sábado, 26 de febrero de 2011

Alicia en las ciudades, de Wim Wenders


Alice in den Städten.

Prosiguiendo con la filmografía de Wim Wenders nos encontramos con esta gran peli de 1974 del cineasta nacido en Düsseldorf en 1945.

Para empezar, ¿quién es Alicia?

Una niña de 9 años que emprende un extraño viaje con un periodista y fotógrafo, Philip Printer. Éste, que se ha encontrado casualmente con Alicia y su madre en el aeropuerto de Nueva York cuando buscaban un pasaje para Münich, se ve envuelto en una comprometida aventura de la mano de la niña, a la que debe acompañar a Ámsterdan, hasta la llegada dos días después de su madre quien espera arreglar el asunto sentimental con su pareja.

¿Cuáles son las ciudades?

En principio Nueva York y su skyline, luego Ámsterdan, Wüppertal, Essen, Duisberg, Oberhausen, Genselkirchen, y Münich. Todas esas ciudades que recorrerá con Philip ("¿Tú crees que la gente se cree que eres mi padre?", le pregunta la niña cuando toman el sol en una playa en un momento de su peculiar huída-búsqueda), y que deben conducirla finalmente al hogar de su abuela materna ante la inesperada ausencia de su madre Elisa van Dam, quien no ha aparecido finalmente en el aeropuerto de Ámsterdan como se había planeado.

Philip Printer. La peli comienza como una road movie solitaria. Printer toma fotos en una playa ("Fotos, nunca muestran lo que realmente viste"). Printer recorre diversos lugares de la América paisajista, tiene el encargo de escribir un artículo pero él sólo toma fotos ("¿Por qué tomas fotos?", le pregunta una niña de color en una gasolinera, "That way I like", le responde sin gran seguridad en su propia respuesta).

Tantas noches de hotel hacen mella en el ánimo de Printer. En el Skymotel romperá la televisión a golpes, para él la televisión americana son sólo anuncios que degradan al ser humano, escribe en un cuaderno.

Hay un momento de la peli en el que me quedé retratado como un marsupial conductual. Printer escribe frente a la televisión del hotel donde se aloja con la madre de Alicia la noche antes de partir ("¿Qué estás escribiendo?", le pregunta Elisa, y Printer le lee justamente lo que está escribiendo -esa paranoia sobre los anuncios americanos, demonios, la tele vuelve a estar en peligro a su lado-, en esos momentos yo estoy tomando notas sobre la peli y escribo que Printer toma notas sobre lo que está viendo en la tele).

Cuando Printer -antes de encontrar a Alicia- lleva su reportaje inconcluso -más bien sin empezar, dice que lo terminará en Alemania- a su jefe éste le trata con la punta del pie y lo manda a paseo, ni adelanto ni nada "y guárdate tus postales" -algunas fotos de Printer, tomadas con una cámara instantánea, son fantásticas-.

