sábado, 3 de julio de 2010

Dublinesca, de Vila-Matas (y 3)

Pues hay una tercera parte en Dublinesca. Tan sólo había que irse al final del libro para dar fe de los 3 capítulos que se corresponden con los meses de mayo, junio y julio. En julio Riba vuelve a Dublín con su mujer Celia. Allí Riba se rencontrará con un viejo sueño, e identificará finalmente a su fantasma particular, a cuyo entierro terminará asistiendo. La búsqueda existencial de Riba siempre había sido la de encontrar a ese novelista genial al que poder editar. En la página 307: "Qué hará ahora que ha averiguado que ni Dios ni el gran autor genial existen y que, además ya nadie le mira y, encima, sólo hay miseria en su lacónico mundo beckettiano a ras de suelo. " Parece como si Vila-Matas hubiera descubierto ahora a Beckett, un escritor-personaje del que podría haber sacado gran provecho en novelas anteriores. ¿Será el gran competidor de Walser en la próxima bibliografía de Vila-Matas? En esta tercera parte los miedos de Riba terminan cobrando forma, como era de esperar: "Con horror está empezando a ver las primeras consecuencias de haberse instalado en el error", escribe el autor en la página 305. Este giro provoca un vuelco en las expectativas de Riba, quien en la página 195 se las prometía muy feliz: "Está por fin en una geografía donde reina la extrañeza y también, para él al menos, el misterio. Y nota que la alegría que rodea a todo lo nuevo le está haciendo casi volver a ver con entusiasmo el mundo. En países como éste, uno se puede reinventar, se abren horizontes mentales." El viaje a Dublín -postrero, imprevisto, y que desplazará a ese Nueva York que es para Riba como el Paraíso al que acceder al final de la vida- termina siendo una balsa de supervivencia para Riba, quien deambulaba atónito y sin reflejos en su Barcelona natal, o más bien, frente a su ordenador en su piso de Barcelona. Aisladamente Vila-Matas nos deja pasajes metafísicos, quién sabe, quizá con la esperanza de que alguien alguna vez le cite en sus novelas. Así en la página 276 leemos: "cuando tratamos de comprender la vida mental de otro hombre nos damos cuenta muy pronto de cuán incomprensibles, cambiantes y horrorosos son los seres que comparten con nosotros el mundo. Es como si la soledad fuera una condición absoluta e insuperable de la existencia." Me da la impresión de que aquí Vila-Matas se muestra complaciente consigo mismo, y que expone una visión demasiado obvia de la realidad. Los verdaderso esxtraños en la vida siempre terminamos siendo nostros mismos, y el conocimiento de los demás se nos muestra siempre con cuenta gotas, como una fachada ilusoria tras la cual no podemos ver nada, por lo que cualquier idea que del prójimo nos hagamos siempre será insatisfactoria e incompleta. Me gusta mucho cuando Vila-Matas recurre a un pensamiento de Pascal, un pensamiento que asoma en la novela de Auster editada por Riba, La invención de la soledad -un título que en principio pensé inventado pero que existe realmente, y que es la primera novela de Auster, estuve torpe ahí-: "Pascal fue el que ideó aquel pensamiento memorable que dice que todas las desgracias nos llegan porque somos incapaces de quedarnos quietos en un cuarto." Si bien hay que admitir racionalmente que se trata de una exagerada y deforme expresión del miedo a lo ajeno. También podemos sucumbir al exterior incluso quedándonos en casa 24 horas al día. Volvamos a la realidad de las citas, en la página 312: "Se acuerda de aquellos versos de Gil de Biedma que marcaron su juventud: "
Pero después de todo, no sabemos
si las cosas no son mejor así,
escasas a propósito... Quizás,
quizá tienen razón los días laborables. "

En la página 310 vuelve al libro de Auster: "Piensa en La invención de la soledad, de Auster, donde se comenta que la locura de Hölderlin era fingida y que el poeta se retiró del mundo en respuesta a la ridícula actitud política que trastornó Alemania después de la Revolución francesa." Cuando Riba se encuentra a dos tipos en el bar que le recuerdan a dos personajes de Beckett, Mercier y Camier: "... el primero de los dos jóvenes que habla, le remite en Vilém Vok cuando reflexionaba en voz alta en torno a su intento quimérico de madurar hacia la infancia." Retorno a la infancia, lejos de los paradigmas hipócritas y reprimidos de los adultos.
Hasta quí más o menos lo que da de sí Dublinesca, una buena novela de Vila-Matas, en la que ha intentado crear una trama que al fin se va disolviendo entre fantasmas, citas, y viajes dilapidarios. Lo más interesante puede que sea esa génesis de la Orden de los Finnegans, y los pasajes relacionados con el Ulises, unos pasajes que sin duda resultarían más provechosos de haber leído antes la novela de Joyce. Aunque, según Joyce, antes de leer Ulises hay que leer la Odisea de Homero. Espero que antes de La Odisea no hay que leer otra cosa porque si no entraremos en una espiral de concatenaciones lectoras sin fin.
Bueno, por mi parte he empezado a leer Ulises, y menos mal que la edición que tengo incluye resúmenes de los capítulos.

No hay comentarios: