El húngaro Lászlo Földenyi -el autor de El sudario de la Veronica. Paseo por los museos de Europa- escribió en 1981 este magnífico ensayo acerca de la Melancolía que Galaxia Gutemberg publica este año 2008 -nuca es tarde. Los primeros capítulos -más de la mitad del libro- se ocupan de la melancolía en la historia de la filosofía, desde los tiempos de la Antigüedad con Aristóteles, Empédocles y compañía de protagonistas, pasando por la Edad Media -Petrarca- y Renacimiento -Ficino- hasta la época romántica -Kant, Hegel- la cual ocupa el capítulo dedicado a la muerte prematura de los románticos -Byron, Novalis,... Los capítulos finales están dedicados a El amor y la melancolía, La enfermedad, y la libertad -epílogo. Se trata de un apasionante recorrido histórico-filosófico (casi poético diría yo) en la que se reflexiona sobre las distintas concepciones de la Melancolía en las diferentes épocas. También aparece el arte como causa de melancolía -aunque menos de lo que a mi me hubiera gustado- con disertaciones sobre el famoso grabado de Durero, El matrimonio Arnolfini de Van Eyck, pintores melancólicos como Caspar David Friedrich, Otto Runge, retratos del Renacimiento, etc... No obstante Földényi es todo un erudito en la materia y es un placer leer sus comentarios sobre pintura. Cito: "Las obras maestras hacen al hombre casi tan desdichado como el amor: lo arrancan de la vida cotidiana y luego lo encuelven en sus redes. Prometen, pero al final no dan nada". En este punto creo reconocer al llamado Síndrome o mal de Stendhal pero Földényi no lo menciona. ¿Descuido? No lo sé, pero ahí tenía tema para unas cuantas páginas. Me dejó un poco decepcionado este punto. También escribe el húngaro sobre el gran dilema del arte actual: la autonomía o el reflejo. Es una bonita forma para enfrentar los dos polos del arte: figuración o abstracción. Igualmente me hubiera gustado que se explayara un poco más en este punto, ya que me deja la impresión de que el arte moderno queda un poco en inferioridad en cuanto a maestría reconocida. En la página 161 se encuentra una interesante parrafada sobre la tensión entre la muerte y la creatividad. Y es que la muerte está muy presente en todo el texto, ya que acecha cotidianamente al melancólico. "El melancólico no se caracteriza por temer la muerte en un momento y por desearla en otro, sino por sentir al mismo tiempo una cosa y otra". Una parte que me apasiona es cuando recurre al término Realidad, una de mis aficiones favoritas, el mito de la realidad frente a la ficción: "La realidad objetiva que aguarda el conocimiento es siempre la realidad relacionada con el ser humano la que existe para el ser humano: una realidad desconocida para el hombre no es estrictamente hablando, una realidad". Este pensamiento evoca el enigma de la música en el bosque, ¿existe esa música no escuchada por nadie? La fuente de melancolía en el no cumplimiento de expectativas también me gusta mucho: "El melancólico de Ficino es responsable de su propio destino y se sustrae al control de cualquier poder. La razón de su soledad no es la inactividad, sino el esfuerzo intelectual, de ahí que asume su situación, contrariamente al melancólico medieval. De golpe, toma conciencia de su abandono; así su situación se torna insoportable, pero al mismo tiempo se convierte en base de su sentimiento de ser un elegido. Se enfrenta con todo (pues es él quien elige), y lo toman por un personaje anormal, porque los demás sí responden generalmente a las expectativas puestas en ellos. Él, en cambio, se considera el más normal de todos, porque actúa sobre su propia voluntad, porque él establece sus propias leyes. Sabe y se da cuenta de que el mundo es un sistema de expectativas, sin embargo, en esta situación ambigua se muestra incapaz de responder a ninguna de ellas". Genial este Ficino, seguro que tenía el cuarto lleno de posters de Nicole Kidman. Otra faceta espectacular del libro son las referencias utilizadas. Es un gustazo leer simplemente el nombre de algunas obras y autores citados: El sueño de Escipión, de Macrobio; De Oculta Philosophia, de Agrippa de Nettesheim -amigo de Durero, por cierto-; De Docta Ignorancia, de Nicolás Cusano; Platonica Theologia, de Ficino; The anatomy of Melancholy, de Robert Burton; De Contemptu Mundi, de Petrarca; Democritus or Doctor Merry Man, His Medicine Against Melancholy Humours, de Samuel Roland; y el que más me gusta de todos: Morbus Anglicus or a Theoretik and Practical Discourse of Consumptions and Hypochondriack Melancholy, de Gideon Harvey (1672). El melancólico no quiere ser curado: "Nada fastidia tanto al melancólio como el intento de consolarlo con palabras o de describir simplemente su estado". Es adicto al anhelo existencial: "El melancólico es, al mismo tiempo, parte del mundo y un ser enajenado y dependiente sólo de sí mismo que se siente marginado y huérfano y no sabe qué objetivo dar