Diario de un mal año,
de J.M. Coetzee.
Opiniones y segundo diario:
"De joven nunca me permití dudar de que solamente de un yo desvinculado de la masa y crítico hacia ella podía surgir el auténtico arte. El arte que ha logrado producir, sea cual fuere, de una u otra manera ha expresado esta desvinculación e incluso se ha enorgullecido de ella. Pero ¿qué clase de arte ha sido al final? El arte que no tiene el alma grande, como dirían los rusos, que carece de generosidad, no logra celebrar la vida, carece de amor."
"Si me viera obligado a poner una etiqueta a mi pensamiento político, diría que es un quietismo anarquista pesimista, o un pesimismo quietista anarquista, o un anarquismo pesimista quietista: anarquismo porque la experiencia me dice que lo malo de la política es el mismo poder; quietismo porque tengo mis dudas sobre la voluntad de ponerse a cambiar el mundo, una voluntad infectada por el impulso del poder; y pesimismo porque soy escéptico respecto a que, en lo fundamental, sea posible cambiar las cosas."
"Tengo la impresión de que en mi infancia era nietzscheano sin ser consciente de ello. Estaba convencido de que el aburrimiento endémico entre mis coetáneos era una señal de su naturaleza superior, que expresaba un juicio tácito sobre lo que les aburría, fuera lo que fuese, y que, en consecuencia, lo que les aburría debía ser despreciado porque no satisfacía sus legítimas necesidades humanas."
"La mejor prueba que tenemos de que la vida es buena, por tanto de que después de todo tal vez exista un Dios que se preocupa por nuestro bienestar, es que a cada uno de nosotros, el día que nacemos, le llega la música de Johann Sebastian Bach. Nos llega como un regalo que no nos hemos ganado, inmerecido, gratis."
"Anoche releí el quinto capítulo de la segunda parte de Los hermanos Karamazov, el capítulo en el que Ivan devuelve su boleto de admisión al universo que Dios ha creado, y me eché a llorar de modo incontrolable."
La historia:
"Transcurrió una semana antes de que volviera a verla (en un bloque de pisos bien diseñado como éste, no es fácil seguir la pista de tus vecinos), y solo fugazmente, cuando cruzó la puerta principal enfundada en unos pantalones blancos que resaltaban un trasero casi tan perfecto que podría ser angelical. Dios, concédeme un solo deseo antes de morir, susurré; pero me embargó la vergüenza por la concreción del deseo, y lo retiré."
"Esa joven que no quiere llamarme por mi nombre y me llama señor o tal vez senior... ¿es la que me ha sido asignada para conducirme a mi muerte? De ser así, ¡qué extraño mensajero y qué poco apropiado!"
Crítica de Germán Gullón en el cultural:
http://www.elcultural.es/HTML/20071004/LETRAS/LETRAS21329.asp
Marín Bellón en ABC:
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