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miércoles, 6 de junio de 2018

Tala, de Thomas Bernhard

Holzfällen-Eine Erregung
@Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main 1984

Ed.cast: Alianza Editorial, S.A.,1988,1989,2002
Traducción: Miguel Sáenz.
Diseño: Ángel Uriarte.

Género: Drama existencialista.
Temática: Sociedad y cultura.
Estilo: Monólogo interior.
Época: Años 80.

Sinopsis:
El narrador se encuentra en el Graben con los Auersberger. Le hablan del suicidio de Joana y lo invitan a una "cena artística" con un famoso actor del Burgtheater.

Personajes:

El narrador: Escritor. Sabemos que estudió en el Mozarteum y se trasladó a Viena donde, como todo artista que se traslada a Viena, fue aniquilado por Viena. Asiste a la "cena artística" que dan los Auersberger. En los 50, cuando el narrador se relacionaba con esos artistas, aquellas cenas artísticas eran habituales y el narrador las califica como repulsivas, no entiende por qué ha aceptado esta invitación, 25 años después, en lugar de quedarse en casa leyendo a Gogol o tocando a Satie. En esa cena no conversa con nadie -a veces dice palabras en alto como "¡Descuido!", una y otra vez, sorprendiendo a todos-. Sólo se dirige a alguien en dos ocasiones, al actor del Burg y a Auersberger. Detesta al actor del Burg pero al final de la noche un cambio inesperado en la actitud del actor del Burg le hará cambiar de opinión. Observa desde su sillón de orejas primero y luego desde su asiento de comensal.
Los Auersberger: Auersberger, músico, seguidor de Anton Webern, alcohólico, dice cosas como "Tenemos que matarnos todos mutuamente", su cantata no puede estrenarse en Viena porque no hay en Viena un solo flautista capaz de tocar su cantata y esta debe ser interpretada en Londres consecuentemente, calificado por el narrador como "el Novalis de los sonidos", en realidad se llama Auersberg pero se cambió el nombre a Auersberger porque daba más clase; la Auersberger, rica, le gusta organizar cenas artísticas, parece que va a interpretar unas canciones de Purcell. Los Auersberger se acaban de comprar todo lo de Ludwig Wittgenstein, van cargados con todo lo de Ludwig Wittgenstein, pero en realidad nunca van a leer nada de Ludwig Wittgenstein.
El actor del Burg: "ese zoquete teatral y pomposo", "recitador megalómano de palabras huecas". Principal atracción de la cena artística. Interpreta en el Burgtheater a Ekdal en El pato salvaje de Ibsen (así como el narrador, el día anterior a la cena con el actor del Burg que interpreta El pato salvaje en el Burg, busca El pato salvaje en su biblioteca aunque no encuentra El pato salvaje en su biblioteca cuando estaba seguro de que tenía El pato salvaje en su biblioteca, voy a la biblioteca de mis padres, porque estoy seguro de que en la biblioteca de mis padres está El pato salvaje de Ibsen, y cojo prestado El pato salvaje de Ibsen, tengo que leer El pato salvaje de Ibsen para comprender Tala de Bernhard, me digo, leo El pato salvaje de Ibsen, cosa que, según el narrador, no ha hecho ninguno de los asistentes a la cena artística, leer El pato salvaje, me refiero, lo que provoca que ninguno de los comentarios, proclamas, disertaciones del actor del Burg sobre El pato salvaje de Ibsen pueda ser comprendido). El actor del Burg -así denominado en todo el texto- reflexiona sobre el mundo del teatro, sobre el Burgtheater, al que critica y defiende por igual, sobre Ibsen y Strindberg (a veces Ibsen es el más grande frente a Strindberg, a veces es Strindberg el más grande frente a Ibsen), sobre su Ekdal -también sobre el Gregers-, en resumen, sobre su arte -se retira a una cabaña en el Tirol para estudiar el Ekdal ("el papel más difícil es el de Ekdal")-. Siente lo que él llama su "nostalgia española".
Jeannie Billroth: escritora, seguidora de Virginia Woolf (primero imitadora de Virginia Woolf y luego superadora de Virginia Woolf), ella se denomina la nueva Virginia Woolf y sostiene haber ido más lejos en sus novelas que Virginia Woolf en Las olas, aunque en realidad sólo escribe insensateces -el narrador. En el pasado fue muy amiga del narrador y compartieron veladas de lectura de autores del siglo XX, pasearon por el Prater y subieron a la noria donde charlaron sobre Pirandello y Pavese. El narrador le facilitó el título para su novela El desierto de la juventud. Hace años que no se ven ni se soportan. Ella le odia en silencio por el hecho de que un día él se escapó para no ser aniquilado por ella. Tiene un enfrentamiento con el actor del Burg por el papel más difícil, el Ekdal de Ibsen o el Edgar de Strindberg, Billroth cita el estudio del famoso profesor Kindermann, "Edgar y Ekdal: una comparación". Autora de la pregunta fundamental al actor del Burg: "¿Cree usted que, al final de su vida, se habrá realizado en su arte?".
Joana: nombre artístico de Elfriede Slukal, bailarina, autora del estudio que a nadie interesa Arte del movimiento (o también Estudio de movimiento). Suicida. Amiga del narrador. La noticia de su muerte, dada por la tendera de ultramarinos tan solo una hora después del descubrimiento de su cuerpo colgando en el vestíbulo, no impresiona en absoluto al narrador ya que este pensaba que Joana se habría suicidado hacía tiempo.
Anna Schreker: escritora, seguidora de Gertrude Stein, así como Billroth lo es de Virginia Woolf. Ganadora del Gran Premio Nacional de Austria de Literatura, aceptado sin pudor después de haber criticado durante años a la institución.
Tendera de ultramarinos: amiga de Joana en Kilb. Descubridora del cuerpo de Joana a las 7 de la mañana. Enseguida llama, primero a John -a quien le dice de inmediato que Joana se ha ahorcado-, luego al narrador -a quien oculta que Joana se ha ahorcado cuando en realidad es inútil que le oculte al narrador que Joana se ha ahorcado porque al decirle al narrador que Joana ha muerto el narrador ha sabido desde ese instante que Joana se ha ahorcado tal y como le dice a la tendera de ultramarinos quien se sorprende de que el narrador sepa que Joana se ha ahorcado cuando en ningún momento le ha dicho al narrador que Joana se ha ahorcado.
John: pareja de Joana en Kilb, se hace cargo de los preparativos del funeral de Joana, al principio cree que otros se harán cargo de los preparativos del funeral de Joana pero al final es él quien se hace cargo de los preparativos del funeral de Joana. Contempla horrorizado cómo en la morgue han envuelto el cadáver de Joana en un plástico.
Fritz: artista internacional del tapiz. Ex marido de Joana. Gran Premio de Sao Paulo por su Montaña asociativa. Se fuga a México con la mejor amiga de Joana y luego deja a esta a su vez por una mexicana.
Enrstl: marido de Jeannie Billroth. Trabaja en el Instituto Químico.
Dos estudiantes de la Estiria: ríen jocosa e inoportunamente, son aspirantes a ingeniero.
Dos jóvenes escritores: el narrador se reconoce en ellos de joven.
Rehmden: Pintor manco de la escuela surrealista de Viena.

Lugares:
Viena: esa ciudad que odiamos y que sin embargo amamos más que a cualquier otra -el actor del Burg. Esa "espantosa ciudad de Viena que me ha precipitado profundamente en la desesperación" -el narrador. Esa ciudad que dilapida el talento de Auersberger, Billroth y todos los demás.
El Graben: calle comercial en el centro de Viena. El narrador comete el error de salir a pasear al Graben donde se encontrará con los Auersberger "precipitando" los acontecimientos: que salir al Graben cuando sabes que puedes encontrar a los Auersberger es una locura, que salió al Graben por el alivio mental y físico que le proporciona recorrer la Karnterstrasse y el Graben, y así escapar de la soledad de meses en su piso de Währing, que los Auersberger lo habían visto de lejos, al igual que él podía haberlos observado de lejos sin necesidad de saludarles, que en el momento en que le invitaron aceptó porque fue víctima de un sentimentalismo.
Café Eiles: el truco del café Eiles consiste en coger un montón de periódicos y calmarse -del encuentro con los Auersberger.
"La mano de hierro": posada en Kilb adonde acuden los asistentes al funeral para comer gulash. En Kilb al narrador aquellos seres artísticos le hacen una impresión grotesca.
La Gentzgasse: piso en Viena de los Auersberger. Escenario principal. Allí se celebra la cena artística que centra todo el relato. Es un tercer piso, con 7 u 8 habitaciones, abarrotadas de muebles estilo Francisco José y Biedermeier. Acción en sala de música y comedor.
"El Acecho": antiguo palacio salzburgués de la asistencia social en Maria Zaal, en la Estiria, es la casa de verano de los Auersberger.
Sebastianplatz: residencia de Joana en Viena. Allí el narrador comienza a hacer de su método de contemplación y observación de los hombres una de sus propias artes y a hacer de esa arte suya una costumbre para toda la vida.
Burgtheater: Teatro Nacional de Austria en Viena.

Menú:
Sopa a la una y cuarto de la madrugada.
Lucioperca del Balatón.
Más lucioperca del Balatón.

El título:
1. El actor del Burg define la vida como adentrarse profundamente en el bosque: "Bosque, monte alto, tala, de eso se ha tratado de siempre".
2. En El pato salvaje de Ibsen se sabe que Ekdal cayó en desgracia por realizar una tala ilegal.

Curiosidades:
1. Demanda. El compositor vienés Gerhard Lampersberg se sintió retratado en el personaje de Auersberger y demandó a Bernhard, consiguiendo que se retirara el libro -lo que debió ser su mayor momento de gloria, ¿Lampersberg dices?
2. "El Ekdal". En El pato salvaje de Ibsen aparecen dos Ekdal, el viejo Ekdal y el hijo, Hjalmar. El actor del Burg, en el ocaso de su carrera, interpreta a Ekdal el viejo, si bien este papel tiene una presencia menor en la obra, recayendo el peso de la misma en el Hjalmar -un maldito loco, por cierto.
3. Premio. La crítica a Anna Schreker por aceptar el Premio Nacional de Literatura tiene un componente paródico ya que el propio Bernhard recibió ese premio en 1968, con apenas 37 años y sólo 3 novelas en su haber.
4. Anton Webern. Bernhard, al referirse al autor de la Segunda Escuela de Viena, Anton Webern, escribe alguna vez "Anton von Webern", confundido quizás por otro compositor de nombre similar, Carl Maria von Weber, músico alemán del siglo XIX.
5. Portada. En la imagen de portada se ve, en lugar del supuesto narrador en un sillón de orejas, una vieja en un sillón de orejas, lo que no tiene sentido.
6. Subtítulo. Miguel Sáenz decidió no traducir el subtítulo -las novelas de Bernhard suelen llevar un subtítulo caótico y pesimista-, "Eine-Erregung" en este caso y que significa "una excitación" o "una agitación".
7. Lista. El famoso crítico alemán Marcel Reich-Ranicki incluyó Tala en su lista de 20 mejores novelas en alemán del siglo XX, siendo la única obra de Bernhard que aparece en dicha lista.

domingo, 19 de octubre de 2014

THOMAS BERNHARD-UN ENCUENTRO

Conversaciones con Krista Fleischmann.
Traducción de Miguel Sáenz.

"Mi encuentro con Thomas Bernhard marcó mi vida y mi trabajo". Con estas palabras comenzaba el prólogo a las tres conversaciones que Krista Fleischmann mantuvo con el autor austriaco los años 1981 en Mallorca, 1984 en Viena y 1986 en Madrid (texto en inglés), y que fueran grabadas por un equipo de televisión para la edición de los documentales Die Ursache bin ich selbst en Madrid y Monologe auf Mallorca.
Thomas Bernhard hablaba sobre la carencia del paisaje en su obra ("nunca he descrito un paisaje. Tampoco me ha interesado nunca"), sobre su extraordinaria capacidad para recordar los sueños e incluso para controlarlos ("puedo decidir si quiero proseguir el sueño o no") y la posible influencia de estos en su obra (básicamente ninguna, al menos "no de manera consciente"), del psicoanálisis ("todo es un engaño gigantesco", así que poco importaba que lo engañaran a uno también con el psicoanálisis -al menos se pasaba el rato recordando sueños (también servía para que Woody Allen rodara varias películas, pensé), me dije-), Freud ("Considero a Freud sólo un buen escritor... extraordinario, grandioso" -hacía un tiempo quise leer a Freud, escogí algo sobre la angustia y recuerdo que fue una experiencia más literaria que científica-), durante un rato hacía creer a Fleischmann que creía en el Cielo hasta que esta se daba cuenta de la broma (¿el hombre necesita algo en lo que creer? "al fin y al cabo todo el mundo cree  que le darán la pensión mínima por lo menos"), sobre preguntas idiotas ("no hay preguntas idiotas, sólo respuestas idiotas" ("No hay preguntas indiscretas, sólo algunas respuestas lo son", decía Clin Eastwood en La muerte tenía un precio, ¿o era Humphery Bogart en Casablanca?) -Nota: en el capítulo 2 de Las bellas extranjeras Mircea Cartarescu narraba lo delirante que podía llegar a ser la concesión de una entrevista: "Huyo de las entrevistas y de las cámaras como el diablo del incienso. Habitualmente todo empieza con una llamada de teléfono móvil y la voz sensual, irresistible de una joven lánguida que soñaba contigo desde niña (...) Desde  el instante mismo en que acepto sé lo que va a suceder al día siguiente, pues es lo que sucede siempre: en vez de una señorita nerviosa, me encuentro en la puerta a un individuo peludo, con la camisa desabrochada hasta el ombligo, muerto de aburrimiento, que aguanta lo justo antes de preguntarme por lo único que de mi naturaleza literaria le interesa: cuánto me han pagado por "¿Por qué nos gustan las mujeres?", cuál es la marca de mi coche, si me da miedo el número trece, y si prefiero la cocina italiana"..etc-), la rutina diaria (trabajo de cinco a nueve de la mañana, café, no hacer nada, comida copiosa ("tanto como puedo"), trabajo de cuatro a siete, paseo, cena, televisión (si era en español mejor, se imaginaba que decían algo interesante -me pasaba igual en el extranjero, ¡en Viena!, me gustaba poner el telediario, ver imágenes de la ciudad, intuir las noticias, luego ver una película clásica sin enterarme muy bien de la trama ni de los diálogos,...), ¿necesitaba lo desagradable para escribir? "escribo sólo porque hay muchas cosas desagradables" -lo desagradable era muy inspirador, lo amable, menos-, su condición de escritor negativo (más adelante diría: "Negativo lo es todo, no hay nada positivo"), también lírico y exaltado (el subtítulo de Tala era "una excitación"), del material jocoso, "Yo mismo me río con ganas, pienso, bueno, es para partirse de risa." ("Si se lee Helada, por ejemplo, ya desde el principio doy continuamente materia cómica" -No recordaba yo aquella primera novela de Bernhard como especialmente cómica, cogí el libro y elegí un párrafo al azar, p.215: "Tengo compasión de esa tragedia, de esa comedia; no tengo compasión de esa tragedia, comedia, de esa tragicomedia, inventada por mí solo, de esas sombras inventadas por mí solo, de esos tormentos de sombras, de esos tormentos sombríos, de esa tristeza infinita..." -¿material cómico?, a lo mejor había dado con uno de los pasajes serios: "Lo serio es el aglutinante del programa cómico (...) se puede decir que se trata de  de un programa cómico filosófico que de algún modo inauguré hace veinte años"), para Bernhard grandes filósofos eran demencialmente cómicos, Kant, Schopenhauer, Pascal ("No tengo parientes, le he dicho una y otra vez, sólo tengo parientes intelectuales, los filósofos muertos son mis parientes", decía Rudolf en Hormigón), se hablaba de su nacimiento -circunstancial- en un pueblecito holandés, Heerlen (donde "todas las casas están torcidas, pero las cortinas cuelgan todas derechas" -Nota: un cuadro torcido en Decálogo 8 de Kieslowski simbolizaba el devenir incierto de un recuerdo, quizá la persistencia de un malentendido, de algo que no encajaba-, "en un convento para muchachas caídas" ("quizás el convento también estaba torcido"), este hecho se narraba en Un niño ("Durante un año mi madre no se atrevió a comunicar mi nacimiento a mis abuelos en Viena (...) Mi padre no me reconoció nunca. La posibilidad de dejarme en el convento cercano de Heerlen fue sólo breve, y mi madre tuvo que recogerme, con un pequeño cesto de ropa prestado por su amiga, y volver conmigo a Rotterdam"), también en Mis Premios se contaba una anécdota sobre esto, en la entrega del Premio Nacional Austríaco de literatura de 1967, "lo que me hirió profundamente fue la manifestación del ministro de que yo, y lo recuerdo literalmente, era un extranjero nacido en Herleen, que sin embargo llevaba algún tiempo viviendo con nosotros", se hablaba del lujo, de que el idioma español le resultaba agradable al oído, de los ingleses y los prejuicios ("Sólo hay prejuicios. Mis juicios sólo pueden ser prejuicios" -yo tenía en alta estima los prejuicios, sin prejuicios era imposible sobrevivir (aunque esto pudiera ser asimismo un prejuicio)-), también todo era exagerado ("Cuando se dice algo es ya una exageración. Aunque sólo se diga: no quiero exagerar, eso es ya una exageración. Esa frase es incontrovertible" (Nota: también eso era una exageración -y esto, etc...-)), sobre la inconveniencia de quedarse tumbado en la cama ("hay que levantarse enseguida porque si no, se tienen pensamientos estúpidos... Psicológicamente es muy malo quedarse echado (porque surge de algún modo de aburrimiento)" -pues levantarse no te digo ya), tras algunos juegos de palabras Bernhard decía algo interesante sobre una cuestión que generalmente los creadores solían eludir: "Se puede escribir la palabra amor, pero no se puede describir el amor... Todo amor bordea siempre lo cursi..." -Amelie Nothomb reflexionaba sobre la teoría de Schopenhauer -ese filósofo demencialmente cómico-, en Ni de Eva ni de Adán: "Schopenhauer ve en el amor una artimaña del instinto de procreación; no tengo palabras para expresar el horror que me inspira semejante teoría" (aparte, me encantaba su idea "La falta de humor del amor es notoria"), la simpática escritora belga hacía un retrato interesante del amor -o lo que fuera- en aquella novela autobiográfica-, de la corrupción política, del nivel de criminalidad en Austria, del Papa (hablaba de la vivienda del Papa en Castel Gandolfo, de la casa del carpintero adjunta (¿el Papa tenía un carpintero personal que vivía en una casa adjunta?), de los calzoncillos del Papa que pudo ver, secándose al aire, hasta la inevitable pregunta que todos nos habíamos hecho alguna vez -sic-: "Me gustaría se Papa, me gustaría mucho. Pero me temo no poder ser Papa ya en esta vida", Tomás I, en cualquier caso. Bernhard reconocía no tener un papel protagonista en el teatro del mundo ("no aparezco"), y aparecía su vena misógina: "En realidad, el gran teatro del mundo es muy hermoso. Pero en realidad no es una obra para mujeres, eso es lo terrible... Por lo general ellas sólo aparecen en segundo plano" (en realidad no eran muchos los personajes femeninos de sus novelas, y estos solían tener una reducida participación en la trama, por ejemplo la señora Konrad, paralítica en La calera, La Persa en, la Kienesberger en Hormigón...), su idea de la infancia: "Los adultos viven sólo lo imaginario, mientras que los niños viven de verdad, esa es la diferencia" (Nota: John Berger citaba a Brancusi en Fama y soledad de Picasso, cuando dejabas de ser niño ya estabas muerto; en el libro monográfico de Christopher Frayling sobre Sergio Leone el capítulo sobre La muerte tenía un precio se abría precisamente -la vi estos días (y me preguntaba qué opinaría Bernhard de ella, de otras películas, del cine en general -¿a qué demonios dedicó Fleischmann sus encuentros con Bernhard?