a su insaciable anhelo". La Nada y lo infinito campan a sus anchas por todo el libro "La angustia que caracteriza al melancólico es el miedo al defecto; pero como no lo descubre fuera, sino dentro del mundo, al ser su esencia, la angustia, no se refiere al defecto, a la Nada, sino también al Algo". La paradoja también surge con frecuencia, por ejemplo en la imposibilidad de conocer algo por completo desde su propio interior, y aquí se podría haber citado a Heisemberg y su principio de incertidumbre, ¿otra oportunidad desaprovechada por Földényi? Así mismo peca un poco de temerario cuando se enfrenta a las causas médicas de la melancolía -identificada con enfermedades como depresión- ya que realiza algunas afirmaciones que no se corresponden con el conocimiento de la ciencia actual. Por ejemplo en la fenomenología de la enfermedad no menciona el papel de los genes y la predisposición a la enfermedad ni la importancia de los neurotransmisores, cuyo funcionamiento es clave para el desarrollo de las actuales terapias farmacológicas. Es cierto que la melancolía ha sufrido variaciones en cuanto a su identificación, desde un sentido religioso, a síntoma identificativo de enfermedad -locura, depresión-, o de genialidad. De cualquier forma es imposible categorizar al respecto, ni los más prestigiosos pensadores de la historia se ponen de acuerdo, y por eso me sorprende que en ocasiones el húngaro sentencie en lugar de interrogar -incluso se permite el lujo de corregir a Hegel en alguna ocasión. Puede que se trate de su estilo narrativo, que sin duda despierta muchas preguntas sin respuestas. Un libro buenísimo, difícil de leer en ocasiones, un poco disperso en otras, pero rebosante de sabiduría y de citas geniales. Termino con una pequeña cita: "El melancólico vive las posibilidades y la esperanza con mayor intensidad que nadie, porque para él no hay nada que pueda realizarse, nada en que abrigar una esperanza". Como no podía ser de otra manera, la portada es el grabado de Durero.
4 comentarios:
estimado kovalsky, no he leido el libro que reseña, pero me gustaría comentarle que el llamado mal de Stendhal alude a una sensación física abrumadora que tiene lugar durante la contemplación de algo considerado bello.
No sé si tiene relación con su cita; parece que más bien alude al artista subyugado por su arte y finalmente vacío (y melancólico, me imagino) tras haber alumbrado su obra maestra.
Por otro lado, me niego a que saque usted a pasear a cada momento a Heisenberg: ¿qué tiene que ver su traqueteado principio con "la imposibilidad de conocer algo desde su interior"? ¿y desde su exterior? Primero habría que saber que quiere decir eso, el entrecomillado digo, porque el p. de H. tan sólo modestamente relaciona las posibilidades que tenemos de conocer simultáneamente la posición ocupada por una partícula y su velocidad. Mi apoyo a foldenyi por no haberse metido en ese jardín.
qué tal don pirlo,gracias por su comentario, "el síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras del arte" y no necesaramente afecta al creador y su obra. Heisenberg es fundamental, siempre lo ha sido y siempre lo será. Según recuerdo de mis estudios elementales de física cuando el científico intenta medir algo el instrumento utilizado para la medición influye en el valor de la medición, desviando su valor real, supongo que a eso se refiere Foldenyi, tiene que ver también con el existencialismo de Sartre, no somo quienes creemos que somos sino lo que los demás piensan que somos, es imposible definir algo desde su interior, luego no podemos conocer el mundo en el que habitamos por el hecho de habitarlo precisamente,
saludos
pues claro, eso es lo que le digo: que el mal de stendhal no está bien traído en este caso. El vacío producido por el acto creativo es lo que me parecía el tema de su cita.
en cuanto al principio de jeisenber, claro que es importante, pero no es aplicable a cualquier cosa! por último, he flipado con la alusión al existencialismo. Advierto en usted maneras de profesor de facultad de bellas artes, con preocupación.
señor pirlosky, su intento de desmadejar mi acertada crítica al libro de foldenyi -avalada por los más importantes expertos en su obra y por el propio foldenyi- se queda en agua de borrajas. Yo no he citado el texto referente al conocimiento interior -era muy largo y además no lo entendía-, no obstante, escribir sobre melancolía y arte y no mentar el mal de stendhal es algo más que un olvido caprichoso, es un error imperdonable; por otro lado yo sí creo que la esencia del pricipio heisenberg sea aplicable a otros campos distintos al físico,sólo hay que darle unas cuantas vueltas y marearlo un poquillo; lo del existencialismo es muy recurrente en este tipo de reseñas, todos sabemos que de la melancolía a la náusea sólo hay un paso, cuando no menos, saludos cordiales
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