lunes, 29 de septiembre de 2008

Padre e hijo, Sokurov en Lisboa


Después de El arca rusa Alexander Sokurov rodó esta Padre e hijo en 2003. Como complemento a su magnífica Madre e hijo -ya comentada en este blog- Sokurov se ocupa ahora de un amor paterno-filial tan intenso como irreal -algunas voces criticaron el contenido homoerótico de algunas escenas, creo que infundadamente, lo que pasa es que se acercan mucho para hablar, por dios, en todo caso la sugerencia del incesto sería más provocativa. Con una técnica en la que predominan los filtros y un uso del color minimalista -tendente al blanco y negro-, esta nueva entrega del ruso es otra pequeña joya -en esta ocasión de 82 minutos. La ausencia de la madre -muerta en la juventud- potencia la relación del padre con el hijo, ambos militares, el padre en la reserva, el hijo en la academia, de tal forma que no pueden vivir el uno sin el otro. Hasta tal punto llega este amor que llega a condicionar la relación de Alexei -el hijo- con su novia. La sombra de una traición oculta sobrevuela todo el metraje. La aparición del hijo de un antiguo compañero del ejército de Matías, el padre, despierta historias pasadas. Un paseo en tranvía de los dos hijos es quizás la mejor escena de la peli. El brillo de la abrazadera, los cristales sucios del tren, la luminosa ciudad tras ellos. Alto, pero si esa ciudad podría ser Lisboa, me digo, el barrio de Alfama para ser más exactos. Será alguna ciudad rusa en la que también hay tranvías. Un plano largo contempla la ciudad desde una colina. Diría que esa vista podría ser la que se tiene de Lisboa desde el Castillo de San Jorge. Se ve el río Tajo, pero no la Torre de Belém, mientras hablan de un cuadro de Rembrandt en el Hermitage. Una fachada de una iglesia me da la pista definitiva. Es Sé Catedral, la catedral de Lisboa, no hay duda. Pero ¿qué diablos hace Sokurov grabando en Lisboa con actores rusos y en idioma ruso? La escena del espejo -que en realidad son radiografías- parece un pequeño homenaje a su maestro Tarkovsky, al igual que la mención de los sueños de Alexei -que sueña con matar al padre-. Un odio oculto, unas preguntas sin respuestas, un susurro al agua -pienso en Kieslowski. La amenaza de una enfermedad incurable, el sueño del hijo con tener a su vez un hijo con su novia -el deseo del hijo de pasar a ser padre, a ser su padre quizás, a quien ve como el bello de los dos, musculoso, como un árbol, "tus brazos son las ramas". La desesperación ante la incerteza, el perdón, el sol en el horizonte. Un final de una impactante belleza plástica. La película está plagada de momentos cinematográficos memorables, tan extraordinarios que pensé que Woody Allen querría parodiarla en la onda de Cómo acabar de una vez por todas con la cultura. La música, de Tchaikovsky, ligeramente retocada por Andrei Sigle, y, como ya ocurriera en Madre e hijo, en un segundísimo plano. Otra gran película de Sokurov que da por finalizado -por el momento y a la espera de conseguir nuevos títulos, sobre todo su trilogía del poder con Moloch, Taurus y El sol- este pequeño ciclo de Sokurov en El mundo de Kovalski.

domingo, 28 de septiembre de 2008

OPETH: Watershed (2008)


