El día de todas las almas,
de Cees Nooteboom.
El prisma óptico del presente:
"Siempre estáis atados a vuestro propio tiempo, lo que oís son ecos, lo que véis son reverberaciones, nunca la insoportable imagen completa, imposible de sobrellevar. Y, sin embargo, todo ha ocurrido realmente y no falta nada, ninguna acción, ningún anónimo acontecimiento que se haya vuelto invisible."
El conocimiento como fuente de realidad:
"El mundo con el que nosotros tenemos que ver, en cualquier caso, la suma de todo lo que ocurrió alguna vez, aunque a menudo no sepamos qué ocurrió, o algo de lo que pensábamos que había sido de tal o cual manera resulta que fue en realidad de manera muy distinta; descubrir lo que aún no sabíamos o corregir aquello de lo que teníamos un conocimiento erróneo, ese es el trabajo de los historiadores de esos raros escudriñadores que se pasan toda su vida mortal pendientes de una sola persona o de una parte de la historia. Naturalmente puedes preguntarte: ¿supondrá eso alguna diferencia para el transcurso de la historia universal?"
La caída del muro:
"Aquí no sólo habían cambiado todas las reglas del juego, no, de repente el propio juego había dejado de existir, las personas habían sido desposeídas de sus vidas, cada aspecto de esas vidas -periódicos, costumbres, organizaciones, nombres- habían cambiado, cuarenta años habían sido estrujados de pronto hasta convertirse en un rebujo de papel, y con ellos también el recuerdo de una época se había desgarrado, deformado, enmohecido. ¿Se podía soportar algo así?"
Berlín, un personaje más de la novela:
"Arthur Daane ha desplegado el gran mapa de la ciudad sobre el suelo, el mapa de la ciudad esquizoide, pero eso no importa, no ha cambiado tanto, sólo tienes que eliminar con la mente esa gruesa línea rosa con sus ángulos arbitrarios que indicaba dónde empezaba el reino de los otros."
El mundo interior de Daane:
"¿Qué hacía realmente? ¿Qué había de característico en lo que hacía? Que él dividía el mundo en un mundo público que casi siempre estaba relacionado con personas y lo que hacían o, mejor dicho, lo que se hacían unos a otros, y otro en el que el mundo tal y como él lo llamaba, pertenecía a sí mismo."
La selección de recuerdos -una reflexión que recuerda al relato de Borges "Funes el memorioso":
"... es imposible retener el pasado como pasado. Tampoco lo haces en tu propia vida, no habría quien lo soportara. ¿Te imaginas que tus recuerdos tuvieran que durar lo mismo que los propios acontecimientos? No te quedaría tiempo para vivir, y eso no es lo que se pretende, creo yo, si el pasado no pudiera desgastarse, no se podría continuar."
La pintura, la inmortalidad...:
"Vermeer, ese misterioso pintor, había hecho algo con las mujeres neerlandesas, había embrujado su sensatez, sus mujeres regentaban mundos ocultos y cerrados en los que no se podían entrar. Las cartas que leían contenían la fórmula de la inmortalidad."
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