lunes, 19 de octubre de 2009

Nueve cartas a Berta, de Basilio Martín Patino


En 1965, Basilio Martín Patino dirigió esta obra maestra del cine español. Decubrí esta película leyendo el libro de José María Caparrós Historia del cine europeo. Después de verla quedé consternado por su calidad. Cuenta la historia de un estudiante de Derecho -un jovencísimo Emilio Gutiérrez Caba-, que acaba de volver a su ciudad -esplendorosa Salamanca en todos los planos- tras una temporada en el Reino Unido donde ha conocido a la hija de un exiliado intelectual y de la cual se ha enamorado. Lorenzo lee en off las nueve cartas que le manda a su amada mientras se deja llevar por la inercia de su afianzada existencia -sus amigos, sus estudios, su novia...-. Cada carta lleva un título (La noche, Tiempo de silencio...), y están presentadas por un dibujo de corte medieval. La peli muestra el desencanto, la angustia vital -tal como dice el tío de Lorenzo, el fabuloso boticario de la plaza mayor-, la inseguridad sobre el destino, y finalmente, la claudicación ante la imposibilidad de llevar a cabo los propios sueños. Técnicamente estamos ante una película en blanco y negro con excepcional fotografía de Luis Enrique Torán y con algunos recursos técnicos que recuerdan a a la nouvelle vague francesa, y más concretamente a Godard y su Al final de la escapada, tales como imagen congelada al final de una secuencia y en otro orden la utilización de fotografías como planos intercalados -si bien estas fotografías supuestamente las toma el protagonista para enviarlas a Berta-. Resaltar la extraordinaria belleza de Elsa Baeza -en el papel de la novia oficial de Lorenzo-, cuyo equivalente en la nouvelle vague podría ser la musa de Godard, Anna Karina, pues ambas poseen la misma belleza gélida e inalcanzable. Ahora estoy leyendo un ensayo de Cerralto sobre el cine de Víctor Erice y tengo que decir que he constatado algunas similitudes entre las dos películas. Sin embargo Cerralto no menciona en su análisis de la peli de Erice, de 1973, estas Nueve cartas a Berta como una posible inspiración. En primer lugar la fotografía, que recuerda a algunos cuadros de Vermeer e incluso de Zurbarán, dos claras y reconocidas influencias de Erice; luego el uso técnico de la imagen congelada - en algún plano de El espíritu, como cuando Isabel salta sobre las llamas en la noche de San Juan, y también en su primeriza obra, el tercer capítulo de la obra colectiva Los desafíos-, y del intercalado de las fotografías -también en Los desafíos, y no de un modo tan claro en El espíritu, donde simplemente Ana ojea el albúm de fotos de sus padres-. También veo en el dicurso narrativo semejanzas como la voz en off que lee las cartas -Lorenzo en Nueve cartas y Teresa a su antiguo amor, Job parece leerse en el sobre que arde con destino a Nice, en El espíritu-. Estas cartas también sirven para ilustrar el desconsuelo y la desesperanza de ambos -que ven casi imposible la reunión con el ser amado, expulsados ambos por el franquismo, lejos de sus vidas-, y finalmente, el cese de las mismas para concretar la resignación y el abandono de esa persecución de lo deseado -Lorenzo deja de escribir y se arroja a los brazos de su novia y Teresa tira al fuego la última carta escrita-. Dos acontecimientos desembocan en esta decisión, en el caso de Lorenzo un viaje a casa de unos familiares a un pueblo y en el caso de Teresa, la pérdida de su hija Ana que se extravía en el campo. Al final voy a hablar más de El espíritu que de las Cartas, pero es que ambas obras relatan más o menos lo mismo -al menos en una parte importante de El espíritu, al margen de la experiencia personal de Ana -Torrent-, la gran protagonista de la película de Erice, es decir, la destrucción de las vidas a causa del franquismo, el exilio de los no simpatizantes con el Régimen, el drama existencial de quien no encuentra su camino, además de las herramientas usadas en las dos pelis, más simbolista y poético en el caso de Erice, más propio de la nouvelle vague y con mayor discurso verbal en el