Con un poco de retraso llega a El mundo de Kovalski la obra maestra editada este año por los suecos Opeth -o lo que es lo mismo, el nuevo disco del talentoso Mikael Akerfeldt. Y es que las peticiones de los lectores de este blog son sagradas para Kovalski. Este nuevo cd supone además la presentación discográfica del nuevo batería Martin Axenrot -músico relacionado con bandas de death-black como Bloodbath donde coincidió con Akerfeldt- en sustitución de Martín López, y del nuevo guitarrista Akesson -que sustituye a Lindgren y que estuvo en los Arch Enemy del genial Michael Amott. La producción ha corrido a cargo de Jens Bogren -productor del anterior disco de Opeth Ghost reveries y de bandas como Soilwork y Katatonia- y del propio Akerfeldt. El disco comienza con un tema acústico COIL -con guitarras acústicas y flautas, y la dulce voz de Natalie Lorichs que recuerda enormemente a la de la ex vocalista de The Gathering Anneke van Giersbergen y que da la réplica a Akerfeldt en la segunda parte del tema. Un tema acerca de la inercia -desilusionada- en una relación amorosa: "When I get out of here Will I leave you behind? I found that the years passed despite ". Curiosamente los dos opinan lo mismo, pero siguen juntos. Gran tema -y extraña forma de comenzar un disco de death metal progresivo- que nos retrotrae a la época de Damnation. Heir Apparent comienza de forma depresiva, con esos arpegios tan típicos de Akerfeldt, y después de una coda tenebrosa a cargo de Wiberg en el teclado deviene la tormenta en una de las interpretaciones vocales de Akerfeldt más espeluznantes. Después de un solo buenísimo con la eléctrica entra la guitarra clásica para dar paso a un parte totalmente black-death que recuerda a bandas como Dimmu Borgir, luego retoma la parte acústica, etc. Un tema muy complejo que finaliza con una inspiradísima melodía instrumental. The lotus eater es otro grandísima tema que empieza con un tarareo "mudo" y se convierte en una avalancha en la que Akerfedt es capaz de alternar melodía con partes black. Un riff simple se convierte en la base para un desarrollo vocal emocionante y el mellotron de Wiberg poniendo los pelos de punta: "You are stuck in a beautiful future.Changing and waiting and seeking the truth of it all". Los interludios, los puentes entre sección y sección están cuidadísimos. Akerfeldt en estado de gracia. Nuevos pasajes acústicos con flautas, guitarras limpias y arpegios marca de la casa desembocan en una parte casi cómica con aire jazz -¿es que el genio de Akerfeldt no tiene límites?-. El final del tema me suena a los Pink Floyd más psicodélicos con voces en off. El momento cumbre del disco viene con Burden (Burden), una balada impresionante que te hace sentir que el mundo no está acabado. Un aire a los King Crimson del Red impregna el sonido -ese mellotron, oboes-, la voz de Akerfeldt rasga las bonitas melodías y la letra profundamente triste -como casi todas las de este genio-("If death should take me now. Count my mistakes and let me through. Whisper in my ear. Taken more than we've received. And the ocean of sorrow is you"), el solo de teclado es espectacular y la guitarra solista brilla en "Fading away". Pero eso no es todo, la canción termina con una melodía en las guitarras -con coros sin letra de fondo- que quizás sea posiblemente lo mejor que haya compuesto este hombre en toda su vida. El momento menos brillante del disco viene con el single Porcelain Heart, una canción que suena demasiado a otras cosas de Opeth pero que también tiene una parte central escalofriante (video de Porcelain Heart) después del solo -minuto 3.30- ("I see blood spilled 'neath my feet, Lead me through wastelands of deceit, Rest your head now, don't you cry, Don't ever ask the reason why"). Los dos temas con los que concluye el disco con excelsos. Tanto Hessian Peel como Hex Omega reúnen todo el talento que hay en Opeth. El principio de Hessian Peel suena a los Dire Straits de Love over gold (¡no es broma!), luego la clásica de Akerfeldt acompaña una bonita melodía de la guitarra eléctrica sin distorsión y canta Akerfeldt: "Will their children cry When their mother dies And in the autumn of their lives Will they feel the same?". Típico riff con la acústica y presencia del mellotron, voces limpias, esta gente ahora tocan el cielo. Solos melódicos de guitarras con dobles voces que podrían recordarnos a los Maiden más clásicos. Parte crepuscular con una nueva sección acústica que enlaza con parte más black -voces guturales- y nos parece escuchar a los Opeth del Deliverance. Vuelven más partes acústicas tremendamente inspiradas -este tío no para, el tema dura más de 10 minutos- y termina la canción con melodías disonantes. Hex Omega se está convirtiendo en mi tema preferido del disco. Riffs rebuscados con esos arpegios akerfeldtianos, y toda la melancolía que reúne su genialidad. Flautas para "Two years In your heart One moment of doubt". Solos de guitarra heavies, vuelta a la simpatía por el caos, y final con un ritmo de guitarra entre purpleliano y blacksabbathiano, repetición con Axenrot realizando variaciones hasta que el sonido de órgano da por terminada esta obra maestra. En términos técnicos decir que el sonido es perfecto, Akerfeldt está mejor que nunca en las voces y en las guitarras solistas; Axenrot aunque con un estilo menos estilista que López -muchas dudas se despertaron cuando se dio a conocer el sustituto del uruguayo- hace un trabajo brillante; las composiciones están muy inspiradas, la producción está repleta de muchos detalles, transiciones, arreglos de gran gusto y calidad. Cada escucha invita a descubrir nuevas facetas que antes pueden haber pasado desapercibidas. El disco del año. El mejor disco de Opeth. Un disco que terminará siendo mítico. Si no lo es ya.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Un descanso verdadero, de Amos Oz.


