viernes, 25 de abril de 2008

Ligeti, el mago húngaro.


György Ligeti nació en Dicsőszentmárton en Rumania, cuando pertenecía a Hungría, en 1923, y murió en Viena en 2006. Ya desde joven intuía su vocación compositora: "Al dormirme o al pasear, cuando era niño, imaginaba piezas musicales del comienzo al final, tal como habría podido escucharlas en un disco (el único instrumento que había en casa era un fonógrafo). Creía que todos los niños hacían música en su imaginación. El hecho de que no fuera así sería sin duda determinante para mi decisión de convertirme en compositor". En 1943 su condición de judío le acarreó algunos problemas con los nazis. Su familia fue deportada a Auschwitz, luego su padre moriría en Bergen-Belsen y su hermano en Mauthausen, qué horror por dios. Su madre sobrevivió y el propio Ligeti también gracias a que fue reclutado por la armada húngara para trabajos logísticos. Terminada la guerra se graduó en Budapest donde estudió con Kodaly, si bien las primeras obras de Ligeti están muy influenciadas por su compatriota Bela Bartok ("En mi juventud me influyeron grandemente las concepciones formales beethovenianas de Bartók, permaneciendo sin embargo sordo al influjo de Debussy"), y por el folklore húngaro. Su música ha sido popularizada por el genial Kubrick en 2001: una odisea en el espacio (Requiem, Lux Aeterna y Atmospheres para orquesta), en El Resplandor (Lontano) y en Eyes wide shut (2ª pieza de la música ricercata para piano, de 1953). En Colonia contactó con Stockhausen y compuso algo de música electrónica como Artikulation (1958). Se le ocurrió el término micropolifonía: "La compleja polifonía de las partes individuales está plasmada en un flujo armónico-musical, en el cual las armonías no cambian súbitamente, sino que se mezclan con otras; una combinación interválica claramente reconocible se va haciendo gradualmente borrosa, y en esta nubosidad es posible discernir una nueva combinación interválica tomando forma". Aunque tampoco él llega a confiar mucho en la exactitud de este término: "Mis piezas orquestales Apparitions (1958-1959) y Atmosphères (1961), así como el Réquiem (1963-1965), se componen de tramas polifónicas de múltiples capas que interaccionan entre sí; a está técnica de irisación la denominé ''micropolifonía'', si bien el término ''polifonía sobresaturada'' habría sido más correcto". Su ópera Le Gran Macabre de 1978 es un cachondeo, comienza con un prólogo para claxones de coches, Nekrotzar es un ángel salvador que llega a la tierra para salvarla del apocalipsis, y se dirige a la corte del Príncipe GoGo con la ayuda del borracho Piet Von Fass y el astrólogo Astradamors, sin embargo entre tanto disparate teatral se esconden algunos de los pasajes más emocionantes que nunca he escuchado en una ópera ¡desde Rameau! Tiene conciertos memorables como el concierto de Hamburgo para trompa (1999) o el concierto para violín (1992), madrigales al más puro estilo renacentista -con toque Ligeti, claro, "Durante mi período micropolifónico tomé como modelo a los compositores franco-flamencos de finales del siglo XV y comienzos del XVI"-, unos cuartetos de cuerda magníficos, una pieza espectacular y sorprendente como Clocks and clouds para 12 voces femeninas, la impresionante Melodien para orquesta de 1971, así como una buena colección de estudios para piano, etc...; la imaginación y genialidad de Ligeti parecía no tener fin: "Cada obra supone un cambio de dirección, el tanteo del ciego perdido en un laberinto. Cuando doy por finalizada una etapa ésta forma parte ya del pasado, abriendo innumerables caminos a seguir en la etapa siguiente. ¿Depende entonces del azar la próxima etapa?". La mente de Ligeti estaba siempre en ebullición, su música no era tonal, tampoco atonal, ¿qué era-es la música de Ligeti? "Mi proyecto pasa por crear nuevos tipos de entonación (y de tonalidad) mediante instrumentos acústicos afinados de modo particular (en especial los de cuerda) combinados con otros afinados de la manera tradicional ". En realidad un mago de la música, un genio en mayúsculas, quizás el mayor de la segunda mitad del siglo XX.

Artikulation
Requiem (en 2001)
La escalera del diablo: estudio para piano nº 13

lunes, 21 de abril de 2008

Kafka en la orilla, de Murakami




Un joven que se hace llamar Kafka se escapa de casa el día que cumple quince años.

Un viejo idiota habla con los gatos y recibe mensualmente un subsidio del gobernador.

Al final de la segunda guerra mundial un extraño incidente sucede a un grupo de escolares durante una excursión al bosque.

