Ayer empecé a leer el último libro de Vila-Matas. Tengo que devolverlo este viernes y aún no lo había empezado, así que aproveché la jornada dominical -y descansando para el ver el fútbol y un par de pelis- para avanzar bastante en la lectura y quedarme a mitad del libro aproximadamente. ¿Qué decir de esta nueva entrega del escritor barcelonés? He de confesar que estaba ilusionado por leer este libro si bien temía en cierto modo ser deglutido por una multitud de citas eruditas. Sin embargo me llevé una sorpresa al comprobar que la primera cita, si no se me ha pasado ninguna- no aparece hasta la página 46 (!), es de Jules Renard: "Un joven de Londres dejó el otro día esta carta: "Voy a suicidarme, la comida de papá está en el horno"." Me gustó que fuera una cita de una cita -lo que me ha obligado a doblar las comillas. Hasta ese momento tan sólo se había citado a Monica Vitti en El desierto rojo de Antonioni ("Me duelen los cabellos"), en una frase que parece haberle llamado mucho la atención al protagonista del libro. No debería hacerlo tanto ya que es una expresión popular de uso más o menos frecuente, algo así como "me duele hasta el pelo", lo que pasa es que si lo dice la sofisticada y hermosa Vitti todo es más enigmático y surrealista. Precisamente en la página 48 encontramos una interesante reflexión sobre el carácter de su amiga artista Dominique González Foerster: "Es una gran amante de las citas y muy concretamente del procedimiento de Godard en su primera época, cuando insertaba citas, palabras de otros -reales o inventadas- en medio de la acción de sus películas." ¿Y de qué va el libro? El protagonista, Samuel Riba, es un editor jubilado que pasa sus días navegando frente al ordenador, al borde de convertirse en un auténtico hikikomori. La narración está en tercera persona, a muchos nos hubiera gustado una primera persona, más valiente y creíble, sobre todo porque en determinado momento del libro se especula sobre la propiedad del yo narrativo, del "nosotros" en una novela de Peter Handke. El libro comienza con la visita a sus padres de Riba. Acababa de volver de un viaje extraño a Lyon. Riba siempre visita a sus padres los miércoles y después de cada viaje editorial. Pero esta vez ha ido a Lyon a dar una conferencia. La editorial ya no existe, aunque oculta esta realidad a sus padres, que están mayores. Desde este punto temporal Riba da un salto hacia atrás y explica su estancia en Lyon, no a sus padres, sino al lector. Allí termina enclaustrado en la habitación del hotel elaborando una teoría de la novela que tomará como base a una antigua propuesta de Julien Gracq. De esta visita a sus padres nace su próximo viaje: a Dublín. Vila-Matas, digo Riba, no sabe por qué debe -¿quiere?- ir a Dublín ("No sabe por qué quiere ir a Dublín", pág.54). Finalmente, y tras hablar con algunos amigos escritores parece encontrar dos razones: dar el salto inglés -pasarse a la literatura anglosajona después de años de lecturas francesas, estimulado por su amigo Javier-; y celebrar un Réquiem por lo que él llama la galaxia Gutenberg, y que hace referencia a la muerte del libro en papel a causa de la era digital. "Tal vez quiere ir a Dublín por todos esos motivos y también por otros que se le escapan y se le escaparán siempre" (pág.55); para salir de la rutina, para no entumecerse en casa y convencerse a sí mismo de que aún puede salir, tener vida social -a pesar de su abstemia obligada-. Vila-Matas parece querer exorcizar sus miedos literarios a través de la figura del editor. Recurre al llamado Mal de autor -nada que ver con el Mal de Montano, ¿o sí?-, en la página 44: "editores que preferirían publicar libros que no los hubiera escrito nadie, pues así verían, cómo la gloria de lo que han contado sería sólo para ellos.".
Parte de la obsesión por Dublín nace en un sueño. En él aparece Riba rompiendo su particular ley seca, frente a un pub irlandés llamada Coxwold -inexistente, por el momento- y abrazado a su mujer, ambos llorando. En general no me gustan las experiencias oníricas en los libros. Simplemente porque nunca pueden sorprenderte, porque en los sueños vale todo, y cualquier cosa puede significar cualquier cosa. No obstante este sueño no menciona niguna actividad o imagen irreal, y de alguna forma está integrando el pilar fundamental del desarrollo de la novela, es decir, el viaje a Dublín del protagonista.
Aprovecha Riba la visión de una película de Cronenberg, Spider, para escribir una especie de ensayo sobre la película, adentrarnos en la especial relación entre Riba y su mujer Celia, y por último para intentar establecer una posible unión entre Riba y el personaje de Spider, un loco venido a menos que escribe palitos en unas notas minúsculas que recuerdan a los microgramas de Robert Walser. Esta visión de Spider despierta otras referencias culturales como El desierto rojo de Antonioni, y El hombre que duerme de Perec.
El proyecto que llevará a cabo su amiga artista en la Tate Modern de Londres sirve a Vila-Matas para dar rienda suelta a sus predilecciones cinematográficas: "En la pantalla gigante piensa Dominique proyectar una extraña película, más experimental que futurista que reunirá fragmentos de Alphaville (Godard), de Toute la mémoire du monde (Resnais), de Farenheit 451 (Truffaut), de La Jetée (Chris Marker), de Il desserto rosso (Antonioni)". También de sus gustos literarios -escenificados en los autores publicados por el propio Riba-: En cada litera habrá como mínimo un libro. Habrá ediciones inglesas de libros de autores casi todos ellos publicados por Riba". Y salen a colación Dick, Echenoz, Perec, Duras, Sebald...
Me gusta mucho la parte en la que Vila-Matas va en taxi leyendo en el periódico una entrevista a Claudio Magris con motivo de la publicación de su último libro El viajar infinito: "Magris opina que ese viaje circular de un pletórico Ulises regresa a casa -el viaje tradicional, clásico, edípico y conservador de Joyce- ha sido sustituido a mediados del siglo XX por el viaje rectilíneo." Porque ¡ah! se me olvidaba, el auténtico motor de Dublinesca es, por supuesto, Ulyses de Joyce. Una serie de casualidades cronológicas -la edad de su padre, la fecha de publicación de Ulyses,...- no hacen más que confirmar la oportunidad de su viaje a Dublín. Sobre todo asistimos a la gestación de la Orden de los Finnegans. Una Orden a la que pertenece Vila-Matas junto a otros escritores como Antonio Soler, Eduardo Lago, y otros, y que aparecen enmascarados en esta novela, los cuales se reúnen cada 16 de junio en Dublín -día en que se desarrolla Ulyses de Joyce- y leen la frase final del capítulo 6 de Ulyses como juramento para todo nuevo caballero de la Orden.
Tiene su punto de misterio también esta novela. Riba ve en diferentes sitios a un tipo sospechoso vestido con una chaqueta hindú, lo que le hace pensar que está siendo vigilado. Bueno, no cuento más. Aún me queda leer la segunda parte del libro.
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