Israel no sólo es Bar Refaeli. También está Amos Oz. Un descanso verdadero data de 1982 pero aquí lo publicó Siruela en 2006. La acción transcurre en un kibutz israelí en la década de los sesenta. Un militar de la reserva, Yonatán, decide abandonar la aldea y todo lo que ello supone, familia, trabajo, recuerdos. Empezar de cero. Su personaje antagónico es Azarías, llega al kibutz al tiempo en que Yonatán ha tomado esta decisión y pretende instalarse definitivamente en la comunidad agrícola, a pesar de provenir del extranjero. La novela discurrirá a través de estas dos figuras, la verborrea y el idealismo -spinoziano- de Azarías se contrapone con la desilusión de Yonatán a quien una vida tranquila como mecánico del taller y con una hermosa -aunque poco inteligente- esposa parece resultarle insuficiente. Otro personaje en la sombra al principio y que tomará mayor relevancia en la última parte del libro es Srulik, el músico que acabará sustituyendo al padre de Yonatán como secretario general del kibutz. Srulik es un soltero cincuentón que se encuentra con que en la última etapa de su vida obtiene un relieve social y una responsabilidad que ya no esperaba. Enamorado platónicamente toda su vida de P., a quien nunca le ha confesado su amor, las reflexiones de Srulik al final de la novela son la gran joya de la obra, con un casi filosófico discurso acerca de la no-necesidad del amor, de la amistad, y de la auténtica finalidad de las relaciones entre los seres humanos que no es otra que la de provocar dolor, o al menos la de moldear, manipular a nuestro antojo, para que todo trascurra como nos conviene. "Yo que he gastado mi vida en una estéril contemplación a través de los cristales de mi ventana, sé que a fin de cuentas no hay salida, que el dolor está anclado en el orden de las cosas. Que como la mariposa al fuego todos nuestros actos tienden a él, los malos y los buenos, el deseo carnal, las secretas fantasías sexuales, las ideas, la paternidad, la amistad, el arte, e incluso el declarado anhelo de disminución de dolor que nos rodea oculta un deseo escondido de hacer daño y sufrir". Aunque pueda parecer lo contrario esta novela no es en absoluto pesimista ni amargante, pues haciendo uso de la pardójica contradicción de lo que parece comunicar, en el personaje genial de Srulik apreciamos el verdadero sentido de la vida, la insólita esperanza del que sobrevive sin solicitar nada a cambio. Sublime Oz.

