viernes, 26 de septiembre de 2008

Un descanso verdadero, de Amos Oz.


Israel no sólo es Bar Refaeli. También está Amos Oz. Un descanso verdadero data de 1982 pero aquí lo publicó Siruela en 2006. La acción transcurre en un kibutz israelí en la década de los sesenta. Un militar de la reserva, Yonatán, decide abandonar la aldea y todo lo que ello supone, familia, trabajo, recuerdos. Empezar de cero. Su personaje antagónico es Azarías, llega al kibutz al tiempo en que Yonatán ha tomado esta decisión y pretende instalarse definitivamente en la comunidad agrícola, a pesar de provenir del extranjero. La novela discurrirá a través de estas dos figuras, la verborrea y el idealismo -spinoziano- de Azarías se contrapone con la desilusión de Yonatán a quien una vida tranquila como mecánico del taller y con una hermosa -aunque poco inteligente- esposa parece resultarle insuficiente. Otro personaje en la sombra al principio y que tomará mayor relevancia en la última parte del libro es Srulik, el músico que acabará sustituyendo al padre de Yonatán como secretario general del kibutz. Srulik es un soltero cincuentón que se encuentra con que en la última etapa de su vida obtiene un relieve social y una responsabilidad que ya no esperaba. Enamorado platónicamente toda su vida de P., a quien nunca le ha confesado su amor, las reflexiones de Srulik al final de la novela son la gran joya de la obra, con un casi filosófico discurso acerca de la no-necesidad del amor, de la amistad, y de la auténtica finalidad de las relaciones entre los seres humanos que no es otra que la de provocar dolor, o al menos la de moldear, manipular a nuestro antojo, para que todo trascurra como nos conviene. "Yo que he gastado mi vida en una estéril contemplación a través de los cristales de mi ventana, sé que a fin de cuentas no hay salida, que el dolor está anclado en el orden de las cosas. Que como la mariposa al fuego todos nuestros actos tienden a él, los malos y los buenos, el deseo carnal, las secretas fantasías sexuales, las ideas, la paternidad, la amistad, el arte, e incluso el declarado anhelo de disminución de dolor que nos rodea oculta un deseo escondido de hacer daño y sufrir". Aunque pueda parecer lo contrario esta novela no es en absoluto pesimista ni amargante, pues haciendo uso de la pardójica contradicción de lo que parece comunicar, en el personaje genial de Srulik apreciamos el verdadero sentido de la vida, la insólita esperanza del que sobrevive sin solicitar nada a cambio. Sublime Oz.

1 comentario:

Cecilia M dijo...

Yo también me quedo con la última reflexión del secretario del Kibbutz. Su prosa limpia y profunda me ha parecido muy hermosa. Me da pena de Yonatan y de su incapacidad para sentirse cómodo con las circunstancias que le han tocado vivir. Es mucho más cómodo el personaje de Azarías. Si no la has leido a mí me gustó mucho una pantera en el desván ¿o en el sótano? ya no recuerdo el título exacto. También recomiendo Asesinato en el Kibbutz de Batya Gur, otra autora estupenda que se murió en lo mejor de la vida. Un saludos cordiales
Nuncatehagaslibrero.blogspot.com