La fotografía en blanco y negro y con un frecuente uso del fundido a negro crean una atmósfera de irrealidad extraordinaria -esto, unido al rostro inexpresivo de Printer conforman una sensación de cuento iniciático, sin principio ni final-. En ese sentido la peli de Wenders es de una estética conmovedora.
Cuando Printer busca ayuda en una amiga alemana de Nueva York -refugio durante una noche-, se encuentra con el rechazo -una angustiosa reflexión sobre el vago poder de la amistad-. Ella parece saber analizarlo con todas las consecuencias, él lo admite: "perdí completamente las referencias". Me vino a la mente el pasaje de Wiesenthal en El esnobismo de las golondrinas que alude a la pérdida de referencias que experimenta el viajero en tren. Printer reconoce que tomar fotos es una especie de prueba, pero no sabemos exactamenete qué tipo de prueba.
La primera señal que tiene Printer de que Lisa no va a cumplir su promesa es cuando la ve salir del Empire State desde un mirador donde pasa el tiempo con Alicia ("Ahora lo entiendo, no va a volar a Alemania").
En el avión Printer jugará con Alicia a las palabras y al ahorcado ("Sueño", dice la niña, "esa palabra no vale, sólo valen palabras que existan"). Definitivamente los sueños no existen.
Esta idea se enlaza con el sueño que tiene Alicia en el hotel de Ámsterdan y que le cuenta a Printer. En una explicación que nos recuerda a La naranja mecanica de Burgess ( y Kubrick) Alicia cuenta cómo no podía cerrar los ojos ante una peli de terror que no quería ver.
Hay un detalle que me gusta y es cuando Printer, aún en Nueva York, y después de vender su coche por 300 dólares, compra el periódico Kicker donde hay información de la Bundesliga. Definitivamente a los alemanes les apasiona el fútbol, y supongo que a Wenders también.
"Has viajado durante cuatro semanas y sólo traes montones de fotos", le ajusticia su jefe, tan sólo fotos. La niña en un momento dado le hace una foto a Printer: "Así sabrás al menos cómo eres". Un reflejo, sólo somos un reflejo de nosotros mismos.
En Wüppertal Printer le cuenta un cuento a Alicia. En el puente el niño vió un jinete. Pienso en el puente (Der Brïucke, Kirchner y compañía, y en el Jinete azul Der blaue reiter, Kandinsky y compañía, y pienso si no será una referencia pictórica).
Printer encuentra en algún recodo de su equipaje la llave del skymotel ("Olvidé devolverla"). Un símbolo de lo pasado, una especie de coartada del tiempo perdido, o una señal de lo real que ha podido ser el viaje extraño que le lanzó por los paisajes americanos -simplemente para hacer fotos cuando lo que tenía que hacer era escribir un artículo, pero ¿qué son las palabras ante las imágenes?-, en definitiva, un viaje sin consecuencias.
Al igual que Handke Wenders se recrea en las máquinas expendedoras de canciones o Juke box. Ya vemos una en un bar de carretera en el periplo americano de Printer y también en el bar del hotel de Wüppertal donde se aloja con Alicia.
Existe un peligro evidente cuando se decide hacer una peli con niños, tenemos los ejemplos triunfantes de Shyamalan en El sexto sentido y de Paisaje en la niebla de Angelopoulos. Hay que sumar a Wenders a esa selectiva lista ya que Yella Röttlander (Alice) hace un papel magistral, tan sólo igualado por el magnífico actor Rüdiger Vogler (Printer).
La banda sonora de CAN es tan sencilla como efectiva. Unos arpegios de guitarra que se funden con unos acordes polifónicos de sintetizadores llegan a emocionar por su melancolía. También asistimos a un concierto de Chuck Berry, de piel perlada y sudorosa el músico chapurrea un rock n roll mientras aporrea su guitarra de los años cincuenta.
Es esta búsqueda de Wenders una búsqueda tan segura como fabulatoria ("¿Qúé te pasa?", le pregunta Alicia, "Miedo", responde Printer). Buscan a la abuela de la niña, pero la niña no recuerda donde vive, primero piensa en Wüppertal pero luego cae en la cuenta de que no es allí -después de patearse la ciudad durante días ante la impotencia y desesperación de Printer que se pregunta cómo demonios ha llegado a esa situación-. Una foto de la casa de la abuela les dará una pista a seguir. Por el camino Printer se ha rendido ante la reponsabilidad y ha entregado a la niña a la policía, ellos buscarán a su madre y a su abuela.
Pero la niña se rebela y se reencuentra con Printer ("Tan sólo garabateas tu libreta", ha sentenciado la niña, y Printer admite esa verdad inamovible). Sucede así la ya mencionada conversión de búsqueda en huida. Entre ambos ha surgido ya la complicidad de los que comparten una misión (se hacen fotos juntos en un fotomatón, hacen gimnasia frente a unos carteles callejeros que indican las posturas,...). El desenlace podía haber sido dramático, de hecho es lo que me esperaba de Wenders pero no será así. Todo conduce a la última ciudad, "¿qué vas a hacer en Münich?", le pregunta Alicia a Printer al final de esta maravillosa película, ya entre mis favoritas.

El trailer:

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