lunes, 22 de septiembre de 2008

El arca rusa, de Sokurov


Menuda papeleta se le presenta hoy a Kovalski. El arca rusa de Alexander Sokurov es quizás la película más famosa de Sokurov -no obstante, no la busquéis en el video club, ya que seguramente será una búsqueda infructuosa-, y posiblemente sea también la película más extraña de la historia del cine. Producida en 2002 el film pasará a la historia por ser la primera peli de larga duración (95 minutos) rodada en una sola toma sin edición posterior -me río de los 6 minutos del plano final de Sacrificio de Tarkovski. ¿De qué va la peli? buena pregunta. Se trata de un paseo por el museo del Hermitage de San Petersburgo y por la historia de la Rusia zarista, creo, aunque no podría estar seguro. Un hombre llega a la puerta del museo en el momento en que entran unos soldados con unas hermosas jóvenes -la de blanco es para mi, grita uno de ellos- y que parecen asistir a un baile en pleno siglo XIX -¿y esas ropas?-. Este desconocido -que se identifica con la cámara y cuyo rostro nunca vemos- encuentra un aliado en un marqués francés del siglo XVIII, perdido al igual que nuestro protagonista en el espacio y el tiempo. De esta forma comienza un recorrido por las salas del museo -que abarca varios edificios- y en el que vemos a varios personajes históricos como Pedro el Grande, Catalina II la Grande, un tal Mihail (que posiblemente sea el escritor Mihail Bulgakov) con una tal Konstantinovich (que quizás se refiera al director de teatro que estrenara obras de Bulgakov, Constantin Stanislavski), Anastasia (hija del último zar Nicolás II), entre otros. De esta forma la naturaleza de la película es incierta. Quien espere un minucioso panorama histórico se llevará una decepción ya que se trata únicamente de pequeños apuntes sin profundidad ni información suficiente de la Rusia zarista; y quien espere un documental sobre el contenido de las salas del museo también acabará decepcionado igualmente, pues si no recuerdo mal sólo se presta alguna atención a La virgen de las perdices de Van Dyck, a algún Greco (San Pedro y San Pablo), a las tres gracias de Canova y poco más, mencionándose algunas galerías de pasada. En este sentido la peli es más una reflexión sobre el papel de la diplomacia -solucionando el conflicto con el Shad de Persia- y la irrealidad en la que vive la aristocracia -la escena final del baile de casi quince minutos encierra una crítica desgarradora a la alta sociedad y a la esfera militar "de medallitas" y uniformes de feria-, que un documento histórico o artístico. Hay algunos elementos formales en la peli que merecen ser mencionados. Por un lado la impresionante "única toma", pues estamos hablando de un plano secuencia de hora y media que recorre los distintos edificios del museo, incluso saliendo al exterior en algún momento, con multitud de personajes entrando y saliendo en el campo de cámara, y con la labor increíble del actor Sergey Dreiden -con ese aspecto de noble, medio achispado y con gran sensibilidad para con el arte- dando un auténtico recital y que sirve de guía en todo el film. Algunos detalles me hicieron pensar en David Lynch (!): cuando el marqués es expulsado de la galería italiana porque cerraba el museo y el vigilante le sopla mientras le cierra la puerta y el marqués le devuelve el soplido ante la estupefacción del vigilante; o aquella mujer que admira a la Danae de Rembrandt argumentando que ese cuadro significa mucho para ella y escapa danzando cual pirada escapada del frenopático. Una cosa me sorprendió negativamente y es que la tres orquestas que salen tocando -en una representación teatral y en el baile final- tocan en play back -aunque la promoción diga otra cosa. El resultado es pésimo ya que se ve incluso al gran director Valerie Gergiev dirigiendo con gran interés a una orquesta que está tocando algo -no sé qué- que no corresponde con lo que oimos. Teniendo en cuenta el grado de complejidad y de exigencia técnica de la peli me parece desastrosa esta cuestión. El final es un poco enigmático, el marqués decide quedarse en el museo y nuestro protagonista sale a la intemperie gélida: "Es una pena que no quiera venir, estamos destinados a navegar para siempre, a vivir para siempre...". Resumiendo, otra gran película de Sokurov.
Aquí el trailer: Russian Ark: trailer

