martes, 11 de agosto de 2009

Las benévolas, de Jonathan Littell

Traducción: María Teresa Gallego Urrutia
Este impresionante libro de casi mil páginas podría haberse subtitulado de diversas formas. Confesiones de un oficial de las SS, podría ser un subtítulo genérico, o también Historia de un asesino, con un toque a lo Süskind de El perfume, o también el más explícito y perturbador Delirios de un psicópata en pleno holocausto nazi. El conseguido ambiente es el gran logro formal de la obra. Littell se ha documentado extraordinariamente. Las andanzas del oficial Max Aue en plena segunda guerra mundial está narrado con un grado de virtuosismo y exactitud informativa -al menos eso parece- poco usuales en la literatura actual. Su objetividad narrativa es además una virtud que ayuda a contemplar al protagonista como un ejemplar ajeno a lo que está sucediendo. Las reflexiones de Aue con respecto a la llamada Solución final son tan encontradas como irresueltas. Resulta difícil imaginar qué pasaba por las mentes de aquellos altos cargos nazis en plena ejecución de judíos pero Littell nos presenta una posibilidad bastante creíble. No termina de estimular la compasión en el lector, eso sería imposible, pero sí es cierto que la ubicación de este personaje en pleno maremagnum, inmerso en el que quizás haya sido el mayor disparate de la historia moderna del ser humano, intenta convertir en comprensible lo que de entrada es incomprensible. Para ello tiene que deformar exageradamente la figura del hombre, dotarle de una traumática relación incestuosa en la adolescencia que derivará en una enfermiza atracción sexual por otros hombres -enfermiza no por ser homosexual sino por la naturaleza de esa atracción y los elementos que la justifican-, y canalizada hasta la demencia en el penúltimo capítulo del libro titulado Aire, un capítulo que quizás debió traducirse como Aria, y es que cada capítulo tiene el título de un movimiento musical, no llegando a ser una sonata o una suite (nos acordamos de la Suite francesa de Nemirovsky), ya que los títulos son Tocata, donde el protagonista-narrador expone su situación actual y los motivos que le conducen a escribir estas memorias "Hermanos, hombres, dejadme que os cuente cómo ocurrió. No somos hermanos tuyos, me replicaréis, y nos importa un bledo" -excepcional comienzo; Alemandas I y II, donde nos cuenta su destino en el frente ucraniano y donde comienzan las" Grandes acciones", puede que la parte más dura y visceral de la novela, donde Aue prácticamente no deja de ser un mero observador y cuya aquiescencia le plantea terribles conflictos éticos, unos conflictos que sin embargo no intentará resolver. En Courante Aue es enviado al frente en Stalingrado. Allí debe informar sobre el estado anímico de las tropas. La situación es tan surrealista como bosquiana, un auténtico infierno moral y literal. Es difícil no hablar sobre determinadas obras sin desvelar algunos detalles fundamentales de la trama. No es posible hablar de Los otros de Amenábar sin hacer referencia a la dualidad fantasmal de los protagonistas, no es posible hablar de El niño con el pijama de rayas sin plantear el desenlace como auténtica trampa moral al espectador. Con Las benévolas pasa otro tanto. Aue va ascendiendo como oficial de las SS a la vez que su mente comienza a patinar un poco. Las tripas que recoge su amigo Thomas en un ataque parece no haber sido un hecho real ya que su amigo a los pocos días está perfectamente y luciendo simplemente una cicatriz en pleno abdomen. Un sueño extraño y terrible refiere un punto de inflexión en la novela. Salvado milagrosamente de la muerte Aue llega a un hospital de Crimea para recuperarse de la herida en Zarabande, un tiempo de conjura intelectual, un tiempo para intentar esclarecer sus ideas, un tiempo y un lugar donde Aue reconoce algunas mentes pensantes que desafían al terror imperante. Finalmente volverá a Berlín como personal del estado mayor de Himmler en Minueto (en Rondós). Una inexplicable visión de Hitler con redecilla judía mientras da un discurso en el centro de Berlín hostiga a Aue desde entonces. El lector se pregunta si Aue está en sus cabales. Para rematarlo el asesinato no aclarado de su madre y su padrastro durante la estancia del propio Aue en la casa pomerana de la pareja hace saltar todas las alarmas. ¿Está loco Aue? ¿La herida le ha originado una desviación cerebral que le provoca alucinaciones? ¿Es Aue un asesino? ¿Es la Solución final una alucinación de Aue? A partir de aquí la novela adopta un enfoque casi de novela negra, aunque el peso de la realidad, la desfiguración humana en medio de la guerra, la destrucción de cualquier valor, toman las riendas una y otra vez, y las tribulaciones personales de Aue pasan irremediablemente a un segundo plano ¿a quién le importa lo que le pase a este hombre entre tanta maldad? ¿Qué importancia pueden tener dos muertos más? Y esta es una de las aterradoras propuestas de la novela. Ante el horror de la masacre judía sigue existiendo una cultura de lo penal, un salvaguarda del cumplimiento de la ley, ejemplarizado en los dos policías con nombres de pareja de cómic -Weser y Clemens- que acosan a Aue una y otra vez con interrogatorios impecables. Después del mencionado Aire, donde el protagonista deambula entre el desapego social y la sexualidad mal entendida como liberación del horror durante una segunda convalescencia, llegamos al último capítulo titulado Giga. Es cuando inequívocamente aflora la personificación del mal -casi como por casualidad- en la figura de Aue. La aparicion de un pequeño ejército de jóvenes y niños en la escapada de Pomerania con los rusos pisándoles los talones son una de las sorprendentes maniobras de Littell para inyectar en el lector una sensación de irrealidad y lirismo que pertenecen más al mundo de lo onírico y ficticio que al real, a lo que sigue la consecuente reflexión del lector, y los KL ¿a qué mundo pertenecen los KL? Pero no quiero reventar más la trama. Una novela mayúscula, un fresco inigualable del holocausto de la mano de un alto cargo de las SS, una conjunción de libro histórico y novela negra que revienta los convencionalismos y provoca la incertidumbre en el lector, lo desajusta de su cómoda vida cotidiana y le cierra un poco más los ojos ante una posible explicación de lo que ocurrió y nunca debió ocurrir. La partición de la obra en danzas musicales venga quizás justificada por la afición del protagonista al barroco y más concretamente al barroco francés, a la obra para teclado de Couperin y Rameau que ocupan un episodio importante y trágico de su estancia en Ucrania, lo que supuso para mí una extraña coincidencia ya que esos días precisamente le daba yo vueltas al caletre acerca de la música de estos dos compositores franceses y de su insuperable belleza. Por cierto, el motivo del título no aparecerá hasta la última frase del libro, el cual hace referencia al mito griego de Las Furias o Erinias o Euménides que aparecen en la Orestíada de Esquilo. La portada es una fotografía de Benjamin Loyseau sobre un cuadro de Miquel barceló titulado Paysage pour aveugles sur fond rouge, de 1989.