-)- con una cita de Freud, un párrafo de Sobre el narcisismo, una introducción (por cierto, una forma de apostillar el título muy  típico de las novelas de Bernhard, como se verá más adelante), y que aludía al encantador narcisismo del niño, mencionando a criminales y humoristas literarios representados con un egotismo quizá envidiable -me pareció curioso que incluyera en el mismo grupo a unos y a otros (¿y aquí habría que incluir a los escritores (Bernhard era un autor cómico -hasta sus suicidas tenían algo de ridículos-)? ¿y a los cineastas como Leone -algunas de sus escenas también contenían un rebuscado sentido del humor (desde lo exagerado, desde lo criminal)-?)-), y ese imaginario -del adulto- era la literatura ("las personas de más de veinte años viven únicamente de la literatura, en realidad no viven ya de la realidad" (qué iluso, las personas de más de veinte años viven únicamente de la tele y del móvil (los menores de veinte años, también)) -en mi defensa de lector compulsivo citaré a Sampedro quien decía que leer era vivir la vida propia y la de los demás, pero sonaba tan cursi que lo desestimé y decidí no leer nunca más...-), Bernhard se cansaba de decir ocurrencias -ya era hora, debió pensar Fleischmann-: "Con usted quisiera hablar alguna vez de algo serio" (le decía, pero no sabíamos si estaba de broma), la muerte ("Cuando estás en casa, estás muerto", decía Pascal, decía Bernhard -y si además de estar en casa estás leyendo ya ni te cuento ("l´ennui (el hastío) de quedarse en casa", lo llamaba Charles Burney en su Viaje musical por Francia e Italia en el siglo XVIII-), la verdad (¿no hay verdad ni mentira?: "Se pueden intercambiar, tiene usted toda la razón de calificar una verdad de mentira y toda la razón al calificar una mentira de verdad" -lo que podía ser a su vez verdad o mentira ("Y qué distinto aparecerá todo cuando lo lea en lo que aquí cuento. Todo totalmente distinto. Porque lo anotado no es exacto (...) Siempre será, en el mejor de los casos, menos falso. Distinto.por consiguiente, no verdadero", se leía en Helada)-), es tal el desatino de entrevista que hasta Bernhard se daba cuenta de ello, "¿Quiere oír algo serio? Usted oye que no paro de decir cosas todo el tiempo, pero lo que digo ni yo mismo lo sé. Pregunte a cualquiera si sabe qué dice" -ni siquiera el que preguntaba sabía qué estaba preguntando-.
"La inteligencia sólo vale cuando se convierte en palabra" -los pensamientos dentro del cerebro no sirven para nada (¡tengo decenas de ellos -absurdos, eso sí-! allí, esperando, ¿a qué?) ("Escribir convoca un importante segmento del cuerpo: constituye una aplicación física del pensamiento", escribía Amélie Nothomb en Viaje de invierno).
Sobre las últimas palabras de Goethe (escribió un relato con ese tema, La muerte de Goethe): "Aunque yo estoy convencido de que no dijo mehr Licht (más luz), sino mehr nicht (no más), porque estaba harto" (según Bernhard se tergiversaron las auténticas palabras para evitar lo que equivaldría a un suicidio).
"El teatro impreso no vale mucho. Una falsificación" -las ideas sin imprimir no sirven para nada, el teatro impreso es una falsificación, las traducciones son cadáveres...
Viena. Tala.
Después de la entrevista, con motivo de la aparición del libro
"El 28 de agosto de 1984 , el libro fue secuestrado en Austria por la policía, en cumplimiento de una resolución judicial". Algunas personas se sintieron ofendidas por figurar en la novela y consiguieron retirarlo de la circulación (a esta decisión ayudaban algunos pasajes como: "Después de haber lanzado su espantosa comida hacia la puerta de la cocina y haberse recostado en su asiento y haber sacado la lengua a su mujer y haberse producido un silencio, dijo de pronto: Strindberg no me gusta nada" -sobre los Auersberger (durante la cena que daban los Auersberger en la casa de los Auersberger), y no sabía yo qué le habría molestado más a los Auersberger, que Bernhard contara lo que había hecho Auersberger con la comida de la señora Auersberger o lo que había dicho Auersberger de Strindberg-.
Bernhard sabía que describía situaciones y personajes que podían herir a personas de la vida real pero eso no le amedrentaba (como sí afectara a David Foster Wallace hasta el punto de hacerle renunciar a determinado género literario -ver Conversaciones con David Foster Wallace-): "Un timorato o alguien que se deje convencer no podrá escribir ningún libro, como no sea un libro lamentable" -bueno, siempre podrá arreglarlo una "buena" traducción-. Cuando el musicólogo inglés Charles Burney visitó a Voltaire en Ginebra le dijo respecto a los escritores Gray y Mason, a los que el francés parecía desdeñar, que "esta circunstancia se debía en buena parte a la malevolencia de nuestros periódicos, que, aunque hechos con esmero, no siempre son bienintencionados, pues a menudo condenan al silencio a aquellos que, pese a tener talento, son de natural modestos, mientras que los desvergonzados triunfan y, si reciben algún picotazo de la crítica, se quedan tan tranquilos", según traducción de Ramón Andrés.
El subtítulo de Tala (un título metafórico, ¿el narrador cortaba cabezas burguesas?), "una excitación"..."el estilo del libro es también un tanto excitado, musicalmente hablando; por razón del contenido no se escribe algo así con tranquilidad sino en un estado de cierta excitación" -todo Bernhard parecía escrito bajo ese efecto-.
Para Bernhard, Viena era única y a la vez la más horrible de las ciudades ("Viena es una horrible máquina de aniquilar genios, pensaba en mi sillón de orejas, un espantoso centro de destrucción de talentos", leíamos en Tala (tampoco salía muy bien parada la ciudad de su infancia, Salzburgo, en otro de sus libros: "Esa ciudad fue siempre para mí solo una ciudad que me atormentó", "suelo de muerte, no sólo para mí mortal")), una ciudad, Viena, odiada y venerada por igual ("Pero para decir la verdad, debo sin embargo a la ciudad de Viena el haber llegado a la música, de la forma más ideal, tengo que decir. Por mucho que desprecie y maldiga esa ciudad y por muy repulsiva que me haya sido siempre la mayor parte del tiempo, le debo en definitiva el acceso a nuestros compositores, a Beethoven, a Mozart,..."), lo que no era, de ninguna manera, una contradicción, o sí, "un libro sólo existe a partir  de sus contradicciones" -un individuo sólo existía a partir de sus contradicciones, me decía, en eso la literatura de Bernhard era tremendamente fiel al sino del ser humano ("Voy a reconocer aquí que me encantaría terminar asentándome en Viena", escribía Cartarescu en Las bellas). Era este sentimiento hostil extensible a toda Austria. Así, en el relato Ardía. Relato de un viaje para un amigo de otro tiempo, leíamos: "He soñado con Austria con tal intensidad porque he huido de ella, de Austria como el país más odioso y más ridículo del mundo. Todo lo que la gente ha encontrado siempre hermoso y admirable en ese país no era ya más que odioso y ridículo, siempre sólo repulsivo, y no encontraba un solo punto en esa Austria que fuera siquiera aceptable." -Aviso a los editores de guías de turismo de Viena: no incluir este pasaje.-
Su relación con otros escritores -famosa era su contienda con Elias Canetti (según cuenta Ignacio Echevarría en su artículo Elias Canetti y Thomas Bernhard: una confrontación, Bernhard aludía a Canetti como "el agente de aforismos de la actualidad", le reconocía alguna muestra de talento, cuarenta años atrás con Auto de fe, pero que ahora era una especie de pequeño Schopenhauer y Kant de poca monta, etc..., palabras que se produjeron tras un velado ataque de Canetti a Bernhard, cuando en una conferencia en Múnich habló de esos que habían escrito libros amargos y muy inteligentes y que escribían siempre el mismo libro- no era corporativista: "Yo no pertenezco a los escritores, y nunca me he sentido  tampoco como tal". La independencia, es decir, la necesidad del escritor de no estar subvencionado por el estado, era fundamental: "Sólo quien es de veras independiente puede realmente, en el fondo, escribir bien. Porque cuando uno depende de lo que sea, se nota en cada una de sus frases. La dependencia paraliza  cada frase que se escribe" (lo que no quería decir que todo escritor independiente fuera buen escritor).
Madrid. Escenarios de la literatura mundial.
No hay por qué escribir cosas bellas: "si es un buen escritor, prefiere escribir lo que es necesario para él y también para los otros. Para eso no necesita reflexionar mucho".
No sabía -como siempre- enfocar este comentario. ¿Volver a concitar las virtudes y defectos del género -de ser el conversacional un género-? No, por favor, otra vez no. ¿Hacer un análisis de las conversaciones? Imposible, no estaban destinadas a sufrir un análisis. Algunas respuestas eran inspiradas, aunque a veces se intuía cierta impostura (demasiado bernhardiano hasta para Bernhard, pensaba).