viernes, 19 de septiembre de 2008

Madre e hijo, de Sokurov


Comienza aquí un pequeño ciclo de 3 artículos sobre el director ruso Alexander Sokurov (si es que Kovalski aguanta tanta presión). Se dice que es el posible sucesor de Tarkovski (o sea, hay que prepararse para cine "raro"), a quien conoció en la época de El espejo, película que le influyó determinantemente; bueno, pudo haberle influido Agárralo como puedas o el cine de Tarkovski, desastrosamente para él -y afortunadamente para nosotros- fue el último quien marcó su vida cinematográfica. Nacido en 1951 en San Petersburgo su primera peli más o menos conocida es esta Madre e hijo de 1997. Se trata de una pequeña joya de apenas 67 minutos en la que se retrata con increíble ascetismo el amor de un hijo por su madre enferma. Intentaré no desbaratar mucho la trama pero algo tengo que decir de lo que sucede en la peli. Madre e hijo viven en una cabaña en medio del bosque, en la taiga o en la estepa o donde quiera que sea pero por allí no pasa ni el tato. La madre -casi anciana- está muy enferma, el hijo -un joven rondando la treintena- la saca a pasear -¿qué quieres madre? dar un paseo-, le lee unas cartas mientras la apoya -incomodísimamente por cierto- en un banco de madera -agh..., tu corazón está muy mal, madre. Luego continúan el paseito -hace mucho frío, madre, no importa, tírale-, así que el hijo lleva a la madre en brazos por unos caminitos inhóspitos. Al fin la lleva a casa y comienza un segundo paseíto del hijo -al quinto pino, literalmente, por dios- en el que se concentran una serie de sentimientos, motivaciones, lamentos interiores que parecen acumulados y retraídos, sobre un fondo paisajístico espectacular. El hijo se apoya sobre un árbol y llora. Analicemos. ¿Por qué llora? Esta parte de la peli me emocionó y me hizo pensar mucho -pero ahora no recuerdo exactamente en qué. Puede llorar por varias cosas: a. por la enfermedad de la madre, irreversible y próxima al final; b. por la soledad a la que está predestinado -una vez muerta la madre se va a quedar más solo que la una; c. (y ésta es la interpretación que más me gusta) porque ve cómo no tiene absolutamente nada en la vida, cómo la ocupación por la madre -el amor tan intenso hacia ella que le impide dejarla sola- le ha privado de tener una existencia propia, con mujer, hijos, una casa en la ciudad, un bono para el metro. Hay momentos trágicos descritos con gran economía de diálogos: no tengo nada que ponerme, cómo que no, madre, tienes el impermeable, el sobretodo, pero el impermeable huele mal, hijo, huele muy mal. Tío, cómprale un impermeable nuevo, por favor. Otro momento espectacular es cuando se queda mirando al tren -¿el transiberiano?- como si viera una última oportunidad para escapar del mundo actual y comenzar una nueva vida. También cuando la madre le pregunta: ¿Aquí vivimos bien? uf, genial, esto es la juerga padre. Sin embargo se aprecia un distanciamiento inusual entre ambos, por ejemplo, el hijo no conoce el remitente de una de las cartas, un amor pasado de la madre, quizás, ¿será el padre del hijo? ¿conoce la identidad de su padre? ¿qué pasa aquí? En el aspecto técnico hay que comentar la deformación de la imagen -cual Greco del siglo XX en el séptimo arte- y los filtros ocres utilizados alrededor del campo de visión -junto a una ligera sensación de vista borrosa en los vértices- que convocan quizás a una idea de la primera fotografía, y dándole un aire onírico increíble con música de Glinka y Verdi de fondo -muy de fondo. La visión pictórica de Sokurov recorre cada plano y esto creo que no le hubiera gustado mucho a su maestro Tarkovski, pero en fin, ya dije que yo veía en Tarkovski a un pintor del cine y Sokurov no le va a la zaga en este aspecto, de modo que consciente del poder de su imagen Sokurov a veces mantiene un plano un tiempo casi exagerado -una vez creí que se había atascado el dvd (!). La verdad es que esta película no deja indiferente, es una experiencia única y absolutamente excepcional en los tiempos de desesperanza que corren.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Naturaleza muerta, de Jia Zhang Ke


