viernes, 4 de diciembre de 2009

La conciencia de Zeno, de Italo Svevo.


Descubrí a este autor, Italo Svevo, leyendo Microcosmos del también triestino -Trieste, tierra de nadie- Claudio Magris. En él se refería Magris a Svevo como un escritor melancólico. Me hice con su obra más laureada, esta La conciencia de Zeno. Zeno es un burgués de principios de siglo XX que acude a un psicoanalista quien le invita a escribir la crónica de su vida para desentrañar los orígenes de su enfermedad. Zeno corteja a Ada, una de las tres hermanas de su mentor en los negocios. Zeno será rechazado por Ada, en la misma noche Zeno será rechazado también por la hermana más joven de Ada, Alberta, para finalmente pedirle matrimonio a la más fea, Augusta. Es la historia de un perdedor amoroso que necesita casarse a toda costa para no resultar humillado. Esa condición le acompañará toda su vida. Intentará dejar de fumar y escribirá en su diario cientos de veces "el último cigarrillo". Contra todo pronóstico su matrimonio será casi un éxito, aunque él no renunciará a tener amante, y la encuentra en una jovencísima cantante y pianista -canta horrible- a la que cortejará y subvencionará sin saber muy bien por qué. Zeno es así mismo un hipocondríaco, preocupado por conseguir una enfermedad, por padecer algo, finalmente unos extraños dolores le aquejarán para no dejarle el resto de su vida: "Tullio volvió a hablar de su enfermedad, que era también su distracción principal. Había estudiado la anatomía de la pierna y el pie. Me contó riendo que cuando se camino con paso rápido, el tiempo en que se da un paso no supera el medio segundo y que en ese medio segundo se mueven nada menos que cincuenta y cuatro músculos. Aquello me asombró y al instante pensé en mis piernas y busqué en ellas esa máquina monstruosa. Creo que dí con ella. Como es natural no encontré cincuenta y cuatro artefactos, sino una complicación enorme, que se desordenó en cuanto fijé mi atención en ella.
Salí de aquel café cojeando y seguí cojeando durante unos días." La preocupación de Zeno es reconducida una y otra vez a través del que dirá la gente, consiguiendo en ocasiones rocambolescas paradojas, lo que los demás ven en nosotros, lo que queremos que vean, lo que nosotros mismos vemos, advertimos cierto ánimo existencialista pre-sartriano: "Mi propio suegro, el astuto Giovanni, se dejó engañar, y hasta que murió, cuando quería poner un ejemplo de gran pasión amorosa, citaba la mía por su hija, es decir, por Augusta. Sonreía dichoso, como buen padre que era, pero al mismo tiempo aumentaba su desprecio hacia mí, porque, según él, el que ponía su destino en manos de una mujer y, sobre todo, no advertía que en este mundo hay también otras mujeres no era un hombre de verdad. En eso se ve que no siempre me juzgaron con justicia." A mi me pasa, tan pronto pienso en Jessica Alba como la muejr más hermosa del planeta, cuando mi atención se desvía ora hacia Evangeline Lilly ora hacia ¡Megan Fox! Zeno está continuamente justificando sus infidelidades: "¿Por qué habría de provocarme remordimiento mi deseo, cuando parecía haber llegado a tiempo precisamente para salvarme del tedio que en aquella época me amenazaba? No perjudicaba en absoluto a mis relaciones con Augusta, sino todo lo contrario. Yo ahora le decía no solo palabras de afecto que siempre le había dirigido, sino también las que en mi ánimo iban formándose hacia la otra." Lo terrible es que lleva razón, ¿es lícito alimentar una relación a través de terceras personas? pregúntenle a las interesadas. " Como buen hombre de negocios que era -Copler-, llevaba un registro de todo, y yo pensé que aquel libro era su viático y que, de estar en su caso, condenado a una vida breve y carente de familia como él , yo lo habría enriquecido consumiendo mi capital, pero él era el sano imaginario y sólo tocaba los intereses que le correspondían, por no poder resignarse a admitir que el futuro era breve." Se reúnen aquí la enfermedad, la esperanza absurda por la vida, y ¡el registro de todo lo que uno hace! Esto es fundamental, hay que anotar cualquier circunstancia que nos relaciona con el mundo, de lo contrario, ¿quién se acordará de nuestro pasos? Ni nosotros mismos. El devaneo de sus pensamientos, la oportunidad de nuestros actos a veces sólo encuentran sentido desde la casualidad. A esto le unimos un destello de humor negro que bordea la frontera de la crueldad, pero que sin embargo está perfectamente encauzado en lo que es el sentimiento y la razón humanos: "Habría sido el momento de encontrar un pretexto para rogar a la muchacha (Clara) que no contara a Copler mi visita, pero no lo hice, por no saber como disimular mi petición, y fue una suerte, , porque pocos días después mi pobre amigo enfermó y al poco murió." ¿Fue una suerte que muriera el amigo o que no llevara a cabo esa petición? Es una aberración este razonamiento, cualquiera lo hubiera hecho aunque nadie lo habría expresado, por supuesto. Nadie entiende a las mujeres, ni ellas mismas se entienden, pero esto habría que extrapolarlo al ser humano en general, porque ¿quién se entiende a uno mismo cuando ni nos ponemos de acuerdo en cual es nuestra actriz preferida del cine clásico, Grace Kelly o Ava Gardner?: "Para los hombres era difícil entender lo que las mujeres querían también porque a veces ellas mismas lo ignoraban." El surrealismo de Svevo nace de la cotidianidad, de lo realizable, de la realidad, en definitiva, a veces no sabemos ni porqué queremos algo, el ego nos empuja a reivindicar que alguien nos pida opinión, ¡sin saber cuál es esta!: "Como antiguo frecuentador de la Bolsa, mi opinión, aun junto a la del abogado, habría podido contar lo suyo, pero ni siquiera recordé mi opinión, en caso de que la tuviera." Finalmente Zeno volverá al psicoanalista quien le diagnosticará mal de Edipo: "Era auténtica ceguera: me había enterado de haber deseado quitar la esposa a mi padre, ¿y no me sentía curado? Inaudita obstinación la mía: pero el doctor reconocía que estaría aún más curado cuando hubiera acabado mi reeducación, después de la cual me acostumbraría a considerar aquellas cosas (el deseo de matar al padre y de besar a la madre) de lo más inocentes, cosas por las que no había que sufrir remordimiento, porque ocurrían con frecuencia en las mejores familias." Llega la guerra, su familia desaparece, emprende nuevos negocios, una gran bomba estallará en la Tierra.