Una bellísima prostituta que estudia filosofía -o más bien una estudiante de filosofía que se prostituye para pagarse los estudios- comenta el discurso hegeliano mientras trabaja.

El trío Archiduque de Beethoven.

Una casa en el bosque.

Dos soldados fantasmas.

Una puerta de entrada que es una piedra de un templo budista.

Un cuadro, una canción, una biblioteca.


Murakami construye una historia surrealista plena de imaginación, emotividad, humor, y de enigmas inherentes al espectro humano como son la identidad, la muerte, ó el pasado, tan solo ensombrecida -por ponerle algún pero- por algún que otro uso lingüístico de dudoso gusto como la forma "a la que" o el verbo "reseguir", pero supongo que esto será cosa de la traducción. En mi humilde opinión es mucho mejor que Norwegian wood.

viernes, 18 de abril de 2008

Alfred Schnittke:fantasmas del pasado


Alfred Schnittke nació en Engels (Rusia) en 1934 y murió en Hamburgo en 1998. Aunque hijo de alemanes vivió toda su vida en Rusia hasta 1989 cuando abandonó definitivamente la URSS. Se trata de uno de los compositores del siglo XX más interesantes y prolíficos, también realizó numerosas bandas sonoras como Agony (Suplicio), de Elem Klimov, Autumn de Andrei Smirnov, The Life-Story of an Unknown Actor, de Alexander Zarhky, y muchas otras igualmente "conocidas". Su estilo se mueve dentro del atonalismo aunque muchos pasajes intercalados suelen ser tonales y melódicos, recurriendo en muchos casos a citas clásicas (su primera sinfonía de 1972 está repleta de ellas, o su ópera Life with an idiot de 1992, en la que intervienen un coro de idiotas, un coro de amigos, un coro de homosexuales y un coro de informadores), de forma que el propio Morgan habla de Schnittke en su libro Música clásica del siglo XX como un autor cuya característica más destacable es la de interponer citas clásicas, opinión de la que discrepo ya que pienso que las citas en la música de Schnittke no dejan de ser una anécdota, un pretexto, si se quiere, para desarrollar sus complicados temas. Son célebres sus 6 conciertos grosso en los que partiendo de la base del concierto grosso barroco realiza una apasionante visión futurista del barroquismo rompiendo los canales habituales de audición a los que nos esclaviza la tonalidad, y consiguiendo obras de gran belleza y misterio, como si los fantasmas del pasado estuvieran tocando nuestra puerta mientras intentamos conciliar el sueño. Grandilocuentes son sus 8 sinfonías (y una novena inacabada), realmente sorprendente la primera (que causó un gran revuelo en su estreno) con intermisión de aplausos del público, abucheos, como ya se ha dicho, citas de otras músicas clásicas, y especialmente conmovedora la sexta de 1992, con gran peso de los instrumentos de viento, o su sinfonía número 5 que es a la vez su concierto grosso número 4. Quizás su obra más impresionante y hermosa sea el Requiem para solistas, coro mixto y grupo instrumental ensemble compuesto en 14 movimientos y basado en el Don Carlos de Schiller, donde Schnittke se muestra más cercano a la tonalidad y en cuya escucha nos resuenan nombres como Arvo Part o Henri Gorecki. Igualmente hermosos son su fuga para violín -de virtuosismo extraordinario-, y su quinteto con piano de 1976. En una entrevista con Alex Ross de 1994 reconoce su afición por la música orquestal de Zappa y la gran influencia que tuvo en su vida Doktor Faustus de Thomas Mann. Aquí está la entrevista:

Una parte del concerto groso nº6:

sábado, 12 de abril de 2008

La carretera, de Cormac McCarthy



El horror, el apocalipsis, la desolación, la desesperanza...


"Personas sentadas en la acera al amanecer medio inmoladas humeando en sus prendas de vestir. Como frustrados suicidas sectarios. Otros vendrían a ayudarlos. Antes de transcurrido un año había incendios en las montañas y cánticos delirantes. Los gritos de los asesinados. De día los muertos empalados en estacas a lo largo de la carretera. ¿Qué habían hecho? Él pensaba que en la historia del mundo tal vez incluso había más castigo que crimen pero ese era un magro consuelo."
"Una tierra destripada y erosionada y árida. Huesos de seres muertos desparramados en las aguazadas. Basurales de desperdicios anónimos. En los campos casas de labor con pintura agrietada y las tablas de las paredes ahuecadas y sueltas de sus tachuelas. Todo ello desprovisto de sombras y de características. La carretera descendía a través de una selva de kudzú muerto. Una ciénaga donde las cañas yacían muertas sobre el agua. Más allá de la linde de los campos la mustia bruma flotaba por igual sobre tierra y cielo a media tarde había empezado a nevar y siguieron caminando con la lona encima de ellos y la nieve mojada siseando en el plástico."
"Al día siguiente cruzaron el río por un estrecho puente de hierro y entraron en una antigua ciudad-factoría. Miraron dentro de las casas de madera pero no encontraron nada. Sentado en un porche había un hombre en traje de faena, muerto desde hacía años. Parecía un espantajo puesto allí para anunciar una fiesta. Recorrieron el largo muro oscuro de la fábrica, sus ventanas tapiadas. El fino hollín corría negro precediéndolos por la calle."

