De nuevo me enfrenté a otra gran obra de Murakami después de disfrutar como un enano con Kafka en la orilla. En esta ocasión Murakami fabrica una vez más una compleja historia de historias con el toque onírico y surrealista necesario para dar salida a las inquietudes, frustraciones y miedos del protagonista. Básicamente la novela cuenta cómo el joven abogado en paro Okada intenta recuperar durante todo el libro a su esposa desaparecida misteriosamente. Una joven estudiante que hace ver a Okada lo enigmático que parece todo y del que está enamorada; dos hermanas videntes con nombres de islas mediterráneas; un fascinante secretario de último escalafón cuya verborrea es extraordinaria -uno de los personajes más increíbles que nunca he leído, podría leer páginas y páginas sin descanso su exacto, malvado y agudo discurso-; un malo muy malo; una hilarante escena de una encuesta de calvos; unas entrañables cartas desde una fábrica de pelucas; y sobre todo, unas extraordinarias e increíbles historias en torno a la segunda guerra mundial -la historia del teniente Mamiya, la matanza del zoológico, el frustrado hundimiento del mercante por parte del submarino, la ejecución del equipo de béisbol, y la historia de Boris el desollador en un campo de concentración en Siberia-, hacen de este novelón una fuente inagotable de deleite y entretenimiento. Me sigue llamando la atención el uso por parte de la traductora del verbo "reseguir" (según la RAE: "Quitar a los filos de las espadas las ondas, resaltos o torceduras, dejándolos en línea seguida") en lugar del más adecuado "seguir" o "perfilar".
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