caso de Patino. En Nueve cartas existen multitud de detalles escénicos, tales como el cartel de la película documental de Buñuel Tierra sin pan, o el del partido de fútbol entre la U.D. Salamanca y el Real Madrid. Otro punto confluyente es la llegada del cine a los pueblos. En El espíritu es el motor de la película así como la clave del despertar de Ana, y en Nueve cartas la colaboración de Lorenzo con sus amigos para llevar el cine al pueblo de su prima, quien convocará también a escondidas a su novia para intentar que Lorenzo no siga pensando en su amor lejano. Este motivo lo retomará cuarenta años después Zhang Yimou en su maravilloso corto para la peli colectiva A cada uno su cine, y también Tornatore en los noventa para su El hombre de las estrellas. Buscando más analogías encontramos esos dibujos casi infantiles de guerreros medievales, torreones, castillos, que quizás representen a la ciudad salmantina y que encabezan cada carta a Berta, y en El espíritu los dibujos hechos por las niñas protagonistas que abarcan todos los objetos cinematográficos empleados en el desarrollo de la trama (el reloj, la peli de Frankenstein, el tren,...). Por todo ello me sorprende que Cerralto no nombre a Nueve cartas a Berta como una fuente de inspiración clara para Erice, al menos en esta El espíritu de la colmena. La música es otro elemento en común de ambos filmes ya que cuentan como autores a dos grandes compositores del panorama contemporáneo español. Carmelo Bernaola firma la enigmática y cerebral partitura para clave en Nueve cartas a Berta -y que recuerda al Falla del concierto para clave-, mientras que es el vasco Luis de Pablo el compositor de esa música para flauta y guitarra tan misteriosa y hermosa en El espíritu de la colmena -con las mágicas variaciones de la canción popular Vamos a contar mentiras-. Por último comentar la forma de crónica que adopta en determinados momentos la peli de Patino con planos de los carteles de los distintos comercios, con nombres tan sofisticados como París y otras ciudades europeas. Me llamó mucho la atención cuando Lorenzo va a Madrid y visita en la calle Alfonso XII el portal donde anteriormente vivían los padres de Berta, pues hace unas semanas yo pasaba precisamente por aquel lugar y no pude evitar sacar unas fotos de algunas fachadas antiguas. También las dos pelis tuvieron que salvar a la censura. Comenta Patino en el libro de Caparrós cómo al escribir el guión desconocía exactametne si algunos pasajes pasarían o no el corte de la censura. Esta circunstancia resaltan el valor de la película, su atrevimiento tanto estético como narrativo queda doblemente realzado por los condicionantes del creador en pleno Régimen autoritario. Desde aquí no me queda más que reivindicar esta gran película, Concha de Plata en San Sebastián en 1966, y animar a todo amante del buen cine a disfrutarla. Yo lo hice y además, me enamoré irreversiblemente de Elsa Baeza.

Aquí un extracto de la peli:
(se pueden ver más en youtube)
Aquí la ficha técnica y la sinopsis:

2 comentarios:

e. r. dijo...

Che, compañero k.
Esta peli me la marco. La estuve buscando en internet, y no apareció aun, pero es cuestión de paciencia. En bueno aires la empezaré a ver en esos lugares de videos viejos, pero me retiene que no tengo video-casetera!
Te quería contar que conseguí Malaparte! LA PIEL. Por ahora, como hay tanto leyéndose, no le da el turno, pero ya será. Una pocas líneas leídas confirman a un maestro.
Te mando un abrazo

k dijo...

pues dos días después de ver la peli -¡casualidad!- apareció Elsa Baeza en un programa de telebasura aquí en España hablando de su relación con el recientemente fallecido Lazarov, y ¡sigue guapísima! No te lo creerás, pero revisando la biblioteca de mi padre encontré los dos libros de Malaparte Kaputt y La piel, editados por Plaza y Janés en 1962. También los tengo pendientes, por delante tengo títulos de Svevo,Nooteboom,Mo Yan,Schopenhauer,Le Clézio..., me acordé de tu blog leyendo El mal de Montano de Vila Matas cuando salía su amigo César Aira, saludos