martes, 8 de abril de 2008

CAFÉ LUMIÈRE, de Hou Hsiao-Hsien


Hou Hsiao-Hsien nació en China aunque se trasladó a la isla de Taiwan cuando contaba con un año de edad. En su filmografía hay joyas como El maestro de marionetas o Millenium Mambo. Café Lumiére es su penúltima película, estrenada en 2004, y es un homenaje al gran director japonés Yasujiro Ozu. Es una obra muy poética con gran protagonismo de los encuadres fijos -los personajes se mueven a través de estos como producto de una ilusión- , la ausencia de primeros planos -a veces los rasgos de los protagonistas apenas pueden ser intuidos,-, el silencio de los personajes -parecen convivir con un mundo interior inabarcable e inabordable por el espectador-, y la luz -que parece atravesarlos. Rodada en Tokyo y con equipo japonés, el director taiwanés nos cuenta la historia de la joven Yoko -interpretada por la cantante pop japonesa Yo Hitoto- quien está escribiendo un libro sobre un músico taiwanés del siglo XX, ya fallecido -es magnífica la escena en casa de la viuda hojeando fotos antiguas del músico. La relación con su familia -tras una impactante noticia que determinará el rumbo de sus vidas Yoko vive como en una burbuja y su padre intenta desvincularse de todo, presentando un semblante esquivo y hermético, mientras que la madre intenta actuar de puente configurando una presencia familiar totalmente contrapuesta a la imagen propuesta de la juventud en Millenium Mambo-, con su amigo -que trabaja en un proyecto de ferrocarriles y graba los sonidos de los trenes por la ciudad y que está enamorado platónicamente de Yoko-, y con su pasado -vuelve a la estación desde donde ella partía hacia el instituto y evoca recuerdos casi milenarios-, hacen de Yoko -a veces parece preocuparle sólo la posibilidad de acabar trabajando en una fábrica de paraguas- el auténtico centro visceral de la historia. La joven busca un hipotético café donde acudía el músico taiwanés al que investiga -café Dat-, así mismo ella busca tranquilidad y sosiego en otro café con grandes ventanales -ninguno de los dos cafés se llama Lumiére-, y no me pregunten por el título porque desconozco la intención del mismo. En definitiva, una obra de gran belleza y plena de virtuosismo cinematográfico.

lunes, 7 de abril de 2008


El día de todas las almas,
de Cees Nooteboom.

El prisma óptico del presente:
"Siempre estáis atados a vuestro propio tiempo, lo que oís son ecos, lo que véis son reverberaciones, nunca la insoportable imagen completa, imposible de sobrellevar. Y, sin embargo, todo ha ocurrido realmente y no falta nada, ninguna acción, ningún anónimo acontecimiento que se haya vuelto invisible."

El conocimiento como fuente de realidad:
"El mundo con el que nosotros tenemos que ver, en cualquier caso, la suma de todo lo que ocurrió alguna vez, aunque a menudo no sepamos qué ocurrió, o algo de lo que pensábamos que había sido de tal o cual manera resulta que fue en realidad de manera muy distinta; descubrir lo que aún no sabíamos o corregir aquello de lo que teníamos un conocimiento erróneo, ese es el trabajo de los historiadores de esos raros escudriñadores que se pasan toda su vida mortal pendientes de una sola persona o de una parte de la historia. Naturalmente puedes preguntarte: ¿supondrá eso alguna diferencia para el transcurso de la historia universal?"

La caída del muro:
"Aquí no sólo habían cambiado todas las reglas del juego, no, de repente el propio juego había dejado de existir, las personas habían sido desposeídas de sus vidas, cada aspecto de esas vidas -periódicos, costumbres, organizaciones, nombres- habían cambiado, cuarenta años habían sido estrujados de pronto hasta convertirse en un rebujo de papel, y con ellos también el recuerdo de una época se había desgarrado, deformado, enmohecido. ¿Se podía soportar algo así?"

