lunes, 16 de mayo de 2011

Otras inquisiciones, de Jorge Luis Borges

Hacer un comentario sobre este libro de Borges es absurdo, es, además, -por mi parte- emprender un camino seguro hacia la ridiculez. Publicado en Buenos Aires en 1961 este tomo recoge algunas lúcidas, metafísicas y endiabladamente borgianas reflexiones sobre diversos temas, entre literarios (el Quijote, Hawthorne, Quevedo,...) y filosóficos (el tiempo, las alegorías, los nombres...). Mi contribución al conocimiento del particular mundo pensante borgiano (¿o es borgesiano? -de ser admitido semejante término) será meramente testimonial, un simple: yo leí esto -si bien no entendí ni la mitad.
Ya en El sueño de Coleridge me tropiezo con la historia del sueño que tuvo este poeta inglés en 1797 y en el que compuso un enorme poema sobre un palacio levantado por Kublai Khan ("al cabo de unas horas se despertó, con la certidumbre de haber compuesto, o recibido, un poema de unos trescientos versos"). Lo curioso es que el propio Khan había soñado este Palacio, según se descubrió 20 años después del sueño de Coleridge, a través de Compedio de historias de Rashid ed-Din, del siglo XV: "Al este de Shang-tu, Kublai Khan erigió un palacio, según un plano que había visto en un sueño y  que guardaba en su memoria". Creo haber leído la historia del sueño de Coleridge en Vila-Matas. Bueno, decir que Coleridge sólo terminó recordando 55 de los 300 versos.
En Nathaniel Hawthorne, Borges hace una defensa brillante del talento del de Salem, a través de sus cuentos, y más concretamente del titulado Wakefield. En Hawthorne cree ver un claro antecedente de Kafka. Borges dice que los precursores terminan apareciendo gracias a la figura a la que anteceden. Es decir, que sin Kafka no podríamos decir que Hawthorne fue precursor de algo, pues los síntomas kafkianos están, de alguna manera, tan velados que hizo falta la llegada de Kafka para que concretara lo que ha terminado denominándose como universo kafkiano. Este asunto es tratado en  Kafka y sus precursores. En Wakefield, de Hawthorne, un tipo sale por la puerta para no regresar a su casa -dejando sola a su esposa y sin darle ninguna explicación- hasta 20 años después. Dice Borges: "Si Kafka hubiera escrito esa historia, Wakefield no hubiera conseguido, jamás, volver a su casa; Hawthorne le permite volver, pero su vuelta no es menos lamentable ni menos atroz que su larga ausencia."  Creo entender qué quiere decir el argentino. Esa ausencia injustificada termina tornándose en irreal para sus allegados, de forma que la vuelta de Wakefield no hace sino confirmar la pesadilla que ha significado para ellos -la ausencia cobra forma irrecuperable-. Esta llamada de Borges hacia los cuentos de Hawthorne me hizo pedirle prestado a mi hermana su volumen Cuentos contados dos veces. Estoy inmerso en su lectura, aunque por ahora sólo puedo decir que escribía prodigiosamente. Volviendo a los precursores de Kafka, Borges enumera varios antecedentes:  la paradoja de Zenón -Aquiles nunca alcanza a la tortuga (Borges menciona la flecha y el móvil)-, situación parecida a la acontecida al agrimensor K. en El castillo; un párrafo en  la Antología razonada de la literatura china de Margoulies: "Universalmente se admite que el unicornio es un ser sobrenatural y de buen agüero", pero, parecer concluir; nadie sabe cómo es el unicornio, podríamos estar frente a él sin reconocerlo; y el tercer texto precursor de Kafka lo hallamos en Kierkegaard y a través de dos parábolas comentadas por Lowry en 1938. También cita Borges dos cuentos, uno de Leon Bloy y otro de  Lord Dunsay.
En El ruiseñor de Keats, Borges le da unas cuantas vueltas a un poema de John Keats de 1819 y nos encontramos con referencias a Schopenhauer, la definición de arquetipo, las ideas platónicas, Coleridge, etc... Yo creo que el asunto va en torno a si el ruiseñor de Keats es un ruiseñor en concreto o es la idea de ruiseñor en sí -pero quién sabe, a lo mejor va de todo lo contrario-. Hay un párrafo  sobre Coleridge y los aristotélicos y platónicos que veremos repetido -textualmente (!)- artículos después, en De las alegorías en las novelas, dice así: "Observa Coleridge que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Los últimos intuyen que  las ideas son realidades; los primeros que son generalizaciones; para éstos, el lenguaje no es otra cosa que un sistema de símbolos arbitrarios; para aquéllos es el mapa del universo. El platónico sabe que el universo es de algún modo un cosmos, un orden; ese orden, para el aristotélico, puede ser un error o una ficción de nuestro conocimiento parcial. A través de las latitudes y las épocas, los dos antagonistas inmortales cambian de dialecto y de nombre: uno es Parménides, Platón, Spinoza, Kant, Francis Bradley; y el otro, Heráclito, Aristóteles, Locke, Hume, William James." 
