El teniente Giovanni Drogo es destinado a la fortaleza Bastiani una vez es nombrado oficial. Allí piensa estar destinado unos meses para hacer méritos y conseguir un buen puesto en la capital. En la fortaleza se espera día tras día la invasión de los Tártaros. Alguien lo expuso -o bien sólo lo pensó- en alguna ocasión y desde entonces esto es así. La vida en la fortaleza es monótona, absurdamente disciplinada, y sobre todo: inútil. Con este panorama Buzzati reflexiona sobre el sentido de la vida, la falsa esperanza, y la fuerza del ser humano, capaz de crear unas expectativas absolutamente imaginarias y creérselas. La soledad, el desarraigo, la adaptación a una vida insípida, y la resignación coronan este magnífico relato con ciertos aires kafkianos y que merece estar entre las mejores novelas del siglo XX.
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