Krista Fleischmann: rara vez ha descrito lo bello (insistía).
Thomas Bernhard: "Eso es lo bello de mis libros, que no se describe en absoluto lo bello, y por eso surge por sí mismo. Y, en el caso de los que sólo describen cosas bellas, los libros son todo feos y horribles. Así veo yo la literatura".
KF: Una vez escribió: Cada frase que se piensa, se dice o se escribe, es al mismo tiempo verdadera  no verdadera (insistía).
TB: "Eso ocurre con todo."
KF: Si recuerda cómo empezó a escribir.
TB: "No quiero recordar nada. Porque no conduce a nada tratar de recordar".
KF: ¿Tiene una idea de lo que puede pasar?
TB: "Se tienen tantas ideas que no se ve nada, es un perfecto caos, eso se sabe también".
Traducciones.
"Un libro traducido es como un cadáver (no tiene nada que ver con lo que uno escribe, porque es un libro de quien lo ha traducido) (...) la verdad es que los traductores son algo horrible (...) ¿por qué traduce alguien? debería escribir sus propias cosas ,¿no? traducir es un trabajo horrible, de criado". (Recordemos que estas eran palabras traducidas -por el mismo Miguel Sáenz-, entonces, ¿debíamos dudar también de su significado? ¿En realidad era Sáenz quien defendía esta idea? Era un callejón sin salida.) Esta postura de Bernhard nos conducía a una reflexión. Según él los traductores escribían cadáveres, cadáveres que habían escrito ellos mismos, que no tenían nada que ver con el original (por un momento pensé en una analogía musical, ¿así como la interpretación de una obra musical era la traducción de un puñado de garabatos en un papel? ¿Debían entonces los intérpretes abandonar la interpretación y dedicarse a la composición, en cuyo caso, quién interpretaría sus obras -cualquier obra-? -"una partitura conmueve más cuando se interpreta que cuando se lee", Nothomb (ingenuamente) en Viaje de invierno-), entonces, ¿qué impediría a Miguel Sáenz, por ejemplo, presentar cualesquiera de sus traducciones de Bernhard como textos originales? Es cierto que la fonética, el ritmo, la poesía del idioma era prácticamente intraducible ("¡La poesía no es nada! La poesía, tal y como usted la entiende, no es nada", le decía le pintor Strauch al narrador de Helada), por no hablar de otros aspectos que conllevaba y que no tenían que ver con el lenguaje en sí como la cuestión cultural, social, ..., todo aquello que explicaba el profesor de literatura de una de los capítulos del decálogo de Kieslowski, pero por otro lado, si Konrad mataba a su señora en la novela original de Bernhard también la mataba en la traducción de Miguel Sáenz, y si Wertheimer decía en El malogrado que "El ser humano es la infelicidad", la traducción diría eso mismo, con otro sonido, más o menos lírico, pero la idea era la misma, es decir, en cuanto a ideas y argumento las novelas quedaban intactas (a no ser que las tradujera la señora de Lyon que traducía al francés a Cartarescu, claro, en cuyo caso el resultado sería imprevisible), por eso pensaba que la postura de Bernhard era exagerada -como en todo, y puede que acertadamente, a fin de cuentas-. Al escritor le gustaba la traducción del título de Trastorno: "Sólo el título me gusta: Trastorno suena muy bien por Verstörung."
Como tenía un rato -no tenía nada que hacer el resto de mi vida- me dediqué a comparar los títulos originales con las traducciones al español de las novelas de Bernhard. Había algunos que eran idénticos al alemán como los relatos Watten (un juego de cartas), Amras, Ungenach y Midland en Stilfs (lugares). Algunas novelas eran traducciones literales como El italiano (Der Italiener) -en realidad un guión de cine-, El sobrino de Wittgenstein (Wittgenstein Neffe, en español se añadía un subtítulo inexistente en el original, Una amistad), La calera (Das Kalkwerk), Corrección (Korrektur), Hormigón (Beton), o Helada (Frost, hay que reconocer que la sonoridad de Frost superaba en mucho a la de la versión española, y en general todos los títulos en alemán resultaban más impactantes, un idioma que sospechaba ideal para la narrativa del austríaco), sólo existía un título, el de la colección de relatos El imitador de voces, que sonaba mejor en español (a causa de cierto aire circense) que en el original, Der Stimmemimitator, y uno directo e igual de rotundo, (Ja). Luego estaban las novelas con subtítulos, por ejemplo, Extinción. Un desmoronamiento (Auslöschung. Ein Zerfall), En las alturas. Tentativas de salvamento, absurdo (In der Höhe. Rettungsversuch, Unsinnn), y los textos autobiográficas El origen. Una indicación (Die Ursache. Eine Andentung), El aliento. Una decisión (Der Atem (Eine Entscheidung) -subtítulo entre paréntesis en el original-), El frío. Un aislamiento (Die Kälte. Eine Isolation), El sótano. Un alejamiento (Der Keller. Eine Enziehung), la única sin subtítulo era Un niño (Ein kind). La traducción más curiosa era Los comebarato (Der Billigesser), pues Carlos Fortea (el resto de las traducciones eran de Miguel Sáenz) utilizaba un neologismo. Pero quizá fuera la traducción de El malogrado (Der Untergeher) -me refería al título de la novela, del texto de la misma mejor ni hablar-, la que más problemas pudo dar a Miguel Sáenz. Él mismo lo explicaba en el prólogo a la edición de 1989 de Círculo de lectores, tan sólo unos meses después del fallecimiento del autor: "En alemán se llama Der Untergeher, que quiere decir literalmente, "el que se hunde", "el que se va a pique"... El problema de traducción era que, por su utilización repetida, hacía falta un sustantivo. El perdedor hubiera sido un buen título, pero demasiado yanqui; El zozobrador muy cortazariano, pero
demasiado raro... Le escribí a Bernhard proponiéndole distintas soluciones, y jamás me contestó... Al final lo llamé así, El malogrado, una palabra que tendrá resonancias especiales para quien conozca el español del judío tangerino (véase La vida perra de Juanita Narboni, de Ángel Vázquez o, más cerca, el título de este prólogo -Ah mi bueno, malogrado-).
No resulta plenamente satisfactorio, pero sí mejor que Le Naufragé francés o Il soccombente italiano."
(En cuanto a la manipulación por parte del traductor era muy significativa la anécdota que contaba Cartarescu en Las bellas extranjeras. Estando en París recibió un encargo para una revista, al no tener a mano el original de su relato El sueño (que terminaría siendo Nostalgia) echó mano de la versión francesa para retraducirla al rumano:"Para mi sorpresa me encontré, al final de la meticulosa retroversión, con otra historia, algo fantástico que mi pobre mente no habría sido nunca capaz. Faltaban frases enteras del original que tal vez no le habían gustado a la traductora. En cambio, una profusión de nuevos e interesantes pasajes se extendía de forma laberíntica por toda la historia...")
Thomas Bernhard en una corrida de toros. "Es, naturalmente, como cualquier teatro, ¿no? Prescindiendo de que es abyecto. Pero muy elegante y, como cualquier cosa muy elegante, naturalmente, en el fondo, infernal."
Recuerdos de adolescente con su abuelo. "La ópera es lo más horrible y antinatural que hay en el mundo", le dijo.
En general, el libro de Fleischmann/Bernhard parecía desaprovechado -la mitad del tiempo Bernhard no hablaba en serio-, la periodista no terminaba de llevar el encuentro a un tema interesante (las preguntas se anunciaban improvisadas, caprichosas, superficiales), no profundizaba en la obra del escritor ni en su mundo personal ni cotidiano -ni el autor daba pie a ello, refugiado en su coraza sarcástica-. En definitiva, era un interesante documento por su excepcionalidad -donde el tono narrativo característico de Bernhard aparecía solo ocasionalmente- (quizá el documental quedara mejor -a Bernhard le gustó mucho-) pero que decepcionaba a quien esperara algo más metódico o filosófico o literario o ensayístico (tener delante a un genio de la literatura y preguntarle si le hubiera gustado ser Papa era una pérdida de tiempo -aunque resultara gracioso-, y más sabiendo las pocas entrevistas que concedía el autor de Extinción). Algún crítico, como Molinuevo en su comentario de el cultural, se manifestaba también en este sentido.
Epílogo. El fin de Bernhard. Poco antes de su muerte, Bernhard pasó un tiempo -¿días?- en Torremolinos, una población que dista apenas doce kilómetros de mi casa en Málaga (esta idea me daba escalofríos). Cuenta Fleischmann que semanas más tarde del estreno de Heldenplatz recibió "una llamada desde Torremolinos: "¡Venga, por favor! Si quiere, con su equipo, haremos mi necrológica". No pudimos ya. Thomas Bernhard murió el 12 de febrero de 1989 en su piso de Gmunden".
Miguel Sáenz relataba en esta interesante entrevista su fallido encuentro -llevaba años intentándolo- con Bernhard y que debía tener lugar en Torremolinos en las mismas fechas que decía Fleischmann.



Ficha de Thomas Bernhard.Un encuentro.












Citas extraídas de:
Las bellas extranjeras de Mircea Cartarescu
Helada de Thomas Bernhard
Un niño de Thomas Bernhard
Tala de Thomas Bernhard
Viaje musical por Francia e Italia de Charles Burney
Viaje de invierno de Amélie Nothomb

domingo, 31 de marzo de 2013

Trastorno, de Thomas Bernhard.


Verstörung.
Insel Verlag Frankfurt Am Main, 1967.
Traducción de Miguel Sáenz.
Editorial Alfaguara. Primera edición: Marzo, 1978.
Portada: detalle de El triunfo de la muerte, de Pietr Brueghel.

Segunda novela de Thomas Bernhard, después de la premiada Helada. Carlos Fortea escribe en su introducción a la edición de Los comebarato, en Cátedra: "En 1964 publica la novela corta Amras, a la que sigue su segunda novela, Verstörung (Trastorno, 1967). Con ocasión de esta segunda novela, centrada igualmente en la historia de un personaje trastornado, sus detractores y algunos de sus iniciales admiradores comenzarán a acusarlo de repetirse, de insistir en la fórmula consagrada." Pobrecillos, si pensaban que se repetía en su segunda novela no veas lo que les esperaba, me digo.
El libro se abre con una cita de Pascal: “Le silence éternel de ces espaces infinis m´effraye…
Sinopsis.
El hijo de un médico rural -el narrador, de 21 años-, es estudiante residente en la Escuela de Minas de Leoben. Un fin de semana visita a su padre –viudo desde hace tres años- y a su hermana -suicida en potencia-. La novela se divide en dos partes. La primera parte  comienza cuando el narrador y su padre se disponen a dar un paseo pues el padre quiere hablarle de algo de lo que nunca tiene tiempo para hablar. Este plan se va al traste al recibir la visita intempestiva de un posadero de Gradenberg. Al parecer su esposa ha sido agredida en la posada por un cliente, encontrándose ésta en estado grave. Después del episodio de la posadera el médico rural realizará un itinerario de visitas gracias al cual el narrador conocerá a los más variopintos personajes, todos aquejados de alguna enfermedad que su padre atiende –el agente inmobiliario Bloch y la señora Ebenhöh en Stiwoll, el industrial en Hauenstein, los Fochler en Afling, y los Krainer en una dependencia del castillo, donde finaliza el recorrido con la visita al príncipe Saurau. Allá por donde van reciben noticias de que el sospechoso del asesinato de la posadera, Grössl, continúa huido de la justicia. Se citan a lo largo de esta primera parte ideas recurrentes como las de la naturaleza horrible, la desesperación, el aislamiento, el hastío, el suicidio, el insomnio, el trabajo intelectual, la música clásica, lo siniestro, la enfermedad, la locura, la dependencia. Se narran episodios como el de la jaula de pájaros y de un cuadro antiguo en el molino Fochler, los dibujos del maestro rural Schulz, la hermana del narrador, el hijo de la señora Ebenhöh, el hermano convicto de la señora Ebenhöh, el recuerdo de un cortejo fúnebre, o el joven inválido Krainer y sus grabados de músicos. Así mismo se van conociendo detalles de la proximidad del castillo, concretamente el escudo de armas en la puerta de entrada del molino Fochler. La segunda parte conforma la llegada al castillo y sobre todo el extenso monólogo del príncipe, donde podrán atisbarse los más elementales aspectos de la prosa futura de Bernhard. La primera parte del encuentro con el príncipe, es decir, la primera parte de la segunda parte de la novela, contiene las explicaciones del príncipe acerca de los tres candidatos –Henzig, Huber y Zehetmeyer- para el puesto de administrador –tres solicitantes aparecidos esa misma mañana a raíz de un anuncio fascinante que fascina precisamente porque no es fascinante. Luego el monólogo –apenas interrumpido por el médico o por el propio narrador- discurrirá por temas tan dispares como los insoportables ruidos en el cerebro, la vida del hijo en Londres, la crecida del Ache, la comedia en el pabellón de recreo, la muerte de su padre, un sueño y una hoja escrita, lo grotesco y lo ridículo, los planes para Hochgobernitz, la desesperación, la soledad, el suicidio, el idioma, la incomprensión, la aniquilación de Hochgobernitz y por Hochgobernitz, la demencia, la desintegración de la Naturaleza, el trabajo intelectual del hijo del príncipe, la afición a los periódicos, la desgracia humana, el arte del monólogo, un sueño surrealista con un cuchillo Christofle, el desconsuelo, el filosofar, la enfermedad y la muerte,…
La primera parte se caracteriza por una narración convencional, con numerosos puntos y aparte. Por ejemplo, contabilicé 7 y 8 párrafos en las páginas 38 y 39, respectivamente. En la segunda parte esa forma de narrar va sufriendo una metamorfosis de la mano del discurso del príncipe, derivando en un estilo que anuncia al Bernhard venidero de sus grandes obras maestras La calera o Corrección, y caracterizado por ausencia de puntos y aparte, presencia de guiones explicativos, diálogos lineales entrecomillados, y utilización del recurso “le dije o dijo, dijo el príncipe”, a su vez desde la voz del narrador, encadenando hasta tres voces en una.
Los trastornos de Trastorno.
Diferentes personajes sufren algún tipo de trastorno a lo largo de la novela.
El primero es el que preocupa al padre del narrador, piensa que llevarlo en su peregrinaje consultorio puede inducirle a reflexiones perjudiciales -ya que  precisamente su hijo, según él, tendía siempre a dejarse trastornar por todo. Aparece otro trastorno en la figura de la hermana del narrador. Una vez pasó dos días con su padre en una posada de Zeichstag: “Mi hermana se había levantado tarde y acostado pronto, había parecido trastornada por el lugar y sus alrededores y no había podido considerar la estancia como un descanso”. El maestro rural Schulz había logrado en los últimos meses de su vida un “asombroso dominio del dibujo a pluma”, así que el padre del narrador piensa llevárselos algún día antes de que sus padres decidan tirar esos miles de dibujos porque “les seguían asustando, angustiando y trastornando”.
El perro del molinero Fochler ya “resultaba peligroso en su trastorno”, al no salir nunca del cuarto, vigilando o cuidando al matrimonio impedido.Ya en el castillo el príncipe les confiesa que tras la crecida del río Ache “observaba el lento descenso de las aguas, silencioso, asustado, trastornado, durante dos horas, doctor”. También el príncipe refiere la seguridad “al nivel del trastorno de la edad avanzada” que ha proporcionado la falta de fronteras.Y es precisamente el castillo de Hochgobernitz el origen de muchos de esos trastornos sufridos por sus habitantes durante semanas, “¿Los motivos?, preguntó. No soy yo sólo el afectado por esos trastornos, dijo, todos se ven afectados por ellos”, dice el príncipe. En un momento dado el narrador cree ver en el príncipe un trastorno más allá de los ruidos en su cerebro y de su insomnio: “Porque de pronto vi con claridad que el príncipe es un demente, lo que al principio, mientras él hablaba de la mañana no había comprendido.” Es el trastorno del príncipe quizás el centro neurálgico de la novela. Este se reviste de cierta aura de genialidad, consolidando una idea peregrina en la mente del joven narrador, es decir la de que genialidad y locura pueden no diferenciarse tanto como creemos.
De Kafka y Trastorno.
Las alusiones a algunos relatos de Kafka son más o menos evidentes: El castillo, La metamorfosis, El médico rural o El maestro rural, asoman de alguna manera a lo largo del texto.
En el prodigioso relato El maestro rural, Kafka nos presenta a un maestro rural que elabora un informe acerca del avistamiento de un topo gigante, un informe que no será tenido en cuenta por la policía, poniendo en evidencia el poco rango social e intelectual atribuido a esta profesión. En la posada de Abraham el médico rural habla a su hijo sobre el destino de estos maestros, de los que dice que “teniendo ya una tendencia precoz a considerar la vida sólo como un horrible castigo (¿de Dios?), al vivir constantemente en un ambiente que no los tomaba en serio, despreciados por todos, vegetaban en una clima que destruía a su débil corazón y los empujaba a aberraciones sexuales.” La ruralidad como origen de la degeneración humana. También, Zehetmayer, uno de los candidatos a la administración del castillo, es un maestro que ha dejado de serlo tras ser acusado de un delito y apartado del servicio sin derecho a pensión. La existencia de un castillo hacia el que se dirigen los protagonistas casi desde el principio de la novela hace pensar inevitablemente en la novela El castillo. Al contrario que en el relato inconcluso de Kafka ellos sí llegarán a su objetivo, si bien durante la primera parte parece que no lo vayan a conseguir. Existe alguna alusión a la invisibilidad del castillo incluso desde el cercano molino Fochler: “Recordé que el molino Fochler estaba en lo hondo de un oscuro barranco, inmediatamente detrás se encontraba la subida al castillo de los Saurau.” La existencia de una propiedad aniquiladora en muchos títulos de Bernhard puede identificarse con la figura del castillo kafkiano. En Extinción, su última novela, la propiedad aniquiladora será Wolfsegg, una localización no casual, ya que el biógrafo de Kafka, Klaus Wagenbach, identifica como equivalente en la realidad del castillo de Kafka al castillo de Ossek (de evidentes concomitancias fonéticas con la vivienda bernhardiana Wolfsegg, ya que Ossek es Wossek en alemán), lugar donde pasó la infancia el padre de Kafka, si bien se desconoce si Kafka lo visitó alguna vez. En casa de Bloch, éste dicta a su secretaria “un escrito dirigido, como luego nos explicó, a Rosenstingl”, –no se me quita de la cabeza que este nombre sea una broma referida a Rosencrantz y Guildenstein-, “un agrimensor de Voitsberg, a quien yo conocía también”. ¿Un agrimensor que quizá vaya a contratar el castillo?, nos preguntamos. Existe una carta escrita por el narrador a su padre  en la que se esfuerza “por describir las desafortunadas relaciones” –caóticas y difíciles-, entre ellos tres, padre, narrador y hermana. Esta carta –de cuya lectura por parte del padre no tiene constancia el narrador- nos recuerda a Carta a mi padre de Kafka. El hijo de la señora Ebenhöh trabaja “como peón de un curtidor de pieles de Krottendorf”, y es el curtidor de pieles Lasemann quien da cobijo por unos minutos a K. en su primer paseo por el pueblo después de la primera noche en la posada. De igual forma -aunque más sutilmente- se puede identificar al matrimonio Fochler como figuras similares a la de los padres de Olga y Amalia de El castillo, impedidos. Se observan algunas referencias veladas a La metamorfosis. El joven Krainer (que tiene la misma edad que el narrador, 21), está inválido y padece una desigualdad pronunciada en las piernas, de forma que el narrador se pregunta “que cuando aquel ser se levantase y anduviese tendría que hacer los movimientos de un enorme insecto”. Además especifica en relación a su verborrea que “el ritmo de su articulación guardaba relación con su deformación física”. Al igual que en la metamorfosis es la hermana de Krainer –Grete en el relato de Kafka- quien se ocupa mayormente de sus cuidados, aunque “con el tiempo no podía soportar ya la vista de la reja”. El padre del príncipe Saurau, cuenta el príncipe Saurau, pasaba los últimos días de su vida encerrado y respondía a las llamadas de su puerta “confusamente”, tal y como perciben en el relato de Kafka su familia y el jefe de Samsa al llamarle insistentemente. Ya casi al final de la novela leemos los difíciles presagios expresados en boca del príncipe: “Hochgobernitz será dominado por los escarabajos y las arañas.” Algunos otros pasajes nos hacen pensar en El proceso. El príncipe cuenta un sueño en el que “atraviesa una sala interminable para celebrar una audiencia que es la audiencia más importante” de su vida.  Bien es cierto que le resulta imposible averiguar por quién tiene “que ser recibido en audiencia”, ya que “la sala es interminable”. Y aún más, después dice tener la impresión de estar “en manos de un tribunal supremo, y a mi alrededor hay jurados que no sé quiénes son”. También el nombre del amigo del doctor, Bloch, nos puede hacer pensar en el comerciante Block de El proceso, aunque a algunos le sonará más como un extraño homenaje al músico suizo Ernst Bloch.
Los libros en Trastorno.
Siempre me ha sorprendido –e inquietado- la poca presencia que tienen los libros en las novelas. En la obra de Bernhard suele estar presente algún libro o autor que sirve como guía al narrador. Por ejemplo, el pintor Strauch de Helada lee a Blaise Pascal. En Trastorno se enumeran algunos títulos con relación a varios personajes.