12 comentarios:

JohannChristianBach dijo...

Acerca de los títulos de los capítulos.
Los capítulos tienen los nombres de las partes de una suite barroca.
Air es Aire, desde luego. Aunque en castellano a veces se traduce y a veces se emplea la palabra francesa.

Si hubiera sido Aria, en francés habría puesto Aria, en italiano, no Air.

Por lo demás en una suite barroca no hay arias.

k dijo...

yo le achaco a un fallo en la traducción de Air como movimiento musical. Literalmente significa aire pero si los capítulos tienen nombres de movimientos musicales (no todos se corresponden a danzas de una suite, porque el primero se llama tocata que no forma parte de ninguna suite) es más adecuado traducirlo como Aria (como el aria inicial de las variaciones goldberg de bach o como un aria para cantante de un oratorio u ópera), por otro lado no tiene sentido que se llame Aire cuando los demás capítulos tienen nombres de formas musicales.

k dijo...

no es del todo cierto que en la suite barroca no haya arias, me remito a la suite número 3 para orquesta de bach y su segundo movimiento,conocido popularmente como "el aria de Bach". Independientemente de que se haya traducido Air como Aire, la verdad es que despista un poco, yo creo que Littell ha tenido alguna intención a la hora de titular así los capítulos, y esa intención puede que tenga que ver con la afición a los músicos del barroco francés del oficial Aue. De ser así podríamos estar ante las danzas pertenecientes a una suite de algún músico francés como Rameau o Couperin -también se menciona en la novela a Forqueray-, y más concretamente para teclado ya que hay un episodio en Ucrania con el joven judío pianista para quien encarga partituras de estos autores a Francia -partituras que le trae Eichamnn en persona. La peculiaridad de esta suite es que en lugar de un Preludio inicial debe tener una Tocata, lo cual es bastante extraño. Me pondré a buscarla.

JohannChristianBach dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
JohannChristianBach dijo...

Hala, mira, vengo a rectificar. Se usa mucho más Aria, en francés, pero también se usa Air.
Así que sí, se podía haber traducido por Aria, tanto como por Aire.
LO he estado pensando y he estado mirando carátulas de discos y tenías razón.
Lo único a favor de Aire es que Littell no usó la palabra italiana, sino la francesa. No eligió poner Aria,sino Air. Seguramente por eso prefirió, cuando se lo consulté,que se usara en la traducción al castellano la palabra castellana.
Así que, como suele suceder, hay buenas razones para las dos opciones.

JohannChristianBach dijo...

Añado que, antes de traducir los nombres de los capítulos tuve una larga charla al respecto con Littell.
Y sí, su intención era usar los nombres de diversas partes de una suite barroca. Es más el ritmo de los capítulos tiene que ver con el ritmo musical de esas partes, no son casuales.

