Hay comentarios o críticas de un libro que resultan imposibles. La de este libro sería una de ellas. La única solución que se me ocurre sería la de la transcripción literal de todas y cada una de sus páginas. Como esa labor se me queda un poco grande intentaré esbozar con algunos extractos el espíritu y la grandeza de este texto del triestino Magris. Estamos en la ciudad de Trieste, al norte de Italia, un lugar que perteneció desde el siglo XIV hasta finales de la primera guerra mundial al imperio austrohúngaro y que limita íntimamente con Eslovenia. El primer capítulo titulado Café San Marcos nos relata las particularidades de ese mágico lugar, desde las máscaras en la sala donde está el mostrador ("Hay quien sostiene que alguna máscara es de Timmel"), hasta el peculiar recorrido por el mismo ("amado por los ajedrecistas el Café se parece a un tablero de ajedrez (...) y entre sus mesas se mueve igual que un caballo"). Timmel es protagonista de otra obra de Magris, "La exposicion", el cual según Magris "se reinventaba su propia infancia". Cosa que no me parece muy extraordinaria -y a la par reveladora- ya que en realidad todos nos reinventamos nuestra infancia, seleccionando recuerdos, incluso deformándolos involuntariamente, recuerdos que se pierden inevitablemente, perdidos entre la masa de gris del cerebro, aturdida por la extenuante cantidad de información que recibe cada día. Y esa es la esencia del libro de Magris, es decir, un estímulo continuo de pensamientos, ideas, reflexiones, a partir del más mínimo detalle, que hacen volar la imaginación y el pensamiento del lector. Por otro lado el capítulo está repleto de metáforas, asociaciones trascendentales a lo cotidiano: "En el Café el aire está velado, protege de las lejanías", "El SanMarcos es un verdadero Café, periferia de la Historia caracterizada por la fidelidad conservadora y el pluralismo liberal de sus parroquianos", en el Café todos son iguales, la máxima exponencia de la democracia. Aparte del artista Timmel también hace aparición algún otro creador como Giorgio Voghera, "protagonista comprobado e hipotético autor del Segreto", "el archivero del ocaso" (¡descripción magistral!). Las memorias del tío de Voghera retratan el Café: "está situado en una inmejorable posición... Céntrico, diría una agencia inmobiliaria. Para llegarse a la iglesia de la calle Ronco, pasando por el jardín, no se requieren más que unos pocos minutos". Los otros capítulos son Valcellina, Lagunas, El Nevoso, Colina, Assirtides, Antholz, Jardín público, y La bóveda. Para mi el capítulo más brillante junto con Café San Marcos es El jardín público, toda su ciudad que se precie disfruta de un jardin público donde poder descansar del ajetreo diario: "La jardinería es arte de armonizar, de transformar la naturaleza en artificio, de domar las fuerzas ctónicas en la simetría de los parterres o en el controlado asilvestramiento". Un jardín plagado de bustos -algunos acéfalos-: "Los bustos son tranquilos, apaciguadores; su solemnidad pedagógica ignora esa enigmática melancolía que rodea, en la soledad de los parques, a las estatuas, por muy banales que sean." Siempre me he preguntado si las estatuas de los parques no son dignas de figurar en museos, a veces, con ese musgo aterciopelado que da la exposición a la intemperie, en un entorno jardinesco, parecen mucho más hermosas que algún Schadow o Canova enjaulado entre cuatro paredes con luz artificial. El problema de las palomas en Trieste no es banal, y está lejos de resolverse, y a veces la burocracia origina un desarrollo imposible y kafkiano, muy superior a cualquier invención literaria: "Una empresa suiza, idealmente neutral en cuestión de conflictos morales, es la encargada de suministrar el maiz tratado y lo envía puntualmente a Trieste, donde sin embargo las formalidades burocráticas, con su síntesis de precisión e ineficiencia, lo bloquea todo". ¿Qué hacer si sabemos que vamos a morir en breve?: "Después de que los médicos le notificaron el cáncer en un estadío incurable, el general D. no ha interrumpido sus paseos ni, por ahora, otras costumbres, pero ha decidido transcurrir los últimos meses de su vida preparando las cartas de respuesta a los pésames por su muerte que su mujer recibirá de los más altos cargos oficiales del Estado Mayor." Protagonista de este capítulo es el escritor Italo Svevo: "Su obra y su existencia giran, sin perder la capacidad de amar y de disfrutar, en torno a vacíos, a vertiginosas ausencias disimuladas con una sonrisa de esfinge, a cómicos y trágicos incumplimientos cotidianos, a la carencia y la nada de la vida, a la vanidad de la inteligencia". Tras leer esto ¡dan ganas de comprarse todos los libros de Svevo! En resumen -si se puede- Microcosmos no es un libro de viajes, ni una guía turística de Trieste, ni un compendio de su historia, ni de sus conflictos políticos en tiempos de guerra y posguerra, ni un listado de personalidades de la cultura de allí, ni un recorrido por sus calles, su iglesia, su parque, su Café, sus entornos, sin embargo es todo eso a la vez y mucho más, es la vida y la historia de Trieste, y en definitiva, del alma humana.
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