2 comentarios:

e. r. dijo...

Hola, Kovalski!
Svevo es lo más. Es mi uno de la repisa de los genios. Este año leí varios de él, pactados para una relectura de aquí a dos años. Entre ellos la conciencia. ES un libro lleno de sabiduría. Está más allá del biel y del mal Svevo. Todavía no puede creer que la historia de un burgués gordo, mentecato y prejuicioso, lleno de puntos grises y maladades y cobardías estúpidas, me hubiera gustado tanto. Está tan vivo Zeno, es tan mediocre. Y poco a poco va iluminándose, hasta descubrir, en su análisis, el mundo entero y su destino: la autodestrucción completa.
Es de la primera línea de los escritores del siglo XX, junto con Musil y Walser. Después de los dos, los héroes ya no pueden ser los mismos.
Senectud es un joya también, y cualquier de sus libros de relatos.
Saludos

k dijo...

Hola e.r., gracias por tu comentario. Según el postfacio de Mario Lavagetto en la edición de Gadir, parece ser que fue James Joyce -¡quien le dio clases de inglés a Svevo! y con el que terminaría teniendo una gran amistad- quien descubrió a este genio. Ahora se está publicando su obra en España en edición de bolsillo a precio económico y a buen seguro que compraré algunos títulos. Senectud, que fue un fracaso en el momento de su publicación, está siendo titulada como Senilidad. Saludos.