentado de renunciar a este escrito. Es porque Robert Walser me sobrepasa. Lo mismo me pasó con Soseki. Fui incapaz de reseñar ninguna de sus tres novelas que recientemente he leído. Lo mismo me sucedió con el Bartleby de Vila Matas, un libro asombroso, original, estimulante. Mientras lo leía me asaltaba continuamente la idea de que al propio Vila Matas le hubiera gustado estar incluido en su propio libro. Quizás por eso lo escribió. A lo mejor él quiere ser considerado otro Bartleby. Pero para eso tendría que dejar de escribir. Como hizo Walser, quien se retiró a un manicomio de Herisau, en Suiza. Aún allí continuó escribiendo. Paseando por los jardines del manicomio, apuntando sus microgramas a lápiz, como cuenta Vila Matas en Doctor Pasavento.
A vueltas con el ansia de éxito del ser humano: "... los éxitos tienen por única e inseparable compañía la dispersión y unas cuantas cosmovisiones baratas." Por eso al final Jakob von Gunten no ve clara la propuesta del director. Por eso... no voy a contar el final.
Kraus es su mejor amigo dentro del instituto, pero con él a veces mantiene peleas dialécticas: "Hace poco le pregunté a Kraus si también él siente, a ratos, algo parecido al aburrimiento.
Mira, estoy aprendiendome este libro de memoria ¿Qué? ¿Crees que tengo tiempo de aburrirme? ¡Qué preguntas más absurdas!". En este pasaje del que he extraído algunas frases encontramos algunos pensamientos sobre los que reflexionar. El aburrimiento ¿es lícito, necesario? ¿de qué naturaleza está hecho? Memorizar un texto, tener ocupada la actividad intelectual, ¿es suficiente para seguir subsistiendo? ¿Se aburre uno de aburrirse? ¿Cómo identificar el aburrimiento? ¿No estamos siempre aburridos en realidad?
Las conversaciones con Fräulein Benjamenta y con Herr Benjamenta componen la parte más imaginativa e inspirada de la novela. Ambos rozan la locura en sus asertaciones, en sus sentimientos hacia Jakob, en sus confesiones ditirámbicas. Algunos encuentros termina Walser convirtiéndolos en sueños -con Fräulein Benjamenta-, tal es el grado de disparate que alcanza por momentos. "¡Cómo en el sueño todo roza los confines de la locura!"
Es constante la idea del no aprendizaje de estos alumnos en tan extraño Instituto: "Vivir bajo tutela y ser maltratados es el máximo honor al que podemos aspirar." En realidad el aprendizaje es imposible, no sólo en el instituto Benjamenta, sino en cualquier instituto. El Benjamenta es tan sólo una exageración, una deformación forzada que esconde la verdadera materia del que está hecho el sistema educativo -¿en manos de quiénes estamos -hemos estado- los alumnos?.
Walser nos abre los ojos despiadadamente a quienes piensan que el pensamiento puede sustituir a la vida -como en el comentario sobre los escritores-: "En el hecho de abrir una puerta hay más vida oculta que en una pregunta." Una frase que echa por tierra toda una vida basada en el intelecto. Un mazazo para aquellos que piensan que la vida está en la mente, y no en los hechos.
De nuevo leemos la sensación de no esperanza en estos alumnos, abocados a un vacío inexplicable: "Nosotros, los alumnos, no esperamos nada; es más, nos está terminantemente prohibido albergar esperanzas de vida en nuestro corazón, pese a lo cual vivimos muy alegres y tranquilos." La resignación inexplicable de los alumnos, el triunfo del sistema que modela las mentes de futuros ¿directores de institutos?
No se administra Walser a la hora de repartir doctas lecciones: "Quien se autovalora en exceso nunca está salvo de desalientos y degradaciones, pues el hombre consciente de sí tropieza siempre con algo hostil a su conciencia." En estas especies de aforismos seudo filosóficos nos parece entrever cierta postura oriental con respecto al conocimiento, lo que le conduce a una contradicción reflexiva, es decir, el hecho de abrir una puerta ¿está dentro de la conciencia o carece de moral?
La actitud de Herr Benjamenta va tejiendo una personalidad tan cómica como esquizoide, en realidad da terror, y puede llegar a tener momentos de sinceridad tales como éste:"Jakob, dime, ¿no encuentras mezquina la vida que llevas aquí, realmente mezquina?". ¿Cómo se le puede ocurrir al director de una escuela hablar en estos términos a uno de sus alumnos? La cosa es mucho más compleja. El director ha "adoptado" de alguna forma a von Gunten, hasta límites insospechados.
Jakob no cree en la vida, definitivamente, no tiene ilusión por nada, por eso le da igual estar en el Instituto Benjamenta, sin aprender nada, en manos de unos auténticos locos: "Un día tendré un ataque, uno de esos ataques que fulminan de verdad, y entonces todo se habrá acabado."
Resulta desmoralizante que en la mente de un joven que se encuentra en período iniciático se atisben este tipo de pensamientos catastrofistas y desesperanzados.
Su insociabilidad a veces nos preocupa: "...me aguardo siempre de acercarme a los demás; no sé, pero debo tenere cierto talento para convencer a la gente, sin decir palabra, de la imprudencia de ciertas aproximaciones; al menos pienso que es difícil ganarse mi confianza." Por otro lado entendemos que no tiene otra salida.
A lo largo de todo el texto se repite la idea de futilidad del Instituto, uno lega a preguntarse ¿qué demonios hacen allí los jóvenes, por dios?: "¿Qué he aprendido? Pues para ser sincero debo decir que muy poco. Pero hoy en día no tiene mayor importancia saber mucho." ¿El conocimiento desemboca en la locura?
No hay lugar para la esperanza, todo da igual, Jakob von Gunten no tiene posibilidad de escape: "La vida, con sus feroces leyes, no es para algunos sino una cadena de desalientos y de impresiones malignas y aterradoras."
Todo deriva de su insociabilidad, de su miedo a la colectividad, o más que miedo, rechazo.
Uno no puede reprimir esa imagen de un anciano Robert Walser caminando por la nieve, cayendo y siendo sepultado por el frío hasta la muerte, mientras lee su legado literario, de una inquietud ingobernable.