miércoles, 24 de diciembre de 2008

París no se acaba nunca, de Vila-Matas


Casi veinte años después de su primera estancia en París Vila-Matas vuelve a la ciudad de la luz para dar una serie de conferencias durante tres días acerca de la ironía. En esa misma conferencia -que constituye el libro en sí- recuerda sus primeras andanzas en el París de 1974, cuando comenzaba a escribir lo que iba a ser su primera novela La asesina ilustrada ("Has venido aquí a París dispuesto a forjar tu propio estilo, ¿no es así?", me preguntó un día Marguerite Duras con alevosía y nocturnidad"). Atiborrado de citas eruditas y de personajes literarios y de la cultura en general, el particular estilo de Vila-Matas -aquí ya parece haberlo encontrado- nos proporciona unas horas de lectura de gran regocijo. Dos figuras míticas le sirven de guías: por un lado su, por entonces, admirado Hemingway -de quien dice parecerse físicamente aunque no se parece en nada-, y por otro lado Marguerite Duras, quien sería su casera, alquilándole una buhardilla y dándole una lista de consejos para escribir una buena novela. La ironía, el despilfarro de ingenio, las situaciones hilarantes y grotescas, el tedio, el acto de creación, la esencia de la inspiración, son temas que rebosan en la simple -y a la vez compleja- trama del libro, es decir, Vila-Matas está escribiendo su primera obra, y de ésta sólo tiene una cosa clara, los ojos de la asesina son los de Isabelle Adjani, a quien conoció en una fiesta. Un extracto del libro -cuando asiste al estreno de la obra de teatro Cairo-nos favorece a la hora de hacer este comentario: "Ya desde el primer momento me di cuenta de que no iba a entender mucho la obra. A que no entendiera absolutamente nada contribuyó de forma inestimable Julita Grau cuando, al final del primer acto, buscando ayudarme, me dijo que se trataba de una pieza de teatro muy a la moda psicoanalítica en su vertiente más dura, más lacaniana, y que el mismo hecho de que en el título faltara el artículo El en la palabra Cairo ya era una pista. ¿Una pista de qué? No obtuve respuesta." Y es verdad que este libro puede no tener ni pies ni cabeza o en realidad resultar una novela de gran entereza formal y de contenido. ¿Qué pasa? son episodios más o menos inconexos pero que conforman la realidad de Vila-Matas en aquella época. No sabemos cuánto tiene de autobiográfica la novela, al menos yo no lo sé. No sé si conoció a Duras, no sé si realmente se presentó a un concurso de parecido razonable a Hemingway -del que fue descalificado, por cierto-, no sabemos si fue confundido en una ocasión con un terrorista sudamericano, etc..., de lo que sí estamos seguros es de que escribió su primera novela en París con el título ya referido. Se cuestiona algunos mitos de la literatura: "La soledad, la búsqueda ansiosa, la familiaridad con el absurdo, todo esto formaba parte de mi mundo, y , sin embargo, no me ayudaba a escribir, tan sólo a angustiarme. Yo sabía o había oido decir que otros escritores le habían sacado gran partido a la angustia. Pero yo no tenía ni idea de cómo se le podía sacar un rendimiento a un desasosiego.(...) me planteé como objetivo no querer comprender nada, no analizar. Pensé que tal vez en eso consistía la sabiduría. Pero el sólo hecho de haber pensado en algo, aunque fuera pensar que no quería pensar, volvió a traerme la amargura." La idea del autor enclaustrado en su universo interior para sacar de sus entrañas una obra inmortal se convierte aquí en una parodia tan poco sutil como devastadora. En un libro colectivo Marguerite Duras explicaba las razones por las cuales era escritora: "Si yo tuviera la fuerza de no hacer nada, no haría nada. Es porque no tengo la fuerza de no hacer nada por lo que escribo." "Unos días después de leer aquel libro me crucé con Marguerite en la rue Saint Benoit (...) se me ocurrió preguntarle por qué escribía. Pero me llevé una buena sorpresa, porque esperaba una respuesta y me encontré otra: "Escribo para no suicidarme"." Puede que Vila-Matas no advirtiera que a lo mejor eran la misma cosa: suicidarse y no hacer nada, me refiero. "¿Escribía para estar ocupada en algo o para suicidarse? ¿En qué quedábamos? ¿Era ella muy sincera o hacía todo el rato literatura? Había leído yo que André Gide decía que un artista no debía cantar su vida tal y como la había vivido, sino vivirla tal y como la iba a contar". Este tema es uno de mis preferidos y me sorprendió encontrarlo tan sucintamente expuesto en el libro ya que yo pensé haber descubierto la pólvora cuando lo mencioné en mi relato corto El planteamiento Kovalski, en el cual el autor se planteaba la posibilidad de adaptar su vida a la ficción anteriormente inventada, idea que también utilicé hace unos años en El último encuentro -nada que ver con Márai- en el que el protagonista fuerza un encuentro con sus antiguos amigos para así sacarles temas con los que ilustrar su novela, siendo el relato de ese encuentro la propia novela. En fin, este París no se acaba nunca es un libro magnífico que hace reir, reflexionar y de paso administrarse una buena dosis de cultura por vía intravenosa.

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