Esta peli ("Still life") del chino Jia Zhang Ke ganó el León de Oro en el Festival de Venecia de 2006. Es la historia de dos búsquedas en un pueblo desaparecido por la construcción de la presa de las Tres Gargantas. Un minero busca a su mujer y a su hija 16 años después de que se hayan marchado de casa; y una enfermera busca a su marido, un importante constructor -quien la abandonó dos años antes. Desolación, soledad, miseria, Jia Zhang Ke nos retrata una China muy diferente a la exportada a través de los fastuosos Juegos Olímpicos -cuyas ceremonias ha dirigido Zhang Yimou tan magníficamente-, un país donde la clase obrera malvive, donde la gente de los pueblos "deglutidos" por la presa no encuentran sitio donde asentarse -inevitablemente me acude a la mente el final de Balzac y la joven costurera china, de Dai Sije. Silencio, austeridad, desesperanza -el protagonista busca casi sin ilusión, como movido por la inercia del que nada tiene que perder-, la peli avanza y el espectador no ve salida. Detalles curiosos e incomprensibles son los de los platillos volantes; tipografía poética en algunos momentos -cigarrillo, té..., a modo de objetos de los bodegones o naturalezas muertas de esos pintores flamencos del barroco- como intentando capitular las escenas. Las dos historias tienen un punto en común, pero nunca terminarán de enlazarse. Ni siquiera el director pretende despertar la simpatía por sus personajes, simplemente nos presenta sus circunstancias de forma fría y distante. Nadie es bueno ni malo -a pesar del diferente final de las dos historias nos queda cierta sensación de inutilidad en las acciones de sus protagonistas, ¿por qué?. Muy buena peli de este cineasta chino cuyo resto de filmografía debe ser visionada por este absurdo blogger.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Sacrificio, de Tarkovski


He estado unos días leyendo el excelente libro-documento que nos dejó Andrei Tarkovski titulado Esculpir en el tiempo. A partir de estas reflexiones sobre estética, cine y arte he ido comprendiendo algo mejor (o algo, a secas) sus películas. Ayer estuve viendo de nuevo Sacrificio, su último film, rodado en Suecia. En él un tipo chiflado en el ocaso de su existencia, Alexander, vive apaciblemente en una casa de campo preocupado por el devenir del mundo y porque éste cambie de alguna manera -en realidad no da ni golpe, sólo realiza monólogos sin sentido, así quiero ser yo de mayor, por dios. Un suceso -una guerra nuclear- estropea la fiesta de cumlpeaños de Alexander -que estaba siendo una muermo, por cierto-. Entonces Alexander realiza una plegaria que conlleva ciertos sacrificios personales -no voy a reventar más la peli para quien tenga valor de enfrentarse a ella. Un profundo misticismo, el amor de una bruja esotérica, la imaginación descontrolada de un loco, un hermoso libro de reproducciones de Piero della Francesca, un cuadro de Leonardo -"Leonardo siempre me dio miedo", declama Otto -el multimillonario excéntrico que reparte cartas en sus ratos libres-, en uno de los comentarios artísticos más impactantes de la historia del cine-, un mapa original del siglo XVI, junto a un grupo extraño de "actores" -Alexander fue actor en su vida profesional y ahora todos los que le rodean parecen estar actuando en torno a su persona- conforman una extraña película -incluso dentro de la filmografía de Tarkovski, aquí bastante influenciado por Bergman, me parece, además de contar con un actor fetiche del sueco para el papel protagonista, como ya sucediera en Nostalghia, Erland Josephson- que denuncia la falta de fe en la vida actual y el exceso de materialismo corruptor del espíritu, todo esto a través de un montaje más sencillo que en otras pelis suyas como El espejo -aunque con una cuidada puesta en escena, como siempre-, y con el uso del color y el blanco y negro casi a partes iguales. No faltan escenas de sueños, alegorías simbólicas -no frecuentes en Tarkovski, como el árbol seco representando la fe-, ambientes gélidos, incendios, e incluso un lavado de manos que contradice al de Poncio Pilatos. El final es grotesco y hasta divertido, un plano de seis minutos del que Tarkovski se vanagloriaba en decir que era el más largo de la historia del cine, cosa que no llego a entender estando el precedente de La soga de Hitchcock, a lo mejor se refería a otra cosa.