Magias parciales del Quijote nos desvela algunas audacias del talento cervantino. Según Borges, Cervantes promueve la confusión entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la realidad -del lector en cuanto lector- y la ficción -de la novela en cuanto novela-. Así: "En el sexto capítulo de la primera parte, el cura y el barbero revisan la biblioteca de Don Quijote, asombrosamente uno de los libros examinado es la Galatea de Cervantes, y resulta que el barbero es amigo suyo y no lo admira demasiado, y dice que es más versado en desdichas que en versos y que el libro tiene algo de buena invención, propone algo y no concluye nada", en lo que viene a ser el primer caso de un personaje de una novela que juzgue al autor de su propia novela (¡en esa misma novela!), y en lo que significa igualmente una falsa crítica a sí mismo, ya que bien vistas, las palabras del barbero encierran más una adulación que un reproche -como instigador del poder de la novela y de sus inconmensurables caminos infinitos, algo que ya debía entrever Cervantes en el siglo XVII, y que le condujo indefectiblemente a la creación de la gran obra de la historia de la literatura. Más enigmas literarios dentro del Quijote: los personajes de la segunda parte han leído la primera parte de la novela en la que figuran, y también en la primera parte se aclara que la novela ha sido traducida del árabe y que Cervantes adquirió el texto en un mercado de Toledo. Es obvio que la genialidad del Quijote no radica exactamente en esos detalles si bien la novedad conceptual que suponen sólo pudieron ser obra de un genio extraordinario -o de un loco-.
Muy interesante es Sobre el Vathek de William Beckford: "William Beckford, de Fonthill, encarnó un tipo suficientemente trivial de millonario, gran señor, viajero, bibliófilo, constructor de palacios y libertino; Chapman, su biógrafo, desentraña (o procura desentrañar) su vida laberíntica pero prescinde de un análisis de Vathek, novela a cuyas últimas diez páginas William Beckford debe su gloria". Es Vathek una historia ambientada en el tiempo de los califas abbasidas y con un Alcázar de fuego subterráneo de por medio. Según Borges éste es en realidad el "primer Infierno realmente atroz de la literatura". Es curioso como "la gloria" de Beckford reside en un título que no conoce nadie pero del que descubro ahora -con asombro e ilusión- cómo existen diversas ediciones en castellano (en Alianza y en Valdemar). Sin embargo, y aún a riesgo de meter la pata -como siempre-, me atrevo a contradecir a Borges. No sé bien qué de inquietante, o alucinógeno, o de genialidad puede contener esa última parte de Vathek -cuando leyendo la sinopsis me parece un rollazo impresionante- pero pienso que la verdadera genialidad la "cometió" Beckford al escribir sus Memorias biográficas de pintores extraordinarios, y no lo digo por la calidad o la erudición o la inspiración del texto, sino por la idea (por la intención extraordinaria y visionaria) de confrontar la ficción con la realidad en el mundo del arte -aún a la temprana edad, se sospecha, de 16 años- y ¡en 1790! Una obra que fue comentada en 2010 en mi blog de arte El gran Kovalski (BECKFORD).
Otros muchos e interesantes artículos comprenden este apasionante Otras inquisiciones. En el penúltimo -y más extenso y filosófico- Borges se encarga la difícil tarea de demostrar una Nueva refutación del tiempo. Un título ya de por sí paradójico, pues encierra el término "nuevo", una palabra sin sentido fuera del suceso temporal ("Todo el lenguaje es de índole sucesiva: no es hábil para razonar lo eterno, lo intemporal").
Los que conozcan al Borges cuentista descubrirán en Otras inquisiciones a un Borges más analítico y metafísico -incluso al Borges crítico- pero en el que adivinamos la vasta base cultural sobre el que se alzan relatos inmortales como El Aleph, Funes el memorioso, etc... Habrá quienes piensen ¿por qué Borges perdió el tiempo en estas disertaciones sin objetivo alguno en lugar de emplearlo en escribir algunos cuentos más?, y habrá quiénes opinen lo contrario, es decir, ¿por qué Borges no le dedicó más tiempo a esta faceta "pensante" en lugar de perder el tiempo en la ficción? Sin embargo estoy seguro de que unos como otros disfrutarán tanto de estas Otras inquisiciones como de sus cuentos, por igual.

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