Y, sí, rectifico, el air, aire, aria, como se quiera, no forma parte del conjunto de movimientos principales de la suite barroca, pero sí de los posibles.
Véase, en efecto la suite en re menor de Bach.

k dijo...

gracias por tus amables comentarios, no sabía que eras María teresa Gallego, es un honor para El mundo de Kovalski que la traductora de tan magna obra se deje caer por aquí. Pensé que quizás Littell había planificado un pequeño reto al lector con estos títulos pertenecientes a una auténtica obra, de forma que subyaciera una auténtica banda sonora para el texto, que quedaría desenmascarado al revelarse la identidad de esa suite barroca -y que el lector debía averiguar por su propia cuenta. Estuve buscando suites para teclado de Rameau, Couperin y Forqueray y ninguna obedecía a esa serie de danzas que titulan los capítulos. Me dejé llevar por la imaginación por lo que veo.Lo que no termino de comprender es que el primer capítulo se llame Tocata, ya que lo más adecuado hubiera sido un Preludio, y así todos los movimientos podrían formar parte de una auténtica suite barroca. Ya que la forma tocata es una pieza de carácter independiente -si acaso seguido de una fuga- y normalmente con grandes dosis de improvisación, como las tocatas de Bach para órgano, y en ningún caso la he encontrado formando parte de una suite. Puede que ese aislamiento sea buscado por el propio Littell pues el primer capítulo no forma parte de las memorias en sí del oficial Aue, sino que está bien diferenciada parte temporal, espacial y narrativamente -y funcionando a modo de introducción-, si bien creo que podía haber quedado bien bajo la forma Preludio como he dicho y el conjunto habría sido más coherente. Aprovecho para darte la enhorabuena por el magnífico trabajo de traducción que has hecho.

JohannChristianBach dijo...

Oye, de honor nada, no exageremos.
Y la agradecida soy yo, porque me has hecho replantearme algo y pensar, cosa que es muy saludsble para un traductor.
Cada vez me parece más que habría sido mejor seguramente poner aria.
Las "miradas externas" nos vienen muy bien a los traductores. Aunque a veces nos dé rabia toparnos con una sugerencia que ya es demasiado tarde para incorporar.
Así que si alguna vez lees alguna otra traducción mía y ves algo que te llame la atención, no dejes de decirlo y de hacerme pensar.

La Tocata no forma parte de la suite, claro. Aquí es algo aparte e independiente. Y realmente no es un preludio. Abre el libro, sí, pero cierra la historia.

No, el orden de los movimientos no corresponde a ninguna composición existente de forma deliberada. Responde al orden de la historia.

k dijo...

para mi es una satisfacción que mi sugerencia te haya sido de utlilidad, y que tengas en cuenta mi modesta opinión para futuros comentarios. Se me ocurrió que sería muy interesante para el blog que accedieras a contestar un pequeño cuestionario a través del cual puedas hablarnos un poco más del proceso de traducción en general y del de Las benévolas en particular. Ya he visto que eres Premio Nacional de Traducción y que estarás muy ocupada pero si te interesa puedes contactar conmigo en daniopeth@gmail.com , sería una cosa sencilla, no soy periodista ni filólogo, creo que sería una buena oportunidad para acercar a los lectores del blog al mundo del proceso creativo de la traducción; cuando le digo a mi hermano "qué bien escribe éste o aquel escritor" él siempre me contesta "querrás decir qué bien escribe el traductor de éste o aquel", jeje, bueno, quizás sea un poco exagerado pero algo de cierto hay en ello, saludos

k dijo...

bueno, pues buenas noticias para el blog, muy amablemente María Teresa Gallego Urrutia ha accedido a mi petición de realizarle una entrevista, así que ya me he puesto manos a la obra para elaborar las preguntas

e. r. dijo...

Y si Littell preferió Air y Aire en castellano porque ya habla un nazi en la novela y le parecía una exageración poner "Aria"? Por lo exageración panfletaria, digo.
Un placer leerte.
Sos el benévolo.
Saludos

k dijo...

precisamente el capítulo titulado Aire es el más íntimo y personal de la novela, donde Aue desciende a los infiernos de sus obsesiones, por lo que podría equipararse con una aria para voz solista, o bien como un aire de danza, sin llegar a ser una danza propiamente dicha. Por otro lado es muy bueno ese apunte en el que yo no había caído, una clara referencia a la raza aria desde la aproximación musical. Pero también sería interesante porque la naturaleza del propio Aue -no quiero desvelar cosas de la novela- lo convierten en algo así como una presa para su propia actividad, convirtiendo a la supuesta raza aria en una raza con "defectos" -aparte de que Aue está como una regadera, jeje-, y así el capítulo -como Aria- no sería más que un giro irónico de Littell. Puede que esta reflexión sea demasiado obvia pero es que el libro de Littell está repleto de incógnitas y de múltiples interpretaciones, y esa es una de sus grandes virtudes, un saludo