lunes, 8 de septiembre de 2008

El rostro ajeno, de Kôbô Abe


Bueno, este libro son palabras mayores. El japonés reflexiona sobre la importancia del rostro en la sociedad, sobre la hipocresía del ser humano, sus debilidades, su inseguridad, la ausencia de identidad, la soledad no convenida y sobre los límites de la locura incluso. Un accidente de laboratorio deja al protagonista con el rostro desfigurado. Sus conocimientos como investigador biológico le permiten fabricarse una máscara que respete al máximo posible las líneas de expresión. A partir de comenzar a usar la máscara ésta empieza a adueñarse de su personalidad, convirtiéndole en otra persona. ¿Hasta qué punto es el rostro el mapa fidedigno de nuestra alma? La maestría de Abe, -un autor que me gusta denominarlo como tremendamente analítico, hasta el borde de la obsesión analítica en su narrativa- se expande de manera espectacular en los tres cuadernos -y una carta, y una contestación final- de que está compuesta la novela. La minuciosidad de detalles en la proyección de la máscara, la progresiva incorporación de ésta en la sociedad, y el desenlace final a través de su relación -y de la máscara- con su mujer, constituyen el contenido de estos cuadernos -blanco, negro y gris- que escribe el protagonista con el fin de que su mujer los lea y comprenda las circunstancias en las que se encuentra -tanto él como la máscara-. Un laberíntico discurso interior, salpicado de escenas en las que contacta con el mundo exterior -la entrevista con el cirujano estético, el encuentro con la niña del yoyó, el almuerzo con aquel desconocido, las citas con su mujer- nos muestran la habilidad extrema de este escritor, sin duda -y para mi un total descubrimiento, ya reseñé hace unos días la memorable La mujer de la arena- uno de los mejores autores existencialistas del siglo XX.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Los optimistas, de Goran Paskaljevic


Después del relativo chasco que me supuso Prométeme de Kusturica -donde el histrionismo visual y sonoro alcanza cotas manieristas exageradas que llegan a aburrir- esta película del serbio Paskaljevic, que ya deslumbrara con su hermoso"cuento" sobre una niña autista Sueño de una noche de invierno, me hace recobrar la ilusión en el cine balcánico -si bien es anterior a Prométeme, concretamente de 2006. Dividida en cinco capítulos independientes la peli estudia la situación actual de la Serbia de posguerra y en la que el hilo conductor es el optimismo de los protagonistas, un optimismo que no deja de ser infundado y con fecha caducidad, lo que conduce a situaciones de patetismo y esperanzas vacuas. Para mi las mejores hisorias son la primera y la última. En la primera un hipnotizador llega a un pueblo desolado cuyos habitantes conviven de mala manera en naves industriales. Él les inyecta una dosis de moral de forma gratuita, ¿de forma gratuita? En el quinto episodio un autobús de enfermos son conducidos por un iluminado que los llevará a un lodazal con propiedades curativas milagrosas. A pesar de lo evidente del timo los viajeros no cejarán en su empeño hasta conseguir su meta. Una dosis de buen cine, un poco moralista pero plagado con leves tintes humorísticos y también dramáticos. Lazar Ristovski está prodigioso en cada capítulo que protagoniza camaleónicamente. El film obtuvo la Espiga de oro en el festival de Valladolid de 2006.