Berlín, un personaje más de la novela:
"Arthur Daane ha desplegado el gran mapa de la ciudad sobre el suelo, el mapa de la ciudad esquizoide, pero eso no importa, no ha cambiado tanto, sólo tienes que eliminar con la mente esa gruesa línea rosa con sus ángulos arbitrarios que indicaba dónde empezaba el reino de los otros."

El mundo interior de Daane:
"¿Qué hacía realmente? ¿Qué había de característico en lo que hacía? Que él dividía el mundo en un mundo público que casi siempre estaba relacionado con personas y lo que hacían o, mejor dicho, lo que se hacían unos a otros, y otro en el que el mundo tal y como él lo llamaba, pertenecía a sí mismo."

La selección de recuerdos -una reflexión que recuerda al relato de Borges "Funes el memorioso":
"... es imposible retener el pasado como pasado. Tampoco lo haces en tu propia vida, no habría quien lo soportara. ¿Te imaginas que tus recuerdos tuvieran que durar lo mismo que los propios acontecimientos? No te quedaría tiempo para vivir, y eso no es lo que se pretende, creo yo, si el pasado no pudiera desgastarse, no se podría continuar."

La pintura, la inmortalidad...:
"Vermeer, ese misterioso pintor, había hecho algo con las mujeres neerlandesas, había embrujado su sensatez, sus mujeres regentaban mundos ocultos y cerrados en los que no se podían entrar. Las cartas que leían contenían la fórmula de la inmortalidad."

viernes, 4 de abril de 2008


La señora Dalloway,
de Virginia Woolf.

"La hierba estaba llena de florecitas rojas y amarillas, como lámparas flotantes, había dicho él, y charlaron por los codos y se rieron, inventando historias. Pero de repente, cuando estaban junto al río, Septimus dijo: "Ahora vamos a matarnos", y la miró con una mirada que ya había visto en sus ojos cuando pasaba un tren o un ómnibus; una mirada de fascinación; y ella sintió que se le escapaba y lo sujetó por el brazo."

"Sí, se acordaba de Regent´s Park; la gran avenida completamente recta; a la izquierda la casita donde se compraban globos; una estatua absurda con una inscripción en alguna parte. Buscó un sitio vacío. No quería que nadie fuese a molestarlo (sintiéndose, como se sentía, un poco somnoliento) preguntándole la hora."

martes, 1 de abril de 2008



Alphaville,
una extravagante (o extraña) aventura de Lemmy Caution,
de Jean-Luc Godard.

Como bien reza el subtítulo de la peli, este disparate realizado por Godard y que en 1965 ganó el oso de Oro en Berlín, es un cúmulo de extravagancias visuales, de guión, diálogos, etc., absolutamente absorbente. Si a esto añadimos por un lado la presencia en el reparto de la que por entonces era su mujer la noruega Ana Karina -de una belleza turbadora- y la espantosa presencia física del protagonista Eddie Constantine -un contraste mortal-, y por otro la desconcertante banda sonora de Paul Miraski, obtenemos un cocktail alucinante de obligada visión.
Lemmy Caution llega a Alphaville -más allá de los paises exteriores- disfrazado de reportero en misión de espionaje tras los fracasos de Dick Tracy y Flash Gordon. Un científico loco controla a todos los habitantes de la ciudad por medio de su computadora alpha 60 -un montón de placas de hojalata con bombillas rudimentarias que crujen y se encienden a la par-. En su camino se cruza la hija del científico loco, Natacha von Braun, a quien Lemmy recurre para conseguir una entrevista con su padre pero ésta reconoce no haberlo visto jamás aunque se lo preguntará (?). Tras esta singular trama se esconde una burda crítica al sistema comunista o al capitalista, yo qué sé, donde los sentimientos son penalizados con la ejecución -alguien lloró la muerte de su mujer y fue sentenciado a muerte. Los primeros planos son sobrecogedores, Lemmy mira fijamente al espectador mientras esboza sus absurdos comentarios, la máquina lo interroga y Lemmy hace gala de tal inteligencia que la máquina no sabe cómo actuar frente a sus lúcidas (?) respuestas. Hay mucha experimentación técnica con uso de negativos, contrapicados, enfoques rarísimos, y una escena magnífica donde se resalta la belleza de Karina -aunque engalanado con un pretencioso diálogo para besugos-, una Karina que resulta enigmática hasta contando un chiste muy malo. Al final Lemmy se los carga a todos y huye con la chica por la autopista galáctica.
Aquí el trailer original de la peli:
La escena de Anna: