El finlandés Kaurismäki utiliza un motivo en principio no muy original -la pérdida de memoria del protagonista- para realizar un soberbio soliloquio sobre la felicidad, el amor, y la marginalidad. M es víctima de una paliza callejera -como fondo música sinfónica-, por la cual perderá su memoria e incluso su identidad. Siendo dado por muerto en el mismo hospital, M se levanta -sin que nadie se lo impida ni repare en él, aquí vemos cierto aire fabulatorio que impregna en realidad todo el film y que tiende la mano a una posible salida onírica-, y sale a la calle. Llega a una zona industrial, un barrio marginal donde encuentra hospitalidad en una pareja de auténticos desgraciados que malviven en un contenedor. Pero M no empieza una búsqueda -irremediable en cualquier caso- de su identidad, sino que comienza una nueva vida. ¿Olvidó qué es la memoria? ¿Olvidó también lo que significaba el compromiso vital con el pasado, con lo que realmente somos? Algo en su interior le dicta los pasos a seguir. Buscar un contenedor propio, encontrar un trabajo, ¡hasta se echa una novia del Ejército de Salvación! El rostro de Markku Peltola es uno de los mayores aciertos de esta producción. Me recuerda al Bill Murray de Lost in Traslation, expresión ausente, contenida, incapaz de recitar sus propios sentimientos ¿acaso los tiene? Bueno, podríamos decir entonces que perder la memoria es algo parecido a padecer jet-lag. Kaurismäki se pregunta qué es la felicidad, cuando nos presenta a esa pareja grotesca, sin posibles, pero plena de bondad hacia un desconocido. Qué es el amor, cuando M parece encontrarlo en la figura de la rubia del Ejército de salvación que le provee de ropa más presentable, una chica de la que no conoce más que de su propio yo. Pero sin identidad M no puede encontrar trabajo, "Nosotros le pondremos un nombre", decide la responsable de la empresa ante la demostración de habilidades soldadoras de M -fortuita y producto de un presentimiento en todo caso, ¿debe M recuperar su existencia a golpe de presentimientos?-. Un Robin Hood del siglo XX se cruza en su camino. M termina siendo sospechoso de robo a un banco y su mujer lo localiza gracias a este suceso. La realidad de su anterior existencia parece amenazar la nueva vida de M. Las figuras geométricas que Kaurismäki fabrica escena tras escena con una mesa interponiéndose entre dos personajes que hablan -¿se interpone o sirve de enlace?, ¿es la mesa un símbolo de la memoria de M, o de la ausencia de memoria de M?- son un recurrente artístico de Kaurismäki. La luz de Kaurismäki es embriagadora -tanto la interior como la exterior-, diáfana, casi irreal -teatralizada-, los personajes parecen flotar entre haces luminosos. Los movimientos son pesados, lentos, representan el hastío, la dejadez. Ver la peli en versión original facilita la comprensión de ese ambiente gélido -estamos en Helsinki-, distante, ¿alguien puede ser feliz en un suburbio de Helsinki, sin memoria, escuchando un rock n roll en una juke-box y hablando esa lengua tan ruda fonéticamente? ("El diablo me persigue en cada esquina, en cada calle", canta la banda del Ejército de salvación). A veces nos viene a la cabeza un cuadro de Vermeer, como cuando M explica a la jefa del Ejército la conveniencia de que la banda del movimiento toque R&B. Todo está milimétricamente estudiado, las ropas colgadas en los percheros, el reloj de pared, la habitación del fondo dentro de la habitación contigua, el perfil de la sombra en la pared, el mapa en ésta, trazos de bermellón aquí y allá, los cuadros sobre el mapa, ¡sólo falta la joven leyendo una carta! Kaurismäki es un genio de la escenificación, diría que es un auténtico maniático y supongo que trabajar con él debe ser un infierno para los técnicos de atrezzo, sonido y fotografía, pero el resultado es tan mayestático, tan impresionante que debe merecer la pena. Dentro de todo el pesimismo que rodea la peli existe una comicidad, un humor siniestro, que resulta esperanzador. La pregunta que se sostiene en toda la proyección es inquietante, ¿quienes somos sin memoria? ¿a qué clase social pertenecemos? ¿adónde vamos sin recuerdos? ¿debemos recuperarlos? ¿qué nos impide comenzar una nueva vida, una nueva existencia ajeno a todo y a todos? Definitivamente, un hombre sin pasado no es nadie.
Aquí la escena del repertorio y el "encuadre Vermeer":
3 comentarios:
hola, kovalski
quería decirte simplemente que esta película es absolutamente hermosa.
las escenas del concierto nocturno y los escarceos amorosos, difícilmente se hará algo mejor.
saludos
estás en lo cierto e.r., Kaurismaki es un cineasta extremadamente minucioso -a la vez que poético-, espero seguir profundizando en su obra, saludos
Hermosa película, como todas -sin excepción- las de Kaurismaki. Por fortuna, están disponibles en dvd a buen precio...
Hace tiempo que le leo. Es un placer. Un saludo.
Publicar un comentario