sábado, 26 de junio de 2010

Naturaleza muerta con brida, de Zbigniew Herbert


Martwa natura z wedzidlem. Traducción del polaco de X. Farré.


No tenía muy claro si comentar este libro en mi blog de arte (El gran Kovalski) o en éste de literatura. Sigo sin tenerlo claro pero he terminado incluyéndolo aquí por una razón determinante. Subtitulado Ensayos y apócrifos, este libro del poeta polaco Herbert es algo más que una recopilación de ensayos sobre arte y "otras cosas" en la Holanda del siglo XVII. Sencillamente este libro de Herbert es una auténtica maravilla por su sensibilidad, su imaginación, y su virtuosa construcción, lo que convierte a los distintos ensayos en auténticas obras maestras del relato breve. Es decir, este libro más allá del género literario (podríamos encuadrar sus diferentes capítulos en el de ensayos de historia del arte, relatos de viajes, o ensayos históricos).
Conocía a Herbert a través de los ensayos de su compatriota Adam Zagajewski. Éste hablaba de lo apasionado que era Herbert del arte y cómo recorría las diferentes ciudades europeas en busca de un cuadro, de una sensación. Enseguida pensé que yo quisiera ser como Herbert. Después de leer este libro he comprendido que eso se antoja absolutamente imposible. Me limitaré a dar cobertura desde mi humilde atalaya de este libro excepcional.
En El delta Herbert visita Holanda con una intención diferente de como hasta ese momento lo había hecho: "Hasta ahora, todos los viajes que había hecho por Holanda, habían seguido un movimiento pendular a lo largo de la costa; como si dijéramos, usando un símil pictórico, desde El Hijo pródigo del Bosco, en Róterdam, hasta La ronda de noche, en el Rijsmuseum de Ámsterdam. El típico itinerario, por tanto, de alguien que engulle cuadros, libros, monumentos, y que deja todo el resto para los que, a semejanza de la Marta bíblica, se preocupan por las cosas de este mundo." Amén.
Herbert deja algunas pistas ineludibles para todo aquel que visite La Haya: "Mi vagabundeo me ha reportado un provecho inesperado. Binnenhof -es decir, el patio interior- es, desde hace mucho tiempo, mi conjunto arquitectónico preferido en el centro de La Haya. Rodeado por un estanque, en un silencio casi absoluto, la tarde avanzada. Como dice mi maestro Fromentin: "Es un lugar solitario y no carente de melancolía"."
Sin embargo, Herbert termina escribiendo de pintura y más concretamente de Van Goyen y su Paisaje fluvial en el museo de Dahlem de Berlín: "Es una obra llena de fuerza, independiente, de una composición tan simple como un acorde." Me sorprendió que un Van Goyen estuviera en los museos de Dahlem ya que allí están los museos de arte asiático, indio y el etnológico, aunque también el de las culturas europeas, el cual alberga El hombre con yelmo dorado del taller de Rembrandt, y seguramente es donde estará este van Goyen, no obstante no he conseguido averiguar la fecha de escritura de este capítulo.
En El precio del arte Herbert investiga lo que podrían valer esos cuadros de paisajes del barroco holandés. Al no existir crítica de arte que orientara a los compradores, a veces autores poco valiosos obtenían precios más altos que otros grandes de la historia de la pintura. No obstante, gente como Vermeer, Rembrandt o Hals conocieron el éxito en vida. "En la Holanda del siglo XVII los cuadros eran objeto de especulación, de un intenso intercambio, pasaban con frecuencia de unas manos a otras, y se comerciaba con ellos de diferentes maneras, lo que llevó a algunos investigadores a afirmar que en aquel país, los cuadros se habían convertido en algo muy similar al dinero, en un sustituto de los medios de pago; pero si buscamos una analogía más cercana, recuerdan más a las acciones: de cotización variable, caprichosa, difícil de prever."
Tulipanes de amargo aroma explica la fiebre de los tulipanes que arrasó la primera mitad del siglo y que se convirtió en una auténtica burbuja de especulación y cuyo final ocurrió tras la intervención de los precios por parte del Estado, lo que condujo a muchos compradores a la ruina. "Las transacciones de bulbos de tulipán se llevaban a cabo en medio de los aromas de la cerveza, del vodka y de la carne de cordero, es decir, en los mesones, en las posadas, en las tabernas".
En Gerard Terborch: el discreto encanto de la burguesía, Herbert aborda la vida de este pintor contemporáneo de Vermeer: "Terborch creó un tipo propio de retrato, radicalmente diferente de los de Hals, Rembrandt y otros maestros de la época, con una infalsificable marca de fábrica."
Y llegamos a Naturaleza muerta con brida. Dedicado a Josef Czapski es un interesante ensayo sobre la vida de Jan Simonsz van de Beeck, más conocido como Torrentius, un pintor que fue acusado de hereje, impío, ... y que tuvo una vida bastante tortuosa -en su lectura más literal- y del que apenas nos ha llegado el cuadro que da título al ensayo, una auténtcia obra maestra que se encuentra en el Rijksmuseum. "Merece el título y la triste dignidad del precursor; había en él algo del marqués de Sade, y también de los poets maudits del siglo XIX o, buscando una analogía más cercana, de los surrealistas."
El último ensayo, Un tema poco heroico, analiza las razones por las que la pintura holandesa se ha ocupado tan poco de la guerra de los ochenta años contra los españoles y sí mucho de escenas "inofensivas" como paisajes, interiores y escenas domésticas. Habla del sitio de Leiden, de la heroica y agónica resistencia de la ciudad hasta que las tropas de Guillermo de Orange acuden en rescate de Leiden gracias a una ocurrente apertura de canales para conseguir llevar la Armada hasta las puertas de la ciudad donde naciera Rembrandt. Es en Berlín, en una galería mediocre de Grünewald, donde Herbert encuentra al fin un cuadro digamos que conmemorativo del heroicismo holandés, si bien reconoce que es una obra menor. Se trata de Alegoría de la República holandesa, de Jacob Adriaensz Backer, aún así la realización del mismo esconde inesperados sentimientos encontrados: "la contradicción entre el tema elevado y la expresión modesta: un poco como si un drama histórico fuese representado por un grupo de pueblo en una feria."
La segunda parte del libro se titula Apócrifos y recoge diversos relatos breves -apenas de 3 a 6 páginas- historicistas como El indulto del verdugo, El capitán, Gerrit el Largo, La cama de Spinoza, y sobre todo el brilante La carta que ¿imagina? una carta firmada por Vermeer y enviada al inventor del microscopio y padre de la microbiología Antonie van Leeuwenhoek, y en la que Vermeer adopta una faceta premonitoria en cuanto al alcance de los descubrimientos científicos de su paisano: "Nuestros caminos se separan. Sé que no conseguiré convencerte y que no dejaras de pulir lentes ni de levantar tu torre de Babel. Permítemos, sin embargo, seguir con nuestro proceder arcaico, decir al mundo una palabra de reconciliación, hablar de la felicidad, de la armonía encontrada, del eterno anhelo del amor incomprendido".

Vermeer estuvo cerca, pero se equivocó, no es la pintura lo que nos hace felices sino los textos que inspiran esas pinturas, como éstos de Herbert.

1 comentario:

Mario dijo...

Trato de encontrar en internet distintos tipos de arte y por eso me importa obtener muchos videos de arte de diversos artistas y poder disfrutar de su obra. Ademas estudio de muchos libros distintos