En casa de Bloch el padre del narrador devuelve a su amigo dos libros, Prolegomena de Kant y Tesis de Marx, también le pide prestados Sobre el porvenir de nuestras escuelas, de Nietzsche, una edición francesa de Pensamientos de Pascal, y Mixtificación de Diderot. Unos libros que finalmente olvidará en casa de Bloch, dándose cuenta de ello ya camino del molino Fochler. En el sillón de la señora Ebenhöh el narrador ve un ejemplar de La princesa de Cléves, de Madame La Fayette, “la princesa de Cléves en Stiwoll”, piensa. En un sueño el príncipe lee una hoja escrita por su hijo en la que se queja de que su padre lo ha interrumpido en sus lecturas, Schumpeter, Rosa Luxemburg, Morus y Zetkin. Luego, en esa misma hoja, el hijo del príncipe dice leer a “Kautsky, Babeuf, Turati y gente así”. Una mañana, les cuenta el príncipe, sintió “la necesidad de leerles a las mujeres un fragmento de las Afinidades electivas”, de Goethe, aunque al final les leyó algo relacionado con el cultivo de la patata. El príncipe habla sobre su padre y comenta que faltaban hojas de algunos de sus, en otro tiempo, libros favoritos, y cita El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, del que “faltaban las páginas más decisivas. Se las había comido.” El príncipe pasa muchas horas al día en la biblioteca. Esto le sume a veces en extrañas inquietudes: “Me inquieta descubrir, dijo el príncipe, que en la biblioteca, cada día más, saco de las estanterías los libros que también mi padre leía. Muchas características de mi padre reviven ahora en mí.” Este hábito despierta pensamientos en el resto de habitantes del castillo, o al menos eso piensa el príncipe: “Con frecuencia paseo de una lado a otro de la biblioteca, y pienso que los otros piensan que paseo por la biblioteca pensando, cuando lo cierto es que paseo por la biblioteca sin pensar absolutamente en nada.” Sin pensar en nada salvo en que los demás piensan, equivocadamente, que paseas por la biblioteca pensando, le digo al príncipe, dice kovalski.
Trabajo intelectual y Trastorno.
Normalmente en la obra posterior de Thomas Bernhard el personaje central o narrador estará enfrascado en un trabajo intelectual que ocupa su mente y su actividad. En esta temprana novela, si bien el narrador no dedica su vida a esa actividad, sí aparecen algunas informaciones sobre personajes que realizan actividades intelectuales fútiles.
El amigo del médico, Bloch, dice realizar esfuerzos intelectuales en la biblioteca sobre el zaguán aunque sin hacerse ilusiones. El padre le dice al narrador que Bloch realizaba de vez en cuando “estudios de imposible conclusión”, una característica común en este tipo de trabajos intelectuales bernhardianos. Otra idea bernhardiana del proceso de elaboración del trabajo intelectual es la necesaria destrucción de lo redactado –una y otra vez- para seguir avanzando: “Aunque he destruido todo lo que había escrito hasta ahora –dijo-, he hecho, sin embargo, grandes progresos.” El industrial de Hauenstein, retirado en un pabellón de caza, “estaba dedicado a una labor literaria que lo atormentaba y, al mismo tiempo, lo distraía de sus tormentos.” Y más adelante se habla de una prisión necesaria a la que algunos hombres tendían y donde “se consagraban entonces a un trabajo científico o a una fascinación poeticocientífica”. El hijo del príncipe parece estar escribiendo algo político en Londres, e incluso en vacaciones el príncipe lo ha visto “estudiar la mayor parte en relación con ese trabajo científico, en realidad plenamente político”. Casi al final el príncipe habla de su hijo como un “erudito salvaje que investiga cosas hace tiempo investigadas, las masas, por ejemplo, que no interesan a nadie”. Una idea que nos remite a Masa y poder de Canetti, referencia que se hace más evidente en la frase: “La masa no interesa ya a nadie porque la masa está ya en el poder.” Un apunte interesante reside en que ese trabajo intelectual era un “escrito rescatado”, lo que nos induce a pensar en un escrito prolongado en el tiempo, sumido en el fracaso, retomado, así una y otra vez, en una típica idea bernhardiana –del eterno fracaso. En estaba novela no llegamos casi nunca a establecer con claridad la naturaleza ni el propósito de los trabajos intelectuales citados.
Periódicos en Trastorno.
Es conocida la afición de Bernhard (y de sus personajes) por los periódicos. En esta novela ya aparecen como una presencia inespecífica que mantiene estrechas y complejas relaciones con los individuos que recorren la novela.
El industrial de Hauenstein le permite a su hermanastra la lectura de periódicos, aunque “incluso los periódicos extranjeros permitidos debían ser atrasados de un mes por lo menos: sin poder destructor, poéticos ya.” Al prícipe Saurau le obsesionan los periódicos, “los compraba siempre y sin leerlos los tiraba”. Una afición compartida por su hijo. Dice Bernhard que dice el narrador que dice el príncipe de los periódicos que son durante semanas su única diversión, “durante semanas vivo solo en los periódicos”, escribe Bernhard que dijo el príncipe, escribe kovalski. La entrada al castillo está ya prohibida para todos, “salvo los repartidores de periódicos”, ha escrito el hijo del príncipe en una nota que lee el príncipe en un sueño.
Humorísticamente, la novela acaba con una curiosa petición del príncipe Saurau a su médico –una petición que no desvelaré.
El suicidio en Trastorno.
La señora Ebenhöh había tenido durante quince años un hermano en la prisión de Stein, al que mandaba paquetes –un tema ya aparecido en Helada con el marido de la posadera. Ella lo había acogido en su buhardilla, pero “tres días después de su salida de Stein, se lo había encontrado ahorcado de la cruceta de la ventana.” La hermana del narrador presenta rasgos depresivos tras la muerte de la madre de ambos, fue interna en un colegio de monjas a orillas del lago Constanza, donde “se había sumido más que nunca en su horrible melancolía, en su desesperado estado.” Su padre le confiesa que él nunca había pensado en suicidarse pero, dice, “mi padre dijo que la idea del suicidio le había sido siempre muy familiar. Ya de niño había buscado en esos pensamientos refugio de otros.” Otros pensamientos quizá más aniquiladores que el propio suicidio, ¿cuáles? El padre recurría a estas ideas “como algo necesario para la vida”, “algo en que poder descansar”. Se nos presenta la idea suicida –no tanto el suicido como la sola idea- como algo salvador. Así le explica al narrador cómo su hermana vive “entregada constantemente a la idea del suicidio, unas veces a la idea del suicidio y otras a intentos de suicidio”. Ya en el molino Fochler el narrador piensa en su hermana al hacerse de noche, “que tenía aún un esparadrapo en la muñeca.” De ella se dice que mostraba desde pequeña unas tendencias, en principio con un sentimiento teatral para después convertirse en un sentimiento natural que deriva en catástrofe. En una conversación con su padre, al dejar a la señora Ebenhöh, el narrador alude a las relaciones entre los estudiantes de Leoben, al aburrimiento de los estudiantes, a su cansancio de la vida, y le habla “de los muchos suicidios, precisamente entre los mejores”. La hermanastra del industrial de Hauenstein, a quien tiene sometida, “estaba siempre muy próxima a matarse”, le dice el padre. El príncipe les cuenta al médico y a su hijo un episodio traumático de la infancia de Zehetmayer, uno de los aspirantes al puesto de administrador, en este, Zehetmeyer, de cuatro años, “oye a su tío que lo llama para cenar y se vuelve y se sobresalta aún más al descubrir en una viga el cadáver de un hombre”. “Ahorcado”, dice el príncipe que dijo Zehetmayer, escribe Bernhard. No está claro cómo se ha producido la muerte del administrador anterior –tres semanas antes de la crecida-, y pensamos inevitablemente en suicidio. En la hoja escrita por su hijo que sueña el príncipe se puede leer que “ocho meses después del suicidio de mi padre todo está ya arruinado” –vaticinando una idea en la que sin duda ha pensado con frecuencia el príncipe. Unas páginas después se menciona que el hijo se ha desecho de todos los bienes de Hochgobernitz a tan solo “ocho días del suicidio del viejo”. En su monólogo el príncipe Saurau se refiere al suicidio como un climaterio, y sigue: “tenemos el mayor porcentaje de suicidios de Centroeuropa. ¿Por qué? Hasta la fecha, hasta mediados de siglo, no hemos sabido desarrollar al máximo otro tema que el suicidio. Todo es suicidio lo que vivimos, lo que leemos, lo que pensamos… son instrucciones para suicidarse.” Nos enteramos también del suicidio del padre del príncipe, quien repentinamente, “dos días antes de su suicidio, dijo, había renunciado a sus paseos por el cuarto y a sus soliloquios incomprensibles, y todo en el cuarto había enmudecido”. Esto sucedió –el suicidio sucedió- en los últimos días de octubre de 1948, y es que “casi todos los Saurau se han suicidado, dijo el príncipe”. El origen de esta maldición reside en el propio castillo: “Hochgobernitz termina en el suicidio para casi todos los Saurau”. Como en tantas otras obras de Bernhard, existe una propiedad que aniquila a su propietario. Casi al final leemos cómo “Hochgobernitz es la prueba de que un edificio puede aniquilar a los hombres que se encuentran a la merced de ese edificio”, además el príncipe considera Hochgobernitz como “una prisión absolutamente mortal” –sin duda la aniquilación la provoca induciendo al suicidio. El 22 de octubre escribe el padre del príncipe en una hoja en blanco arrancada de El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer la frase “mejor pegarse un tiro”. El príncipe aclara que la locura de su padre “no excluyó su plena deliberación de matarse”. Lo curioso es que los médicos consignaron “locura repentina” como causa de la muerte. Y en las últimas páginas describe el gran esfuerzo que suponía para su padre, ya desde niño, no tirarse al Ache al cruzarlo, ahorcarse o pegarse un tiro. El príncipe hace algunas deliberaciones sobre el suicidio de alguien íntimo, que culminan en la pregunta “¿por qué ese suicidio?”, el príncipe sostiene que en realidad “todo en la vida del suicida es causa y motivo de su suicidio”, y que el suicida siempre ha sido durante toda su vida un suicida.
Lo ridículo y grotesco en Trastorno.
El príncipe Saurau estudia lo grotesco en Zehetmayer “cuando abría la boca para decir algo que, sin embargo, no decía –no se atrevía a decir”, y observa lo ridículo que parece sentirse –“todavía más ridículo de lo que hasta entonces le había sido posible”, “cuando se puso en pie, como si, por un momento se sintiera –en su mágica relación con la Naturaleza”. El príncipe también detecta lo grotesco en la figura de otro candidato, el capataz forestal Huber, cuando se dirige a la puerta, “sus pantalones son absurdos. Su chaqueta es absurda. Su forma de andar es absurda. Grotesca, pienso”. Con Huber, y su lenguaje anticivilizado, parece cebarse: “Le digo que se siente; ahí tiene un sillón, le digo, y Huber se sienta. ¡Grotesco!”. Es una acción cotidiana, lo que resulta grotesco ahí es esencialmente la figura de Huber -haga lo que haga siempre resultará ridículo. Todo lo que rodea al anuncio publicado en el periódico ofertando un puesto de administrador es definitivamente ridículo: “tres solicitudes en la primera mañana, por un anuncio ridículo en un ridículo periódico, redactado de una forma totalmente ridícula”. Será Henzig finalmente el señalado para ocupar el puesto, Henzig y sus seis años de estudio en Kobernausserwald. El príncipe en su monólogo: “La ridiculez con que los hombres se levantan y se vuelven a acostar, dijo, es siempre, naturalmente, digna de un estremecimiento. ¿Por qué no? La ridiculez de ese levantarse y acostarse es siempre distinta.” La ridiculez como estigma inherente al ser humano, irrenunciable. Y en una maniobra filosófica llega a afirmar: “También es ridículo que constate lo ridículo”. Denunciar esto último también sería ridículo, obviamente, dice kovalski. El pensamiento del príncipe llega a su apogeo con esta lúcida idea: “Lo ridículo en los hombres, querido doctor, dijo el príncipe, es realmente su total incapacidad para ser ridículos”.
Trastorno y otras novelas de Thomas Bernhard.
Aún siendo uno de las primeros relatos largos de Bernhard, se observan en Trastorno algunas ideas que serán recurrentes en su obra posterior. Por ejemplo -algunas ya han sido citadas en el comentario: presencia de propiedad aniquiladora, Hochgobernitz en Trastorno, torre de Amras en Amras (1964), Altensam en Corrección (1975), Wolfsegg en Extinción (1986), la calera en La calera (1973); cámara mortuoria –del padre del príncipe- en pabellón de recreo –donde se representa una comedia anualmente- en Trastorno, en el guión para la película de Radax, El italiano (1971), en Extinción (1986), en el pabellón de caza en Ungenach (1968); trabajos intelectuales, varios e indefinidos, de algunos personajes en Trastorno, Rudolf sobre Mendelssohn en Hormigón (1982), el narrador sobre anticuerpos en Sí (1978), Konrad sobre el oído humano en La calera (1973 ), Koller sobre Fisonomía en Los comebarato (1980). Como curiosidad la obsesión del príncipe Saurau por un cuchillo Christofle, en dos ocasiones, en un sueño y en una visita de su primo ("Córteme la cabeza. ¡No lo dejaré en ridículo!"), un cuchillo que ya asomaba como temido cuchillo de Augsburgo en Amras.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Watten. Un legado, de Thomas Bernhard.

Watten. Ein NachlaB. (1969)
75 páginas.
Prolegómenos.
Ya en las primeras páginas de este relato se ponen las cartas encima de la mesa: la muerte de un tutor; -una herencia -los terrenos de Ölling- compartida con un familiar (en este caso un primo); una donación a los ex-presidiarios (a través del matemático Undt); un trabajo intelectual: sobre la nefritis crónica-subcrónica (morbus Brightii); un aislamiento (en la barraca); una obviedad: (no) jugar al Watten.
El carretero.
El carretero va a la barraca del doctor para convencerle de ir a jugar al Watten, como cada miércoles.
Antecedentes familiares: el padre del carretero era carnicero pero como al carretero le daba asco la sangre animal su padre vendió el negocio y compró uno de carretas.
El doctor -narrador-: Antecedentes: tenía una clínica pero se la cerraron por sospechas de uso indebido de morfina. Algo había de eso pero ellos no tuvieron en cuenta que aniquilaban a la persona, inhabilitaban al doctor, aniquilaban a la persona.
Persistente.
Me dije, voy a contar cuántas veces le pide el carretero al narrador que vaya a jugar al Watten y cuantas veces contesta el doctor que no irá a jugar al Watten, nunca más.
Desorden.
El narrador pretexta tener que ordenar unos papeles cada vez que el carretero se llega a la barraca para invitarle a ir a jugar al Watten. Pero, claro, el desorden es cada vez mayor.
Siller.
Siller era el papelero, participaba cada día en el juego del Watten hasta que se ahorcó. Ahora hay que sustituir al doctor y al carretero en la partida de watten.
Balnearios.
El doctor fue a un balneario, Bad Hall, para mejorarse de su enfermedad pero a la vuelta del balneario estaba ya peor que antes de ir al balneario. Los cementerios de los balnearios más pequeños están atestados. "Mire usted, también los balnearios son totalmente absurdos, le digo al carretero. Un balneario como Bad Hall es totalmente inútil."
Por qué no puede jugar ya al watten.
Es evidente que el doctor no puede ir ya a jugar al watten. A causa de la muerte de Siller no puede ir a jugar al watten ya pero independientemente de la muerte de Siller tampoco puede ir ya a jugar al watten.
- Reflexión sobre hebillas grandes, y lo moderno se rompe.
Dos muertos.
El papelero y Siller y el maestro. El narrador siempre pensó que el maestro tenía una personalidad tendente al suicidio, pero nunca hubiera pensado eso de Siller. Al final Siller se ahorcó en el bosque y el maestro murió de un accidente, el mismo día, cuando se dirigían a jugar al watten. Fueron a jugar al watten y entonces casi mueren todos.
El viajante.
El carretero decide contar la historia del viajante. El viajante había encontrado el cuerpo ahorcado de Siller. Meses después contaba aquella historia a esa gente aún impactada por el hecho.
No insista.
"Si  fuera otra vez a jugar al watten, le digo al carretero, todo n o sería más que una extravagancia elemental y nada más que tristeza, que en el fondo no es más que miseria, que no es, más o menos, más que locura."
"Mientras el carretero me hablaba del viajante, estimado señor, el carretero tenía la impresión de que no lo escuchaba en absoluto, pero de repente comprobó que, aunque ordenaba mis papeles o, por lo menos, hacía como si ordenara mis papeles, escuchaba con la máximo atención,..."
Vamos a ver, el viajante -el narrador odia a los viajantes porque siempre encuentran cadáveres-, salió de su habitación en plena noche para combatir el insomnio, entonces se encontró el cuerpo ahorcado de Siller, el papelero, todos creían que Siller se había ahogado en el Traum pero en realidad Siller se había ahorcado en el bosque, a los 7 días se encontró el viajante a Siller en el bosque, claro , había que sustituir al papelero Siller y al maestro en la mesa de watten.
Dudas.
El viajante dudó, al encontrar el cadáver de Siller en si comunicar el descubrimiento del cadáver de Siller o no comunicar el descubrimiento del cadáver de Siller y así ahorrarse todos los inconvenientes que conllevarían la comunicación del descubrimiento del cadáver de Siller, sin duda unos grandes inconvenientes con suspicacias, sospechas y preguntas por parte de la policía.
Qué es el watten.
Es un juego de cartas típico del Tirol.
Siller, el suicida.
Que Siller, el papelero salió para ir a jugar al watten, después de haber planeado un viaje con su mujer para los días siguientes, y que se dirigió al bosque sin ropa de abrigo y descalzo es un hecho bien conocido y constatable. Que el viajante encontrara a Siller, el papelero, ahorcado en medio del bosque, es otro hecho que debemos creernos a pies juntillas. Las incógnitas surgen a la hora de encontrar los motivos por los cuales Siller, el papelero, se ahorcó ese día en el que se suponía que se dirigía, a través del bosque, a jugar al watten, el mismo día incluso que el maestro se dirigía a jugar al watten igualmente a la posada del Racher, en un lugar inhóspito, y encontraba la muerte cayendo al Traum.
Que primero se buscó a Siller en el Traum sin encontrarlo realmente se sabe, que Siller fue encontrado fortuitamente por el viajante también se sabe.
El carretero es persistente -ya lo escribí-, invita una vez más al doctor a ir a jugar al watten. El doctor fue denunciado por un compañero -un temblor de manos lo delató-. El doctor pasaba consulta gratuitamente pero también tenía un pequeño problema con la morfina. La administración cerró su consulta y lo aniquiló como ser humano, igualmente como doctor.
La llamada habitación de los libros.
La habitación de los libros era llamada por el doctor "la llamada habitación de los libros", y en ningún caso la habitación de los libros directamente.
- La historia de los dos grajos -esqueletos, lucha de grajos-. ¿Un sueño?
Pesquisas.
Después de terminar de leer Watten de Thomas Bernhard realicé algunas llamadas, a la jefatura de policía de Innsbruck, a la posada del Racher, y a la mujer de Siller, señora de Siller. La intención de estas llamadas era sobre todo la de esclarecer algunas cuestiones que me preocupaban:
1- Cuando Siller salió descalzo de casa hacia el bosque para ir a jugar al watten al Racher, ¿sabía ya que se iba a suicidar?
2- Si esto era así, ¿por qué se marchó descalzo, con el frío que pasarían los pies colgando en el aire, en medio del bosque, durante ¡siete días con sus noches!?
3- Si Siller se ahorcó sin ayuda alguna en medio del bosque mientras se dirigía al bosque, presa sin duda de un ataque de deseos suicidas irrefrenables, ¿con qué se colgó? es decir, ¿de dónde sacó la soga? ¿acaso la construyó allí mismo en medio del bosque? ¿la llevaba oculta bajo la ropa, que no era de abrigo precisamente?
Teoría del suicida.
Ya en obras anteriores nos hemos encontrado con esta idea de Bernhard: quien piensa en el suicidio está a salvo del suicidio, paradójicamente, pensar en el suicidio una y otra vez abre la mente a la posibilidad de la salvación, pensar en la aniquilación es salvaguardar la integridad propia, así Siller pudo no haber pensado nunca en el suicidio, así cuando le asaltó la idea primordial de la autodestrucción no supo cómo afrontarla y sucumbió al suicidio -ahorcamiento-. El maestro, una persona de personalidad suicida debió haber pensado mucho en el suicidio, era por ello que estaba a salvo del suicidio, sin embargo murió en un accidente.
Los estudios del doctor.
Son numerosos, son estudios médico-filosóficos. Todos los papeles van a ser quemados por el propio doctor.

