viernes, 13 de febrero de 2009

En una noche oscura salí de mi casa sosegada, de Peter Handke


Bien, no sé cómo voy a hablar de este libro. Diré que tiene tres partes bien delimitadas. La primera es brillante: un farmacéutico rural de una localidad cercana a Salzburgo tiene una historia que contar al narrador. "Al mediodía el farmacéutico, siguiendo su costumbre, iba a la parte del bosque que hay entre Taxham y el aeropuerto de Salzburgo a tomar un bocado. ¿Costumbre? Eran más bien ritos o preceptos que él mismo se había impuesto, que seguía estrictamente, aunque a veces tenía que obligarse a ello". La disciplina como forma principal de vida, ¿qué haríamos sin esos ritos cotidianos que nos ayudan a pasar el día sin tener que complicárnoslo cada dos minutos? Yo, por ejemplo, tengo que leer unas páginas antes de hacer la cena y nunca -nunca- escucho heavy metal antes del mediodía -por mi parte de Gremlin- ("esta mañana no había leído el poema épico medieval, y por eso le faltaba algo así como el pan de la mañana"). En la segunda parte cuenta la aventura extraña que le sucede al farmacéutico tras recibir un golpe en la cabeza -¿lo había sufrido Handke en la realidad y por eso escribió este libro?-. Unas correrías en las que irá acompañado de un poeta y un esquiador retirado ganador de una medalla olímpica, y que los llevará a la búsqueda del hijo del farmacéutico y de la hija del poeta: "Tenían algo de gente que no tiene nada que perder, aunque correctos y algunos momentos con modales exquisitos".En la tercera parte no sé lo que se cuenta, la vuelta a su pueblo, supongo, tras recapacitar sobre la salida de casa de su hijo y la delicada situación que vive con su mujer. Y no sé cómo termina -los auxiliares se quedan con la farmacia-. Me hizo mucha gracia el currículum del esquiador ex-campeón olímpico: "...durante una temporada fui la estrella de un equipo de baloncesto coreano; al año asiguiente, como jugador y entrenador en una sola persona, pasé a Nueva Zelanda, donde, en una ciudad de medianas dimensiones, tuve que implantar allí el fútbol europeo -cosa por la que fui popular algún tiempo; luego destaqué como entrenador de golf en Mongolia y como jugador de hockey sobre hielo en Fairbanks, Alaska". ¡Que aprenda Paul Theroux y sus viajecitos en canoa! Está presente la típica paradoja surrealista del libro "exstencial" en su acepción más literal: "En aquel momento al conductor se le ocurrió que lo que estaba viviendo y que lo que les estaba pasando a todos ellos desde la noche anterior, él simultáneamente lo estaba escribiendo y que además se podía leer, no en un periódico ni en un libro". Quizás fuera la única forma de justificar la locura que nos trae el texto, una postura narrativa que le permite a Handke conseguir momentos de gran lirismo: "la ciudad entera, rodeada de una tierra desierta hasta donde alcanzaba la vista, daba la impresión de estar dentro de un círculo, excluida del resto del continente, éste apenas alcanzable." Bueno, tras leer esto pienso ineludiblemente en El muro de Haushofer, claro. Handke sabe que el ser humano -y los protagonistas de su novela- no puede permanecer ocioso mucho tiempo, así que en su estancia en el albergue deciden trabajar en el pueblo en las más variadas obras urbanas "Sí, hay que trabajar. Este trabajo son al mismo tiempo mis vacaciones, mi tiempo libre. Hasta ahora nunca he disfrutado de tanto tiempo libre. Hay que trabajar." Y es que el ser humano quiere trabajar, lo que odia en realidad es a sus compañeros de trabajo, jeje. "Muchos que eran de la región se perdían con más frecuencia que él. A él, el forastero, le abordaban continuamente pidiéndole información; y en estos casos, la mayoría de las veces podía ayudarles con un gesto mudo". Me pasa mucho esto, cuando voy de viaje siempre hay algún turista que me pregunta por alguna calle o por una estación de metro. Yo si no conozco la información me la invento -por allí-, y pienso, tío, mira el mapa, como todo buen turista, y no molestes. "¿No le ocurre a usted a veces, me preguntó el farmacéutico de Taxham mucho después, que algo que ha estado buscando inútilmente durante tiempo, de repente lo encuentra sin buscarlo?". A mi me pasa al contrario, no paro de tropezarme con algo que no me hace falta y cuando lo necesito ya no lo encuentro. La sensación de que estamos ante uno de los paseos de uno de los hermanos Tanner de Robert Walser nos asalta en la última parte del libro, cuando el farmacéutico ya se ha librado de sus dos raros acompañantes: "E incluso los rodeos más naturales los daba como si no los viera. Así resbalaba hacia abajo por la pendiente de un barranco, se caía y daba una vuelta de campana, y esto no sólo una vez". ¿Referencias al cine clásico? ¿Harold Lloyd, Peter Sellers? "Aquí no quiero seguir dando más detalles, dijo mi narrador: Pero si alguna vez quiere usted escribir un libro de aventuras que sea totalmente de nuestros días, éste debería tratar de una marcha así, saliendo del campo libre -donde todavía lo haya- y metiéndose en las metrópolis". Sí, tú dale ideas.

3 comentarios:

pirlosky dijo...

Bueno, esto lo leí, efectivamente. Lo he olvidado completamente, pero tengo la sensación de que lo mejor es el título.

k dijo...

qué malo es usted pirlosky, teniendo en cuenta que el título es un verso de San Juan de la Cruz no le deja a usted a Handke ni el mérito del nombre de la obra. A mi me ha gustado bastante si bien la última parte se me hizo cuesta arriba -tardé dos días en leer treinta páginas-, además ¡ya era hora de que alguien escribiera una novela psicótico-surrealista-onírico-campestre de un farmacéutico al borde la locura!

Iris dijo...

buscando otros locos que también vibraran con Murakami, Tarkovsky o Takemitsu me encuentro con su blog... Le seré fiel.