Wittgenstein Neffe. Traducción de Miguel Sáenz.
Algunos autores dicen que ésta novela de Bernhard podría ser su sexto volumen autobiográfico después de El origen, El sótano, El aliento, El frío, y Un niño, ya que narra su estancia en un pabellón para enfermos pulmonares donde se recupera de la extracción de un tumor en medio del cuello. Pero el verdadero protagonista de la novela es el sobrino del célebre filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein, Paul Wittgenstein, quien se convirtió en la gran amistad de Bernhard. Paul Wittgenstein era un loco pero también era un filósofo, al igual que su tío Ludwig, que era un filósofo y que también era un loco, con la salvedad de que Paul exteriorizó su locura y retrajo su filosofía y Ludwig exteriorizó su filosofía y retrajo su locura, por así decirlo. Bernhard se encontraba en el hospital de Steinhoff, en el pabellón Hermann, donde se curaban los enfermos del pulmón, y muy cerca estaba el pabellón Ludwig, donde verdaderamente se curaban o empeoraban al máximo los enfermos mentales, y la providencia hizo que él ocupara el pabellón Hermann justo cuando su amigo Paul ocupaba el pabellón Ludwig. Y resultaba muy casual que el pabellón de enfermos mentales Ludwig se llamara igual que el tío de Paul. Las grandes inquietudes de Paul Wittgenstein eran la música -de la que sabía más que nadie-, y las carreras de coches -lo cual resultaba absolutamente inapropiado para una mente privilegiada como la suya. Así, Paul Wittgenstein y Thomas Bernhard podían hablar durante horas de la sinfonía Haffner de Mozart así como podían no hablar durante horas de nada, y de hecho nunca hablaron del tío filósofo de Paul ni de su Tractatus logicus, lógicamente. Fue Paul Wittgenstein su único amigo que le acompañó a la recogida del premio Grillparzer, cuando los dos sabían que los premios aniquilaban a las personas y que la simple aceptación de un premio aniquilaba a la persona en sí. Y fue en esa ceremonia donde nadie reconoció a Bernhard, y éste junto a su amigo Paul Wittgenstein y el gran amor de Bernhard se sentaron en medio de una fila, y así luego el director de la ceremonia tuvo que ir hasta el centro de la fila levantando a todos los asistentes hasta que al final le dijo a Bernhard que debía estar más adelante, junto a la ministra, y al final Bernhard simplemente aceptó cuando en realidad nunca debía haber aceptado porque las formas y la situación así lo demandaban. O también cuando Thomas Bernhard recogió el premio nacional de literatura en Austria y cómo después del breve pero intenso discurso de Bernhard en el que dijo que todos moriríamos indefectiblemente y ante la atónita mirada del ministro que levantó el puño y comenzó a injuriar a Bernhard así como todos los asistentes que siguieron al ministro abandonando el lugar, y cómo al final se quedó solo Bernhard con su amigo Paul y su amor de toda la vida. Estas dos anécdotas acerca de recogidas de premios deben figurar en su nueva publicación en España Los premios, lo que no sé si en versiones nuevas o extractadas de este libro y creo recordar que también en Maestros antiguos aparece alguna de estas anécdotas, y donde me parece que también se relata, como en esta novela, el episodio en el que Bernhard y sus amigos recorren media Austria e incluso llegan hasta Suiza buscando un periódico de Zurich donde debía venir una crítica de la ópera Zaida de Mozart, y cómo al final no encuentran ese periódico ni por supuesto esa crítica, después efectivamente de recorrer cientos y cientos de kilómetros tras ese periódico y tras esa crítica a esa representación de la ópera Zaida de Mozart. En definitiva otra gran obra de Bernhard, en la que se muestra absolutamente certero y puntilloso, totalmente en desacuerdo con el mundo, la naturaleza, la cordura, y en favor de la ciudad, es decir, de la gran ciudad por así llamarla, y de la música, y de su amistad con Paul Wittgenstein, al cual, por cierto, terminaría evitando como un cobarde por neto instinto de supervivencia, cosa que Bernhard jamás se perdonaría.
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