No digo más.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Ungenach, de Thomas Bernhard.

Si tuviésemos que hacer una síntesis GENERAL de la obra de Bernhard diríamos básicamente:
un tipo se va a escribir un trabajo intelectual a una -vasta- propiedad -que lo aniquila-, alguien se suicida, todo es mortal.
Vayamos al grano, como diría el notario de Ungenach, es un relato breve que data de 1968 y que preludia los grandes clásicos del escritor austríaco.
Sinopsis.
Robert Zoiss ha heredado todas las propiedades de su familia. Su hermanastro ha muerto y ahora que su tutor también la ha palmado Zoiss, que vive en Stanford impartiendo clases, ha regresado a Austria para poner en orden el legado de su familia, realizando una donación que compete a un gran número de personas, varios presidiarios entre ellos. Luego la voz de su hermano Karl -asesinado en África- toma el relevo de la narración.
Juan Benet y Thomas Bernhard.
Ya está Kovalski con sus paranoias. No, no y no, sé lo que digo. Después de Amras me dije, qué puedo leer, demonios, luego me dije, leeré Ungenach, sí, lo tuve tan claro como el agua cristalina, Ungenach debía ser lo siguiente, no había otra posibillidad realmente, ni de otro autor y otra obra de ese autor, Ungenach era lo único que podía continuar en mi vida, tras Amras y Corrección.
Comienzo de Ungenach.
"... en la noche del 3 al 4 , camino de Zúrich, desde donde volveré en avión a los Estados Unidos, en dirección a casa de mi tío Zumbusch en Chur, en donde quería descansar unos días."
Una meditación, de Juan Benet: Cogí este libro de Benet el otro día, no sé por qué lo cogí, acababa de leer Amras y me dije, leeré algo de Benet, necesito leer algo de Benet, para alcanzar la aniquilación total, después de Bernhard pocos escritores soportan una lectura, no sabía si Benet lo conseguiría, yo creía que sí, entonces empecé a leer aquella historia de aquel suizo que se casaba con una de las tías del narrador, un suizo, maderero, que provenía de la ciudad suiza de Chur. Entonces recordé que Benet había sido muy amigo de Javier Marías, y que Marías era un devoto de Bernhard y que quizás esa devoción se la había inculcado su amigo y maestro Juan Benet, nada era absurdo, todo encajaba, quizás Benet había leído Ungenach y de alguna forma quiso dejar caer una pequeña alusión, una alusión que nadie captaría, quizás muy poca gente, pues Bernhard no era lo conocido que es hoy en día cuando apareció Una meditación (1970) -más bien nadie conocía a Bernhard fuera de Austria, Alemania quizás-. Curiosamente se cita a Bernhard en alguna ocasión con motivo de esta novela de Benet, la primera en la literatura española sin un punto y aparte, y se añade que probablemente Benet no conociera a Bernhard.  Yo no sé si lo conocía o no, ni si había leído Ungenach pero la coincidencia de un maderero de Chur me resulta sospechosa.
El notario Moro.
Este tipo me mata.
Personas que participarán de mi donación.
Papeles de Karl.
Volver o no a África: "Realmente la verdad es que no puedo darme a mí mismo ninguna explicación de por qué, de pronto, no vuelvo ya  África."
Lo que dice Miguel Sáenz en el prólogo de Relatos:
"A Bernhard, a quien durante toda su vida le preocupó, con tenacidad aldeana, la adquisición de propiedades, lo fascinaba la dispersión de esas propiedades a manos de los herederos."
Realización versus destrucción.
"La realización es al fin y al cabo la destrucción de la realización."
Entierro de mi padre. Pabellón de caza. Cadáver expuesto.
Este tema le gusta mucho a Bernhard y lo explotará tanto en el guión para la película de Radax El italiano como en la impresionante Extinción.
Música y felicidad.
"...escucho las suites for Harpsicord de Händel, interpretadas por Cristopher Wood, y soy feliz."
Odio de madrastra.
En una extensa epístola Karl da cuenta de su verdadera aversión hacia su madrastra: "En esos años de tu impulso destructivo, dos o tres después de la muerte de mi madre, conseguiste hacer de Ungenach, el lugar de la generosidad y de la humanidad y de la cultura y del mejor señorío, de acuerdo con la evolución general, debo decir, nada más  que una devastación y destrucción de la naturaleza y del espíritu,un infierno del mal gusto...".
Este odio se verá reproducido -amplificado- en la figura de Roithamer en Corrección, de 1974.
No es el único punto en común con Corrección, también están los estudios genéticos y una propiedad que aniquila a sus propietarios (Ungenach, Altensam).
Un problema matemático.
En una carta al físico Renner en Vaduz, Walter intenta averiguar qué problema matemático comentaron él y su padre en una excursión desde Sitten a Leukerbad: "¿qué hay de ese enigma matemático que, como me consta, preocupó a mi padre hasta el final de su vida?" (Esta carta nunca fue enviada).
Analizando.
Analizar Ungenach no era fácil, era incluso IMPOSIBLE. Como todo Bernhard cualquier interpretación tendía al fracaso. Ungenach es una síntesis de toda la obra de Thomas Bernhard. La infancia como el origen de la muerte, la propiedad familiar que aniquila a sus integrantes (Amras, La calera, Altensam,...), un exiliado  que regresa con motivo del reparto de la herencia, una donación -demencialmente generosa-, un pabellón de caza donde reposa el cadáver del padre (Extinción, El italiano), la lucha contra la naturaleza, etc... Quizás aún no ha fructificado convenientemente la idea del trabajo intelectual como único y decisivo proyecto vital. Hay escarceos intelectuales, en las ciencias naturales (Corrección, Amras), con el oído (anticipándose a La calera) -su padre había perdido la vista pero "Prescindiendo de todos los médicos consiguió verlo todo más intensamente, si bien en realidad no veía absolutamente nada ya, por medio del oído"-, estudios genéticos,... (, Corrección). Me dije entonces, para qué analizar Ungenach, Ungenach nos analizaba realmente a los demás y no nosotros a Ungenach, es Ungenach el que nos aniquila y  no nosotros a Ungenach, Ungenach fue escrito para salvar de la aniquilación y en realidad se convirtió en un instrumento aniquilador, gran escrito, Ungenach, gran obra menor.
Pasajes: Naturaleza, Robert Walser, muerte, manías intelectuales.
"Tribunal de la Naturaleza.
Mi vida como desviación consecuente de mi vida.
Predilección por la comedia: miedo mortal."
"Atakpame. Con Stirner. Conversación sobre Robert Walser."
"La causa de mi muerte está en mí mismo. Robert."
"Me afligía extraviarme en las manías intelectuales echadas a perder que hoy pueden observarse por todas partes, eso me repelía."
Reflexión.
Me dije, no puedo analizar a Bernhard, me resulta imposible analizar a Bernhard, no sé por qué siquiera intento analizar a Bernhard, una y otra vez, tan solo un apunte, me decía, un pequeño apunte, nada más, intentaba convencerme de mi inutilidad, no pretendo analizar a Bernhard, me engañaba a mí mismo, sólo quiero leer un poco de Bernhard y explicar algo, no todo, en realidad, no quiero realizar un profundo análisis de Bernhard, sólo algunos detalles, me decía, leía un poco a Bernhard y creía entenderlo todo, una frase se multiplicaba en mi cerebro en miles y pensaba, esto lo escribiré en el comentario, luego me sentaba a escribir y no había ya nada en mi cerebro, Bernhard se había volatilizado, toda esa basura intelectual en la que intentaba basar mi existencia se derrumbaba por momentos, y no significaba absolutamente nada.



miércoles, 21 de septiembre de 2011

AMRAS, de Thomas Bernhard

Relato ( o novela breve) de 1964.
Traducción de Miguel Sáenz.
112 páginas.
Sinopsis.
Dos hermanos adolescentes (Walter y el narrador) son encerrados por su tío en la torre de Amras a la muerte de sus padres (suicidados).
Ellos mismos han intentado suicidarse.
Walter padece la enfermedad materna, ataques epilépticos.
Las lecturas de Walter.
Stifter,  Jean Paul (Johann Paul Friedrich Richter), y Lermontov.
Novalis y Bernhard.
La novela se abre con una cita de Novalis: "La esencia de la enfermedad es tan oscura como la de la vida."
Recordemos también que Rothamer tenía la buhardilla de los Höller repleta de citas y escritos de Novalis pegados en las paredes. En El Premio Julius Campe de Mis Premios, leemos: "En el parque de Wertheimstein y en el Casino Zögernitz leí las galeradas de Amras. El libro está logrado, es un libro romántico, escrito por un joven después de leer a Novalis durante meses."
Me dije, voy a leer de nuevo Amras. Amras no es una de las grandes obras de Bernhard pero en Amras está el germen de Bernhard, me dije, no es una gran obra maestra de Bernhard como Corrección o La calera o Extinción, pero en ella está sin duda el germen del mejor Bernhard, me dije, leí Corrección y me hundí, leí La calera y me hundí, leí Extinción y me hundí, ahora leeré Amras y no sé si me hundiré también, lo bueno que tiene estar hundido es que ya no puedes hundirte más, tan sólo son palabras, me dije, luego me dije, sin embargo las palabras son lo más importante que hay, nada es más importante que las palabras, luego me dije, está el pensamiento, y unos segundos más tarde me dije igualmente, el pensamiento se hace con palabras, intenté pensar algo sin palabras y no conseguí hilvanar ninguna idea, tan sólo imágenes de Mary Elizabeth Winstead paseando por el parque, bueno, y también la luz en alguna calle de Berna o La Haya....
"Era triste lo que veía, era triste lo que pensaba, tristemente corrí la cortina, con la tristeza que gobierna la razón..." Digamos la tristeza dirigida, razonada.
Los dos hermanos tan sólo quieren desaparecer. Hay dos cartas de los hermanos, una dirigida a Hollhof, psiquiatra de Merano y otra a la señora Kufstein -el resto de cartas las escribirá el narrador-
Las lecturas de Walter ANTES del suceso.
Sterne, Dante, Donne, Diderot...
El cuchillo de Augsburgo.
Walter no se atreve a cogerlo porque le incita a causar dolor a alguien.
Suelos y muros.
Nueva a carta a Hollhof.
Menú en Amras.
Desayuno: leche cruda con pan recién hecho.
Almuerzo: manzanas y peras.
Cena: lonchas de carne negra colgante -cortadas con el cuchillo de Augsburgo- mojadas en vino.
Cartas a Hollhof.
Las cartas a Hollhof se suceden, entonces me doy cuenta que hace un rato que todo el libro son cartas a Hollhof.
Visita al internista en Innsbruck.,
La visita mensual al internista la hacen los hermanos andando. Cuando llegan Walter se instala en el llamado Asiento del epiléptico.
La muerte de Walter.
Walter está muerto. Sufría epilepsia, la enfermedad de la madre. Ahora está muerto. Luego sabremos la causa de su muerte (suicidio).
La casa del internista.
La consulta del internista está en un cuarto, quinto o incluso un ¡sexto piso! y no hay ascensor, ¿a qué internista se le puede ocurrir semejante desatino?
Análisis profundo del estilo narrativo de Amras.
Hay muchos puntos suspensivos...
Frases de Walter.
El narrador le transcribe a Hollhof las frases encontradas bajo el catre de Walter. Son disparates. ("El silencio del cerebro...").
Las ciencias naturales.
Walter se ocupa de las ciencias naturales, el narrador de la música, o es al revés, sí, al revés.
Análisis fonético.
Cómo debe sonar "Amras" en alemán, Amrrrasssss...
Qué decir a la gente para que se anime a leer Amras.
No te vas a reír con esta novela, definitivamente.
La ridiculez.
"...a veces andaba, no corría, me arrastraba y andaba, corría y me arrastraba, andaba y corría, sólo lo ponía todo en ridículo... pero sobre todo me ponía a mí en ridículo, me ponía en ridículo por... loco, malvado, artificial... con el endiablado deseo de armonizar por mí mismo la Naturaleza con mi propia ridiculez... con mi forma de actuar de repente, también allí, otra vez totalmente filosófica..."
Reflexionemos acerca de la ridiculez: definitivamente somos ridículos, el ser humano no puede escapar a su ridiculez, es absurdo e inútil luchar contra la ridiculez, ¡es ridículo luchar contra la ridiculez!
Fragmentario.
Digamos que el libro es fragmentario.
Locura.
La cubierta alude a "monólogo que iluminan documentos intercalados la deriva progresiva e inexorable a los tenebrosos dominios de la locura".
Bueno, pensé, si utilizáramos los documentos dispersos de alguien, más los pensamientos sueltos de un pariente que se ha suicidado, cartas al psiquiatra, reflexiones inacabadas... ¡cualquiera parecería un loco!
"Ya no estudio, ando, con el equilibrio totalmente trastornado, por un bosque de experiencias asfixiadas, mortales puntos de apoyo del espíritu, todo está muerto, todos los libros están muertos, sólo respiro ya un aire muerto..."
Cuando uno pierde la fe en los libros lo ha perdido todo.
Lo mejor es la carta final a Ratteis, botánico de Partschins.
"Amras extraordinario".
En Mis premios Bernhard relata la época en la que escribió Amras, de un tirón, a su editorial le pareció bastante bueno (Telegrama: "Amras extraordinario, todo muy bien", de Mis Premios. Se pierde en los vericuetos de la historia de la literatura qué leyó realmente el lector de la editorial).
"Después de Helada creí no poder escribir, ni poder escribir nunca más, pero entonces, a orillas del mar, me puse a ello y Amras estaba allí. Siempre había sido el mar lo que me había salvado , sólo necesitaba ir al mar y estaba salvado." (Mis Premios, 2009, póst.)
Después de Amras el narrador estará en Aldrans, y luego en Stam.
El final posible: los manicomios austríacos ("...que nos avergüenzan a todos...").